CARTA ABIERTA DE DOMINGO LAIN
Siguiendo un imperativo moral, nacido de la conciencia de no pertenecerme a mi mismo como revolucionario sino a las masas explotadas de Colombia y a la de todos los países oprimidos, a la vez que respondiendo al carácter publico que en nuestra sociedad reviste la función sacerdotal, cumplo con un deber de orientador del pueblo al incorporarme a las guerrillas del E.L.N. a su línea de acción y a sus programas político-sociales.
Al hacer publica esta decisión, renuevo el compromiso irrevocable aceptado al ser ordenado sacerdote de consagración, fidelidad a los pobres y oprimidos; de solidaridad en su lucha por la liberación de toda esclavitud. Pienso que ahora empieza mi autentica consagración sacerdotal, que exige el sacrificio total para que todos los hombres vivan, y vivan a plenitud.
No es casual coincidencia, sino consecuencia lo uno de lo otro, el que este anuncio se haga el día en que el pueblo colombiano celebra con redoblado espíritu de lucha y fe en el triunfo de la causa, el cuarto aniversario de la muerte física del gran líder de nuestro pueblo. Camilo Torres Restrepo. Su palabra y su ejemplo siguen siendo banderas de redención, grito de esperanza para los explotados, consigna en el combate guerrillero, luz en el camino.
Camilo no ha muerto. Vive en el corazón de los pobres y oprimidos, en el interior de todo hombre que lucha por la justicia y la fraternidad humanas. Las oligarquías colombianas se equivocaron una vez más cuando al ocultar el cadáver de Camilo pretendían sacarlo del pueblo. Camilo pertenece al pueblo vivo a muerto y nadie podrá arrebatárselo ni reemplazarlo; ni siquiera cambiarlo de sitio. Se entrego a él en toda su dimensión humana y el pueblo lo aceptó como suyo para siempre. Profeta de nuestro tiempo, revolucionario integro, hombre nuevo en la sociedad futura en gestación, Camilo y su ejemplo marcan con sello especial el camino de compromiso.
A su actitud y pensamiento debo la alegría del compromiso que comunico, la decisión expresa de mi entrega hasta la muerte por la liberación del pueblo colombiano.
Llegue a Colombia hace aproximadamente tres años. Venia con mi sacerdocio recién estrenado y con una sola decisión: la de compartir solidariamente y hasta el final de mi vida, aspiraciones y frustraciones de las masas desposeídas a las que se les niega todo derecho hasta el mas básico y fundamental: el derecho a la vida. Con este pensamiento entré a trabajar en las empresas en Bogotá primero y de Cartagena después. Experimenté en carne propia la situación de explotación y miseria de la mayoría de la población y me uní a sus luchas; a la vez que hacia esto, ejercía mis funciones sacerdotales. El único delito que cometí y que debió ser la causas de mi expulsión del país, decidida por la oligarquía, fue el delito de luchar por el derecho de todos los hombres a la vida, al trabajo creador, a la vivienda digna, a la educación, al respeto de su dignidad humana pisoteada. Me acusaron de subversivo por denunciar sin cesar la violencia opresora ejercida por un sistema social inhumano e injusto, porque llamé a la unión y a la rebeldía de todas las clases desposeídas y explotadas.
En buenaventura junto con otros compañeros sacerdotes hice pública mi voluntad decidida de entregar mis esfuerzos, mi vida entera por la liberación del pueblo colombiano y por la construcción de una sociedad socialista, al firmar el documento revolucionario llamado “Golconda”.
Mi incorporación al ELN no es sino una consecuencia de todo un proceso de compromiso con mi pueblo y desde las montañas de Colombia y en unión con los hombres que en gesto poco frecuente del amor real al pueblo, iniciaron la lucha por su liberación confirmo mi decisión de entregar mi vida en aras de tan noble causa, consciente de que la posibilidad real de la muerte está presente en la actividad diaria del guerrillero.
Opte por la revolución socialista, porque es el único medio de arrancar desde su raíz las causas de explotación, de la alineación individual y colectiva; porque sólo una sociedad construida sobre las leyes económicas, políticas y sociales de justicia, puede hacer pasar de la utopía a la realidad el anhelo de fraternidad de los hombres y entre los pueblos imperativo fundamental humano y por lo tanto, cristiano.
Tome el camino de la lucha armada porque frente a la violencia reaccionaria, opresora, de los sistemas vigentes en Colombia y en América Latina, no cabe otra alternativa sino la violencia revolucionaria liberadora. La violencia no tiene credo religioso, no es atea ni cristiana; es el resultado de leyes económicas, históricas y sociológicas, de la conformación y desarrollo de las sociedades y de las relaciones de sus miembros y grupos y, por lo tanto, es un derecho de los pueblos oprimidos y de los más explotados para salir de la explotación.
Al decir esto, no puedo dejar de denunciar la brutalidad y la injusticia del régimen Colombiano que solo se apoya en la violencia y en la intimidación para mantener en la miseria más espantosa y en la explotación más inhumana a la mayoría de la población. Así mismo desenmascaro la complicidad de la Iglesia al constituirse en defensora y en pilar fuerte de dicho régimen, abusando del dominio sobre las conciencias que todavía ejerce en grandes sectores de la masa proletaria; una iglesia que condena la violencia y la rebeldía de las clases pobres y explotadas, aceptando y conviviendo con la violencia, represión y la opresión ejercida por las clases ricas y explotadoras. Hoy en América Latina, el pacifismo y la violencia moral de algunos agentes y hombres de la Iglesia, es lo mismo que la violencia y guerra reaccionaria.
Me he incorporado precisamente al ELN porque en su línea de acción y pensamiento, en sus programas políticos sociales, en sus combatientes sigue creciendo y desarrollándose el pensamiento y la figura de Camilo.
Con la fuerza que mi testimonio y mi entrega puedan dar a mis palabras, denuncio como calumniosa e indigna, ultrajante, engañosa para las masas colombianas, la campaña que la oligarquía y el ejercito, con todos los medios publicitarios, contando con la ayuda de traidores de la causa del pueblo, con pseudos-revolucionarios, ha desencadenado contra los miembros, dirigentes y simpatizantes del ELN. Los enemigos del pueblo han empezado a comprobar que la justeza y grandeza de la causa popular, ya no se puede vencer con la sola fuerza de las armas. Por ello han planteado la destrucción política a través del desprestigio calumnioso para cortar la fuerza que el ELN está ejerciendo en las masas proletarias y en los sectores rebeldes de la población. Desconocen que la identificación de Camilo-pueblo colombiano y el ELN, ha forjado una unidad indestructible.
Como Camilo he encontrado en el ELN una línea política correcta, una honestidad a toda prueba; una fe en el pueblo y una entrega a la causa de su liberación, que hacen estar a esta Organización en la vanguardia de la lucha y el corazón de las masas explotadas. Por ultimo quisiera invitar al análisis y a la reflexión de todos los revolucionarios honestos, campesinos y obreros, intelectuales y estudiantes que buscan sinceramente un compromiso con su pueblo. A ellos les incumbe una responsabilidad histórica: la de orientar a las masas por el camino de su liberación, evitándoles los sacrificios inútiles de sus vidas y esfuerzos que siempre recaen sobre ellos.
El pueblo se da cuenta del hambre, de la injusticia y de la explotación. Necesitan ejemplos vivos que encausen su rebelión y canalicen su ansia de liberación. Camilo ya lo hizo. Con su sacrificio glorioso señalo de una vez para siempre el camino de la redención a todos los hombres revolucionarios y masas oprimidas. Su ejemplo nos compromete y nos estimula cada día más.
En el cuarto aniversario de su muerte, mientras la oligarquía y los lacayos se preparan para representar la farsa electoral, yo desde estas montañas, regadas con sangre, invito a todos los hombres y mujeres de Colombia a organizarse y prepararse para la lucha final siguiendo la consigna y el ejemplo del gran maestro de nuestro pueblo: Camilo Torres, con la fuerza que su muerte gloriosa nos da y unido a todos mis compañeros, repito:
NI UN PASO ATRÁS… LIBERACION O MUERTE.
Domingo Laín Sanz
Desde las montañas colombianas, febrero15 de 1970.
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