José Laurencio Silva paradigma de lealtad
ALEJANDRO CARRILLO CIUDAD COJEDES
Hace una semana, el pasado 7 de septiembre, se cumplieron 228 años del natalicio de este gran lancero oriundo de El Tinaco, estado Cojedes. No era hombre de muchas palabras sino de acción, era ecuánime, generoso, valiente militar y considerado con sus contrincantes, pues tenía la sobriedad que da la madurez en el trajinar de la guerra. Su batallar no fue fácil. En sus primeras lides fue derrotado y ejerció la actividad clandestina en los bosques de Cojedes para escapar de la persecución realista. Como joven guerrillero, estuvo cara a cara con la muerte, en cientos de oportunidades, logrando evadirla con hombría. En El Pao de San Juan Bautista estuvo frente a un pelotón de lanzas, y a punto de ser ejecutado la intercesión de su afligida madre lo salvo de ese trance.
Su poderosa lanza brillo en los triunfos de Taguanes, Bárbula, La Victoria, San Mateo, El Yagual. El 5 de abril de 1848, junto con Ezequiel Zamora bajo sus órdenes, propinó una rotunda paliza, al recalcitrante godo y separatista Gral.- Judas Tadeo Piñango, en la batalla de Taratara, estado Falcón. En Junín destruyó el bloque de lanzas erizadas de la caballería realista. En Ayacucho, estando seriamente herido, se mantuvo al frente de sus lanceros desbaratando las líneas enemigas. En pleno campo de batalla el Mariscal Sucre lo ascendió a General de Brigada, y expresó su admiración por las heridas que le fueron infringidas. También en Bomboná su acción fue determinante para la victoria.
Fue héroe indiscutible en la Campaña del Sur que dio libertad a Perú, contribuyó a la creación de Bolivia y de la Gran Colombia. En 1827 se casó con Felicia Bolívar Tinoco, hija de Juan Vicente Bolívar Palacios, sobrina esta de El Libertador, lo cual causó malestar en el entorno de la alta godarria caraqueña; ya que en el acta de bautizo de nuestro compatriota no constaba su condición de hombre blanco. Era pardo y de tez morena En diciembre de 1830 fue designado como albacea testamentario y fideicomisario de Bolívar, y cuando el cuerpo de este fue embalsamado, su camisa estaba desgarrada y raída; fue el general Silva quien puso su mejor camisa de seda blanca para que el Libertador de Sudamérica no fuera enterrado en harapos.
El general José Laurencio Silva mereció el ascenso a general de división en 1839 y a general en jefe en 1855; fue incondicional de Simón Bolívar hasta su último aliento, lo que le ha granjeado la distinción de “José Laurencio Silva, paradigma de lealtad”; en la expresión precisa del poeta, historiador, músico, académico y jurista José Carrillo Moreno: “Moreno porque eres de Venezuela Moreno porque eres llanero Moreno porque bajo este sol Todos somos Silva y somos morenos” Silva derrota invasión a Venezuela: José Antonio Páez, héroe indiscutible de Las Queseras del Medio y lanza mayor en Carabobo, después de ser vencido por José Cornelio Muñoz Silva, en la batalla de Los Araguatos, huyó de Venezuela en compañía de Carlos Soublette; trató de organizar una expedición para invadir a Venezuela en 1848. Desde Jamaica pido expresamente y por escrito el apoyo de Estados Unidos, Inglaterra, España y República Dominicana. Se había marchado del país derrotado, después de desconocer el orden constitucional y al Presidente electo General en Jefe José Tadeo Monagas.
Así solicitó al dictador general Pedro Santana, Presidente de República Dominicana: “que le facilitara una nave de guerra, la corbeta Cibao… que no tendría otra misión que transportarme con seguridad a los lugares que fuera necesa
ria mi personal asistencia y conducir los elementos de guerra de uno a otro punto… satisfechos todos sus gastos se pagarían y la remuneración que Vuestra Excelencia exija por el servicio, y marinería de un todo, o bien continuar al servicio de Venezuela si ese gobierno resuelve enajenarla”. Esta actitud del General Páez indignó los ánimos de patriotas leales al legado de Bolívar, enemigos del yugo extranjero Uno de ellos fue el curtido lancero José Laurencio Silva, quien se puso a las órdenes del gobierno legítimamente electo. Abandonó el reposo de su casa de campo y enfrentó al Centauro Páez, en defensa de la soberanía nacional.
El Catire Páez, había invadido a su propio país, y Silva no sólo lo derrota, sino que lo hace capitular, lo apresa y lo hace reo de justicia, ya que el Adalid de antaño había pasado a ser traidor de la patria que le dio poder y gloria. Campo de Macapo: Para gloria del general Silva en su carácter de jefe del Ejército de Operaciones de la Provincia de Carabobo y Comandante en Jefe de la División Bolívar, el 14 de agosto de 1849 se preparaba para la batalla en Campo Macapo y cuando va a iniciar el ataque surge en el camino la bandera blanca del general Páez. El día anterior éste había decidido, en la noche “más triste de su vida”, como lo manifiesta Francisco González Guinán, quien agrega que: “la situación a que había llegado, no le quedaba otro recurso que capitular.
Esa noche, echado boca abajo sobre una cobija extendida en el suelo, derramó abundantes lágrimas, no arrancadas por el temor de perder una vida que había expuesto en lances innumerables, sino por las congojas del alma oprimida por el peso del más terrible desconsuelo”. Lo había derrotado un antiguo compañero de armas y subalterno en la guerra de Independencia; y a él se sometía, recibiendo, eso sí, todos los honores del derrotado. Fiel a la palabra empeñada el meritorio general tinaquero tuvo un gesto de gallardía heroica en momentos difíciles. ´El 18 de agosto entra en Valencia como jefe triunfador: “…Silva entra con los prisioneros a Valencia, pero había ira en el pueblo.
Un exaltado amenazó de muerte al coronel José Celis -uno de los jefes antipatriotas- y para evitar nuevas agresiones del pueblo que se mostraba aireado el general Silva hizo resguardar a los prisioneros con dos filas de soldados, y así llegaron a caballo hasta la plaza Bolívar. En el tránsito… una voz pidió la cabeza del General Páez. Más adelante otra pidió la del doctor Ángel Quintero -artífice intelectual de la entrega del país a una potencia extranjera- y el audaz político, que mantenía siempre en alto su carácter, respondió: pertenece al Comandante Ezequiel Zamora, que ya la pidió”. Ezequiel Zamora formo parte del grupo de oficiales que bajo las órdenes de José Laurencio Silva lograron detener la amenaza de invasión y entrega de Venezuela a fuerzas imperiales.
En el fragor de la Guerra Federal existe la memoria de una entrevista histórica entre Zamora y Silva como contrincantes. Ambos acordaron parlamentar sigilosamente en la oscuridad de la noche a la margen de un río en portuguesa. Zamora al percatarse de la presencia de su antiguo jefe exclamó: “Este hijo de la tierra cojedeña, llanero y libertador de Venezuela es un valiente, carajo. Hombres de esta talla, no pueden ser ni godos ni oligarcas…” El anciano General Silva respondió: “Ezequiel, a mí me enviaron a combatirte; pero yo no puedo hacerlo, porque tu estas luchando por lo que yo he luchado toda mi vida, como es ver a nuestro pueblo libre de todo yugo…
Ezequiel sigue con tus ideales y ve a combatir al enemigo del pueblo donde se encuentre; y te manifiesto claro amigo, que desde este momento que regreso a Caracas con mis tropas, viene en mi relevo el General José Escolástico Andrade Pirela, quien es un bandido oligarca de pura cepa; siga adelante Ezequiel y no abandones la lucha…” Años después, el 27 de febrero de 1873 lo derrotó la muerte. Al viejo e infatigable llanero, los médicos que efectuaron su autopsia pudieron constatar: 15 heridas mayores, 9 de lanza, de las cuales 3 recibió en Ayacucho; más 6 heridas de bala y otras de sable. Su cuerpo era un mapa lleno de condecoraciones (33 cicatrices) de guerra.
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