sábado, 29 de agosto de 2020

2 septiembre 1969 la Fallecimiento de Hồ Chí Minh. 2 sep 1945 Proclamación de la República Democrática del Vietnam


Ho Chi Minh y la proclamación de la República Democrática Del Vietnam 


Nadie podía imaginarse el 2 de septiembre de 1945 que aquel hombre menudo de cuerpo y barba entrecana, llamado por varios nombres, entre otros Ho Chi Minh —aquel que quedaría tejido indisolublemente en la historia del mundo— sería uno de los personajes más extraordinarios del Asia en el siglo XX.

Plaza Ba Dinh

Aquel día de septiembre, desde la Plaza Ba Dinh, en el centro de la ciudad de Hanoi, al Norte de Vietnam y capital del país, Ho Chi Minh proclamaba al mundo la creación de la República Democrática de Vietnam. El tiempo, bastante breve, a partir de ese día, permitiría conocer las dotes extraordinarias del revolucionario como táctico y estratega. Era un renovador de su tiempo, ya se sabía; al menos en París, Moscú, China, y en su propio país, aunque no el alcance de su visión, tenacidad y poder de aunar a todo un pueblo para una lucha muy grande contra los fuertes reductos del colonialismo francés, y más tarde contra el poderoso imperialismo. Pero su visión y capacidad de estratega asombrarían al mundo.

Hay vistas cinematográficas de la época que dan fe de aquella imagen de la Plaza Ba Dinh, atestada de gente, escuchando a Ho Chi Minh proclamar a la República, desde un micrófono, de armazón circular. Terminaba la Segunda Guerra Mundial. Los aliados habían derrotado a los nazis, la Francia, metrópoli de muchos países de ultramar, de cierto modo también era liberada, el General De Gaulle era el Gran Héroe de la Resistencia.

Ese fue el momento táctico para que el revolucionario Ai Quog, u Ho Chi Minh, asumiera todo el poder de su liderazgo entre su pueblo y proclamara la independencia del país, de Norte a Sur. Dicho sea de paso, que Vietnam acababa de sufrir una cruenta contienda frente a los japoneses, envalentonado como parte central del eje Roma-Berlín-Tokio, dispuesto a apoderarse del universo.

También Vietnam sufría una espantosa hambruna. Perecían millones de vietnamitas. Ocupada Francia por Alemania, ni siquiera un ápice de contribución, como metrópoli interesada en la colonia estratégicamente ubicada en el Sudeste de Asia, al Sur de China, podía ofrecerle para aminorar la hambruna.


Así era, a grandes rasgos, la situación de Vietnam cuando Ho Chi Minh, y sus compañeros del Partido Comunista de Indochina y luego de Vietnam, fundado por él, proclamó una república soberana e independiente, dispuesta a ayudar a liberar a sus hermanos de las colonias de Laos y Cambodia, en su momento más inmediato posible.

No se puede hablar con responsabilidad de la fundación de la República Democrática de Vietnam —hoy República Socialista de Vietnam— sin hacer énfasis en la sabiduría política y el conocimiento de la vida de las colonias que tenía Ho Chi Minh.

En los años más jóvenes, en París, fue uno de los fundadores del Partido Comunista Francés y en el seno de la organización abogó por la liberación de las colonias francesas en ultramar, para el asombro de sus camaradas, aunque muchos lo comprendieron finalmente.

El conocía a ojos vista la situación de las colonias, incluso en África, por sus viajes como pinche de cocina y marinero simple a bordo de un barco carguero que tocaba esos puertos, entonces tendría veintidós años. Viviría vejámenes también a bordo de un barco de guerra francés que fondeaba en la rada de Shameen, en la concesión francesa de Cantón.



Como se ha dicho vivió en París, como periodista y retratista. Fue un lector insaciable. Entonces era el joven Nguyen Ai Quoc, quien, en 1923,
 viajó de París a Moscú para asistir el 5º Congreso Internacional Comunista como delegado del Partido Comunista Francés, que ya se preocupaba por el movimiento revolucionario en las colonias. De allí salió a una nueva misión, tomar partido en la revolución China, y atizar el movimiento revolucionario en su país, Vietnam. Su primer paso fue fundar la Asociación de Jóvenes Revolucionarios de Vietnam. Más tarde sufriría prisión y sería dado por muerto en China, pero no lo estaba y regresó a Vietnam.

Esta somera idea de su quehacer revolucionario está destinada a sustentar la gran verdad: Ho Chi Minh era un hombre de ideas muy avanzadas, avaladas por experiencia de lucha y conocimiento de su mundo en la época que le tocó vivir, desde su más temprana juventud. Era un hombre de letras, hijo de un maestro y maestro él mismo, que dominaba la lengua vietnamita, la lengua y escritura china, el francés de la metrópoli y podía entenderse perfectamente en ruso.

Dicho sea de paso, cuando unos meses antes de su muerte lo entrevistamos en Hanoi, nos dio la bienvenida y el saludo de despedida en perfecto español que, según dijo, en las estancias en tantos puertos, aprendió algunas palabras en español.

Aún se vivía la alegría de la victoria de los aliados y la metrópoli —Francia—, como tal, y estimulada por los Estados Unidos se propuso retomar las colonias. Vietnam la primera. Ya con esto se iniciaba una guerra impresionante, de aquel pueblo hambreado y apenas armado contra el ejército colonial apoyado por el victorioso ejército norteamericano.

Ho Chi Minh y sus cercanos colaboradores,  Nguyen Giap, Phan Van Dong y Le Duan


Ho Chi Minh y
Nguyen Giap

Esto no sorprendió a Ho Chi Minh y sus cercanos colaboradores, el luego legendario general Giap, Phan Van Dong, Le Duan y otros.
 Un ejército popular de campesinos, en su inmensa mayoría, debía hacerle frente al poderío de las fuerzas de reconquista. Y así fue. La lucha se expandió por el Norte y Sur de Vietnam, pero sería en Dien Bien Phu donde las fuerzas coloniales mejor preparadas para la época sufrieron, en 1954, el descalabro total. Los vietnamitas llegaron a entrar al despacho del general francés que los dirigía y tomarlo preso.

Parecería que a partir de esa colosal victoria Vietnam podría desarrollarse y vivir en paz como una sola familia, según había sido siempre, de Norte a Sur. Mas, las alianzas no terminadas, en este sentido y época, entre Estados Unidos y Francia, apoyadas por un grupo enriquecido de traidores vietnamitas forzaron a cambiar las cosas.

Ho Chi Minh Y Pham Van Dong

Ho Chi Minh Y 
Le Duan

En virtud de los acuerdos del fin de la guerra y con ella el fin del colonialismo francés en Vietnam, las tropas de la metrópoli debían reunirse al Sur del Paralelo 17 para salir hacia su país. Había un tiempo estipulado para el movimiento de dichas tropas, y nada perezosos los norteamericanos apoyaron al gobierno «provisional» sudvietnamita, con armas y dinero a chorros para que se hicieran fuertes y quedara dividido Vietnam.

Al Norte, la República Democrática de Vietnam, con su capital en Hanoi. Al Sur la República de Vietnam del Sur, con su capital en Saigón. La maniobra no resultó fácil, pero el poder era inmenso frente al Norte que luchaba aún contra el hambre y tenazmente a favor de la preparación de un ejército que pudiera hacer frente a cualquier amenazaba. Y sumado a esto los ideales de Ho Chi Minh y la vanguardia del Partido Comunista de Vietnam: educación para el pueblo, mejoras de todo tipo —las posibles— unidad del pueblo, no importaban las asociaciones religiosas ni las etnias montañesas; fortalecimiento de las instituciones administrativas y desarrollo de la incipiente industria, comenzando por la energía —el carbón— y los puertos, entre otras premisas básicas.

Paralelamente Ho Chi Minh y el Partido Comunista en la RDV tomaron en sus manos esas ideas por las cuales habían luchado. No tardarían en saber que gente revolucionaria del Sur se organizaba en guerrillas. Estos revolucionarios fueron apoyados, Ho Chi Minh en persona recibió a una mujer, Nguyen Thi Dinh, de la zona de Bentré, y se estableció un puente que se desarrollaría vertiginosamente y por caminos impensados por el enemigo, un real camino, el famoso y nunca conocido por el enemigo «Camino Ho Chi Minh», que atravesaba ríos, montañas, selvas al parecer impenetrables.

La guerra de liberación del Sur ya era un hecho. La divisa de Ho Chi Minh: la misma desde el inicio: Un solo Vietnam. Artificialmente dividido, Vietnam debía reunificarse.

Fue la guerra más genocida, conocida en el siglo XX, de una potencia contra un pequeño país. De un ejército sofisticado, compuesto por fuerzas aéreas, marítimas, terrestres, armas químicas, bombas de fragmentación, agente naranja, fósforo vivo, napalm y hasta una cortina electrónica que fue burlada rápida e ingeniosamente por los vietnamitas, se emplearon por más de diez años contra Vietnam del Sur, y contra la República Democrática de Vietnam, el ensañamiento fue aéreo. Un resumen mesurado de las víctimas vietnamitas sería de dos millones.


En cuanto a las fuerzas norteamericanas, tantos miles que estremecieron al imperio. «El síndrome de Vietnam», «inspiró» los filmes de la cinematografía. La guerra en Vietnam produjo las imágenes más brutales que hasta entonces pudieran verse en una guerra tan desigual. Contra bombardeos indiscriminados, los vietnamitas usaron elementos que incluían trampas de bambú en la selva, que aterrorizaban a los bien pertrechados soldados estadounidenses, o domesticaban avispas —no es un chiste— es real. A esto Ho Chi Minh lo llamó táctica y estratégicamente hablando: La guerra de todo el pueblo por la salvación nacional, la libertad, la soberanía y la reunificación. De ahí salió una doctrina militar.

La República Democrática de Vietnam, fundada el 2 de septiembre de 1945, se haría no sólo una realidad teórica sino firme e indestructible. Un buen día, el 30 de abril de 1975,  los televisores del mundo vieron un espectáculo sin precedentes: las tropas elites de Estados Unidos corrían despavoridas por las azoteas y cuanto sitio pudiera posarse un helicóptero para agarrarse de sus patines, o de cualquier parte, y huir de Vietnam.


Fue una estampida, no hubo orden posible en la retirada, aunque los vietnamitas, desde años antes, habían abierto una oficina en París y se establecieron conversaciones diplomáticas formales entre el Gobierno de Estados Unidos y el Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur, reconocido como entidad política con todas las prerrogativas de un Gobierno.

Las conversaciones eran presididas por la conocida «Madame Thi Binh», de los cables de prensa, su nombre Nguyen Thi Binh, nombre parecido a la campesina que se alzó en Bentré, Nguyen Thi Dinh y que llegó a ser vicecomandante en Jefe del FNL.

Hay que dejar constancia que este procedimiento revolucionario, cuyo artífice había sido Ho Chi Minh, fue capaz de levantar un movimiento solidario en todo el mundo. Cuba fue el primer país del mundo en reconocer al FNL de Vietnam del Sur, y fundar el primer Comité de Solidaridad con Vietnam del Sur, que luego se extendería a Laos y Cambodia.

Las fuerzas más progresistas de intelectuales, artistas, científicos y profesores del mundo, se nuclearon en un Tribunal Internacional impulsado por el Premio Nobel Bertrand Russell que sesionó en Estocolmo, Dinamarca, París y otras ciudades. Hombres y mujeres de buena voluntad de Estados Unidos, incluidos —ya se ha mencionado— soldados que lucharon en Vietnam, se convirtieron en un factor importante de la solidaridad en favor de ese pequeño pueblo brutalmente agredido por la potencia más grande del mundo.

Aquel hombre que el 2 de septiembre de 1945 proclamó la República de Vietnam, ya había muerto (3 de septiembre de 1969) y no vio la victoria colosal de su pueblo, pero el Testamento Político que dejó, escrito poco antes de su fallecimiento, fue un mandato: Vietnam será libre, independiente y soberano, el enemigo será derrotado, y el pueblo vietnamita construirá un Vietnam diez veces más hermoso. Deberá estar unido.

Tan seguro estaba del triunfo que escribió en su testamento: «Nuestro país tendrá el señalado honor de ser una pequeña nación que, a través de la lucha heroica, ha derrotado a dos grandes imperialismos —el francés y el norteamericano— y ha hecho una digna contribución al movimiento de liberación nacional».

Y como última voluntad proclamó: «Mi último deseo es que todo nuestro Partido y pueblo, unidos estrechamente en la lucha, construyan un Vietnam pacífico, unificado, independiente, democrático y próspero, y hagan una valiosa contribución a la Revolución mundial» (Hanoi, 10 de mayo de 1969).

Tomado de cinereverso.org

 ALI PRIMERA_ Inolvidable Ho Chi Minh


Ho Chi Minh: “El que ilumina”

Por: María Victoria Valdés Rodda



Solía sentarse a meditar a la orilla del estanque de agua dulce colmado de peces a los que alimentaba con migajas de pan. Desde ese lugar Ho Chi Minh ideó inteligentes procedimientos de dirección, muchas veces trasmitidos a sus colaboradores partidistas allí mismo, al aire libre. Puede que, en medio de sus obligaciones como presidente, sus reflexiones también estuvieran salpicadas por memorias de su itinerante y fascinante vida.

Y puede que guardara con afecto el recuerdo de Georges Auguste Escoffier, el Emperador de los Cocineros, quien lo empleó en Londres, en 1913, en el Hotel Carlton, primero como ayudante de cocina para luego ascenderlo a patissier (pastelero, puesto esencial en la repostería francesa). La leyenda refiere que el Tío Ho habría tenido un futuro prometedor en el gremio de la culinaria; su empleador le auguraba condición de hombre rico, pero los planes de Nguyen Sinh Cung (su verdadero nombre), dotado de una enorme sensibilidad humana, eran muy diferentes.

Como ilustración el siguiente episodio:

Una tarde ambos tuvieron un altercado muy fuerte, porque el joven vietnamita reciclaba la comida dejada por los comensales. A la reprimenda del maestro cocinero manifestó pesar por el hambre de los pobres; no era un sentimiento abstracto, sino uno real, ya que algunos mendigos en los alrededores de la instalación le pedían sustento. También lo aguijoneaban las lejanas estampas de las aldeas vietnamitas, plagadas de masas hambrientas.

Cuatro años después, en 1917, se despidió de Escoffier, convencido de su empeño contra el colonialismo, al cual le conocía las ínfulas por haber vivido ya en París, a donde retornó para profundizar sus conocimientos sobre las entrañas del monstruo y poder derrotarlo. Premonitoria coincidencia desde sus similares fechas patrias: un 19 de mayo uno halló la muerte en 1895, el otro nació en 1890.

Honrarlo mediante el trabajo

Ho Chi Minh, presidente de la República Democrática de Vietnam, en Hanoi en 1955. Foto: vovworld.vn

“Sólo cuando la raíz es firme, el árbol puede vivir mucho tiempo y la victoria tiene como raíz al pueblo”. “¿Que crimen he cometido? Me sigo preguntando. El crimen de seguir devoto a mi pueblo”. En estos versos se repite un sustantivo fundamental sumamente ligado a la suprema convicción de un hombre-poeta, de un hombre-combatiente, entregado de lleno a la liberación.

Ho Chi Minh aprovechó los años de encierro para escribir 120 poemas y su Diario de la cárcel. Pero estas piezas no son meras obras de literatura; en ellas esbozó los diferentes caminos de la ardua lucha, la cual nunca eludió precisamente porque su pueblo lo necesitaba.

Ganó la Batalla de Dien Bien Phu contra Francia, en 1954, y aunque no consiguió presenciar la estrepitosa salida yanqui de Saigón, en 1975, hoy esa ciudad lleva su nombre. A pesar de haber muerto el 2 de septiembre de 1969,  el Tío Ho es el guía, el símbolo y la bandera de la resistencia nacional en Vietnam. Incluso, en estos tiempos, convoca a los fabulosos progresos de la nación, cuando este 2019 el producto interno bruto (PIB) asciende a 6.8 por ciento.

Grandes saltos hacia adelante ha dado el país de sus desvelos. Su visión sobre lo inevitable se ha cumplido: “Un Vietnam cien veces más hermoso”. Según importantes empresas calificadoras internacionales la economía vietnamita es una de las 10 de mayor expansión del planeta y lo seguirá siendo en los próximos años.

Laboriosidad, paciencia y empeño le caracteriza, unido a que las adecuadas estrategias de perfeccionamiento del proceso de reestructuración económica, de la estabilidad social y política, así como crecientes inversiones extranjeras directas, más la activación de nuevos tratados de libre comercio, han coadyuvado a ese vislumbrado bienestar.

El símbolo

Ho Chi Minh murió el 2 de septiembre de 1969 y Fidel Castro solo pudo visitar Vietnam cuatro años después. El Comandante en Jefe ante la mesa alrededor de la cual se reunían Ho Chi Minh y sus compañeros. Foto: PL.

Los mosquitos, la intermitente lluvia, el calor húmedo y las serpientes fueron obstáculos naturales encubiertos en las informaciones dadas a las tropas yanquis antes de partir. Sus generalotes estaban convencidos de que, por tener armas más sofisticadas, podían ganarles a los vietnamitas. ¿Qué cálculos fallaron?

John F. Kennedy promovió en 1963 un golpe militar de los grupos reaccionarios en el sur de Vietnam, mientras que la CIA se encargó de asesinar al presidente Ngo Dinh Diem para poner en su lugar una Junta Militar, lo suficientemente despiadada, que impidiera la libre determinación de los sudvietnamitas, quienes, en referendo, debían decidir si querían unirse o no a la República Democrática de Vietnam, en el norte, dirigida por Ho Chi Minh.

Un año después, en 1964, el mandatario Lyndon Johnson aprobó los bombardeos contra Vietnam del Norte y el envío de tropas al sur. El resultado inicial fue desastroso, porque, si bien continuaron en el terreno por espacio de 10 años, la invasión cohesionó los sentimientos patrios de los revolucionarios de ambos lados, decididos a expulsar al invasor, al que le infligieron la muerte de más de 58 mil soldados.

Muchos jóvenes estadounidenses se alistaban en las filas invasoras porque de verdad creían estar del lado correcto de la historia; que la democracia estaba en el Sur y no en otra parte, y quizá por eso algunos de ellos estimulaban la moral escribiendo en los cascos y en los tanques la frase “Ho Chi Minh ain’t gonna win”: “Ho Chi Minh no ganará”.

Se equivocaron: el Tío Ho y sus ideas fueron bandera y meta. Organizó el Ejército Popular de Vietnam y el Frente de Liberación Nacional (Vietcong). Nada pudo frenar la influencia que ese dirigente sencillo le infundía al pueblo. Ni los superbombarderos B52 con su millón 600 mil toneladas de bombas, ni los 540 mil efectivos enemigos, ni el millón de soldados títeres armados por Estados Unidos.

El pueblo vietnamita pagó un alto precio, con la pérdida de cinco millones de sus hijos, más 300 mil heridos. Sufrió, además, grandes daños ambientales, por la tóxica sustancia conocida como el agente naranja, que todavía provoca malformaciones y enfermedades.

La forja de un líder

Ho Chi Minh.

En mayo de 2018, a propósito del 128 aniversario de su natalicio -el 19 de mayo de 1890-, cientos de medios de comunicación del mundo consideraron que Ho Chi Minh se ganó un lugar entre las 100 personalidades más influyentes en la historia universal del siglo XX, debido a su carisma como dirigente y estadista.

Asimismo, con motivo de su centenario, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), lo reconoció como Héroe de Liberación Nacional y célebre hombre de cultura. Por tales motivos merece reverencia eterna.

Era un hombre ilustrado en todos los sentidos. Sus primeras lecciones sobre qué es ser un patriota se las dio su padre, un oficial que renunció a su rango en protesta contra la dominación francesa. Y aunque modesta, la familia le proporcionó los medios para sus estudios. Fue maestro. Sus tempranas inquietudes políticas lo llevaron a Saigón, donde ingresó en la escuela de obreros marítimos.

Estos pasos le permitieron viajar a bordo de un buque francés como cocinero. Estuvo en Marsella, Londres, París. Y en la Ciudad Luz se unió al Partido Comunista Francés, del que bebió las doctrinas de Marx y Engels. Espoleado su espíritu con esos saberes regresó a la patria, de la que al poco tiempo debió exiliarse, por su pensamiento radical. Partió hacia Hong Kong, donde fundó, en 1930, el Partido Comunista Indochino.

Se le conoce proverbial paciencia, la misma desplegada para tejer, paso a paso, la estrategia de liberación nacional: en 1935 asistió al VII Congreso de la Komintern, en Moscú; en 1938 conoció a Mao Zedong, y lo acompañó en su mítica campaña de Yenan, en China. Por esas tierras lo sorprende la Segunda Guerra Mundial, seguida atentamente por los evidentes dotes de analista.

Su enfoque dialéctico, histórico, le permitió comprender que la conflagración, vista desde las condiciones particulares de Asia, y emanadas de un escenario más grande, podía ser la partera de la emancipación nacional. Contrario al fascismo y amigo de los soviéticos, Ho Chi Minh, no obstante, percibió que la derrota francesa ante Alemania, en 1940, significaba un debilitamiento para el colonialismo galo, ante lo cual decide regresar clandestinamente.

Una vez allí, en 1941 funda la Liga por la Independencia de Vietnam o VietMinh. A los integrantes de esta fuerza popular los exhortaba al combate con la siguiente arenga: “Quien tenga un fusil, que use el fusil. Quien tenga una espada, que use la espada. Y si no tiene espada, que use azadones o palos”.

Los pueblos de la región opusieron una fuerte resistencia contra el fascismo japonés, no así la alta burguesía y los círculos de poder, y cuando Tokio fue vencido, a partir del heroísmo del Ejército popular chino, ya las condiciones subjetivas en Vietnam estaban creadas para la independencia. En mucho contribuyó el ingenio aglutinador del Tío Ho. Por eso el 19 de agosto de 1945, en Hanoi, fue factible declarar la soberanía y la construcción del socialismo.

Como era de esperar, y grosso modo, Francia se negó a aceptar el nuevo escenario creado, pero como la fuerza del líder era tan grande solo pudo retener Vietnam del Sur, dando lugar a la conocida guerra de Indochina (1946-1954). Se pensaron inexpugnables, e incluso creyeron que desde esa posición podían minar la revolución vietnamita. Vinieron años de estoica firmeza, hasta que la batalla de Dien Bien Phu los obligó a firmar los Acuerdos de Ginebra.

Con este tratado Ho Chi Minh (seudónimo que significa “El que ilumina”) buscaba ganar tiempo, seguro de que una vez preguntado al pueblo del sur si deseaba unirse a sus hermanos del norte, la respuesta sería afirmativa, aspiración frustrada por las apetencias estadounidenses. Y ya sabemos cómo acaba esa historia. La luz del Tío Ho les consagró la victoria definitiva.

POEMAS DE HO CHI MINH

POEMAS… 



Diario de la prisión de Ho Chi Minh
Escrito entre el 28 de agosto 1942 y el 16 de septiembre de 1943.
Poemas traducidos del inglés por Fernando A. Torres.

Primera página del diario


Recitar versos no ha sido uno de mis hábitos,
Pero ahora en prisión ¿Que mas puedo hacer?
Pasaré estos días escribiendo poemas, en cautiverio.
Cantándolos el día de la libertad se acerca.

Difícil es el camino de la vida

I


Habiendo escalado los picachos mas altos y las mas escarpadas montañas
¿Como iba yo esperar que en las planicies me encontraría con el mayor peligro?
En las montañas me encontré con el tigre y salí indemne:
En las planicies me encontré con el hombre y me enviaron a la prisión.


II

Era un representante de Vietnam en ruta a China,
ha encontrarme con un importante personaje.
En el calmado camino una repentina tormenta se dejo caer,
y fui empujado a la cárcel como un honorado huésped.


III

Soy un hombre limpio sin ningún crimen en mi conciencia,
pero fui acusado de ser un espía de la China.
Como puede ver, la vida nunca es un asunto parejo,
y ahora, en el presente abundan las dificultades. 


Mediodía

¡Es una delicia tomarse una siesta en la celda!
Un profundo sueño nos lleva lejos por horas.
Sueño montando un dragón hacia los cielos…
Despierto, regresando precipitadamente a la prisión.


Atardecer

Cuando la cena se acaba, el sol se hunde en el Oeste.
Repentinamente, desde todas las esquinas,
Comienza la música y las canciones folclóricas:
La melancólica prisión de Tsingsi es transformada en una academia de las artes.


Claro de luna

No hay alcohol ni flores para los prisioneros,
Pero la noche es tan encantadora, ¿como podemos celebrarla?
Voy al agujero de ventilación y contemplo la luna,
Y a través del agujero la luna le sonríe al poeta. 


Transferido a Tiempo en el “doble décimo” día

Cada casa fue adornada con flores y luces.
En el día nacional, todo el país se transformó de alegría
Pero en ese mismo día, me encadenaron y trasladaron:
El viento continua soplando en dirección opuesta al vuelo del águila. 


Juego de palabras

II


Aquellos que salen de la prisión pueden reconstruir el país.
La desgracia es la prueba a la fidelidad del pueblo.
Aquellos que protestan las injusticias son los de verdaderos méritos.
Cuando las puertas de la prisión se abran
El verdadero dragón volará libre.


En el Buró Político de la Cuarta Zona de Resistencia

He viajado los trece distritos de la Provincia de Kwangsi,
Y probado los placeres de dieciocho distintas prisiones.
¿Que crimen he cometido? me sigo preguntando.
El crimen de seguir devoto a mi pueblo. 


Noche de Otoño

Frente al portón el guardia apostado con su rifle.
Arriba, las nubes desordenadas se llevan a la luna.
Los chinches pululan alrededor como tanques de guerra en maniobras,
Mientras que los mosquitos formas escuadrones,
Atacando como aviones de guerra.
Mi corazón viaja mil kilómetros hacia mi tierra natal.
Mí sueño se entrelaza con las penas como una madeja de miles de hilos.
Inocente, he aguantado un año completo en prisión.
Usando mis lágrimas como tinta, transformo mis pensamientos en versos.


Sobre la lectura de “Antología de Mil Poetas”

A los antiguos les gustaba cantarle a la belleza natural:
Nieve y flores, luna y viento, niebla, montañas y ríos.
Hoy deberemos hacer poemas que incluyan hierro y acero,
Y el poeta también debería saber conducir un ataque.



OTROS POEMAS...


Poema de propaganda

En estos doce puntos
¿Acaso hay algo de extraordinario?
Todo aquel que sea un poco patriota
No los olvidará.
Hagamos de ellos un hábito
Para todos y cada uno.
Un pueblo y un ejército valerosos
No conocen nada imposible.
La raíz hace sólido al árbol,
El palacio de toda victoria
Se construye sobre el pueblo entero.


Una frazada de papel

Libros nuevos, libros viejos,
las hojas apiladas tan juntas.
Una frazada de papel
es mejor que ninguna.
Vosotros que dormís como príncipes,
resguardados del frío,
¿sabéis cuántos hombres presos
no pueden dormir en toda la noche?


Noche fría

Noche de otoño.
No hay colchón. No hay mantas.
No hay sueño. Cuerpos y piernas
encimados y entumecidos.
La luna brilla
en las hojas heladas de los bananos.
Detrás de los barrotes
la Osa Mayor se balancea sobre el Polo.


Los buenos  días que vienen 

Todo cambia, la rueda
de la gran ley gira sin pausa.
Después de la lluvia, buen tiempo.
En el pestañeo de un ojo
el universo se despoja
de sus ropas sucias.
A través de diez mil millas
el paisaje se extiende como
un precioso brocado.
Delicada luz del sol.
Brisas ligeras. Flores sonrientes,
cuelgan en los árboles, entre las
hojas chispeantes,
todos los pájaros cantan.
Hombres y animales vueltos a nacer.
¿Qué puede ser más natural?
Después de la pena llega la alegría. 


Libre, camino en  la montaña y  disfruto la vista 

Montañas. Nubes.
Más montañas. Más nubes.
Allá abajo un arroyo centellea,
brillante e inmaculado.
Solo, con el corazón agitado,
camino por el Macizo Oeste.
Y miro a lo lejos, hacia el Sur
y pienso en mis camaradas.


Poema estimulante

Todo pueden lograr
las doce recomendaciones.
Quien ama a su país
no las olvidará nunca.
Cuando el pueblo tiene un hábito
se comporta como un solo hombre.
Con buen ejército y buen pueblo
todo será coronado por el éxito.
Sólo cuando la raíz es firme,
el arbol puede vivir mucho tiempo
y la victoria tiene como raíz al pueblo.


http://www.cubadebate.cu/especiales/2019/09/02/ho-chi-minh-el-que-escogio-ser-humilde/#.X0nc18AzY2w


ESCRITOS DE HO CHI MING

                        


                    1920: Discurso en el Congreso de Tours

1930: Programa del Partido Comunista de Indochina

1939: Carta al Partido Comunista Indochino

1948: Acciones que "deben hacerse" y que "no deben hacerse"

1955: El leninismo y la liberación de los pueblos oprimidos.

1960: El camino que me condujo al leninismo

https://www.marxists.org/espanol/ho/index.htm



viernes, 28 de agosto de 2020

02 septiembre 1881 Fallece Francisco de Asís Mejía. Venezuela

              

FRANCISCO DE ASÍS MEJÍA
GENERAL EN JEFE



Historiadores y cronistas han sostenido hasta el presente que el ilustre prócer de la Independencia Nacional, nació el 4 de octubre de 1798 en Marigüitar, municipio Bolívar del estado Sucre. Hijo natural de Concepción Mejía, y se educó bajo la protección de su tío materno el presbítero Francisco Mejía, el cual se esmeró para que su sobrino recibiera una buena educación, lo que se verá por los resultados. No se puede extrañar que este guerrero luego se dedicara al periodismo y escalara posiciones como la de Ministro de Guerra y Marina y ostentara el máximo grado militar de General en Jefe, y candidato a la Presidencia de la República.


Francisco Mejía acogió como modelo de su vida la recomendación que daba el Libertador Simón Bolivar: “Mi sentir es que, la libertad depende de las virtudes, de la moderación y del amor a la gloria del ciudadano que, por sus talentos y grandes acciones, adquiere la confianza de sus compatriotas y una grande influencia sobre ellos, si emplea estas ventajas solo en enseñarlos a ser libres, dándoles el ejemplo del respeto y obediencia debida a las leyes, que aseguran los derechos de sus conciudadanos para que sean respetadas de todos”.


Mejía entra en acción bajo la égida de Santiago Mariño, pundonoroso militar, altivo en exceso, conductor de firme y decidido carácter, que lo lleva a rivalizar con el Libertador. Bajo el mando de este héroe leyendario, participa a los 15 años, en el bloqueo y toma de Cumaná, en 1813.
MANUEL PIAR

No hay noticias de su actuación en esa campaña, pero no ha debido ser ignorada, puesto que se queda prestado servicios a la causa en la zona de guerra hasta 1814, y es noticia al participar en la aciaga Batalla de la Sabana del Salado, cuando el General Manuel Piar, en inferioridad de condiciones, enfrentó a aquel terrible gladiador que fue el general español José Tomás Rodríguez Boves. Este titán victorioso acuchilló a más de dos mil cumaneses, ríos de sangre vertieron entonces los más inocentes, la Cartago de América, fue llamada nuestra ciudad, al paso del furioso Cesar, que se cebó en las mujeres y los niños, cuenta su propio Vicario, que enturbiaron las cristalinas aguas del Manzanares, y no podemos menos que intuir las pesadillas de aquel soldado superior ante el martirio de su pueblo; pero su coraje no decae, y enseguida, lo encontramos en persecución del Asturiano temible hasta Urica, su tumba al fin, del émulo de Atila; y, continuó luego batallando al lado del invencible “Ayax” venezolano, aquel guerrero inmortal que fue el General en Jefe José Francisco Bermúdez.


SANTIAGO MARIÑO

Las derrotas de 1814 no hicieron mella en él, pasó a las guerrillas de los llanos de Maturín, en conocimiento de las hazañas de José Tadeo Monagas, Jesús Barreto Ramírez, y otros audaces lanceros, que se batieron en mil escaramuzas contra las partidas realistas que fueron a su encuentro; y también participa en guerrillas en las intrincadas faldas y montañas del majestuoso Turimiquire, comandadas por el genio guerrero del Coronel Domingo Montes, a quien los españoles llamaban “El Diablo”, y decían que las balas no lo herían, y cuyas hazañas son cantadas por nuestros trovadores. De tal suerte, este guerrero adolecente se destaca en 1816, cuando forma parte del Estado Mayor de Mariño, acantonado en Catuaro; y después, en 1818, es segundo del General Antonio José de Sucre, Jefe De Estado Mayor de la División de Oriente, que comanda el General José Francisco Bermúdez, y asedian la Plaza de Cumaná.


BERMUDEZ

Pero su encuentro definitivo con su destino y la historia, lo alcanza después de adquirir una férrea disciplina, tras duro y diario batallar, dándole el frente a la muerte bajo el hálito de la gloria, cuando el 30 de mayo de 1818, el émulo del formidable “Ayax”, el General José Francisco Bermúdez, lo llama para que ocupe el cargo de Secretario de su Estado Mayor, y desde entonces, lo acompaña en las más extraordinarias acciones de guerra, en importantes y peligrosas misiones y en todas las campañas del gran jefe oriental, que es lo mismo que decir que en la biografía de Bermúdez, escrita por él, se pinta de cuerpo entero.


Para conocer el carácter irreductible de Mejía, mencionaremos un pasaje de su actuación contra Páez, cuando el llanero era jefe todopoderoso en tiempos de la Gran Colombia; por aquellos tiempos se murmuraba, se comentaba que algunos partidos intentaban poner una corona en la cabeza de Bolívar, e imponer a Colombia la Constitución Boliviana, redactada por el Libertador, eran rumores, pero que produjeron mucho malestar y profundas divisiones en el mundo político y militar del Departamento de Venezuela. Todo ello, además de muchos desaciertos de Páez en el gobierno; entonces Mejía inicia una vigorosa campaña de prensa en Cumaná, contra aquel estado de cosas. Páez alarmado y engreído envía al General Francisco Carabaño, otro insigne Cumanés, para arrestar al general Mejía y llevarlo ante Páez en Caracas. Mejía, no acepta ir en calidad de prisionero, pero se trasladó bajo palabra, y se entrevistó con Páez, que le da explicaciones, Mejía se da cuenta de la terrible situación por la que atraviesa la Gran Nación, obra cumbre del Libertador, que costó tantos años de sacrificio, y no solo acepta a Páez, sino que también se incorpora al trabajo político de recuperar la confianza en el Libertador, y en la unión de la Gran Patria; entonces se traslada a Margarita y Cumaná, para trabajar en favor de concederle al Libertador por tiempo limitado, el poder total y dictatorial de la Gran Colombia.
BARTOLOME SALOM

Cumple al lado del General Bartolomé Salóm, su delicada misión con la dignidad que siempre observó y por la cual fue dignificado. No fue fácil la labor en esta zona oriental que aspiraba la separación del poder central, pero una vez más el egregio soldado supo cumplir con las obligaciones contraídas.


Mejía es Bermúdez redivivo. Después de la muerte del gran Jefe cariaqueño, asesinado en Cumaná en 1831, libera su alma y comienza a caminar con el vestido que se había confeccionado al lado del invencible Bermúdez. Llamado el “Ayax” de los Libertadores, por otro cumanés, J. A. Cova. Entonces Mejía era representante de la provincia de Cumaná en el Congreso Constituyente de 1830 y se estrena en el campo de las grandes biografías históricas. Este libro, cuyo prólogo me fue encomendado, lo eleva en ese otro campo de la cultura, la historiografía, y nos obliga a su estudio, sin él la pátina del tiempo lo hubiera borrado y perdido el rastro de aquel pulcro soldado que solo aspiró en la vida cumplir con su pueblo dentro de las limitaciones de la jerarquía militar.

J. A. Cova, se pregunta: “¿Dónde está ahora el Áyax oriental? Con su sable va abriendo brechas por las enmarañadas montañas del Tigre. Su esclavina hecha girones es un remedo del desastre que va dejando a sus espaldas. Por los caños pantanosas de Güiria, en lucha abierta contra la naturaleza inclemente va a salir a las costas de Paria, para desafiar de nuevo la adversidad entre los muros humeantes de Cartagena de Indias. Troya de América, que nuevamente lo empuja al mar a pastorear las tormentas que va arrastrando su vida cual si fuera un personaje de Esquilo”.

Para conocer el alma de Francisco Mejía, oigámoslo llorar la muerte de Bermúdez: “Adonde está el héroe con quien deba compararte, invicto Bermúdez? Adonde? Quien sino Marte mismo podrá disputarte la intrepidez y el valor? ¡Oh memoria fatal! Tu bañas mis mejillas con copiosas lágrimas y el más intenso dolor embarga mis sentidos! ¡Oh Bermúdez infortunado! ¡Tú has muerto! Tú reposas en la mansión eterna pero tú vivirás siempre en el corazón de tus compatriotas y de tus amigos. El mío alimentado con el sentimiento del más puro reconocimiento no te olvidará jamás. Sobre la fría losa en que yaces, allí lo juro secretamente”.

JOSE TADEO MONAGAS

En 1835 el incansable soldado participa en la Revolución de las Reformas al lado de Santiago Mariño. Derrotado elije el exilio. Regresa a su Patria y otra vez va al Congreso representado a Cumaná; pero al poco tiempo vuelve a vestirse de soldado y acompaña como Jefe de Estado Mayor a su antiguo camarada de las guerrillas de 1814, el General en Jefe José Tadeo Monagas, y al triunfar se establece en Caracas en forma definitiva. Se dedica a escribir y es llamado para ejercer cargos importantes como el de Juez de Primera Instancia, Jefe de Estado Mayor y Ministro de Guerra y Marina. Luego de aquella magnífica hoja de servicios, en 1863, a los 66 años, después de rechazar la candidatura a la Presidencia de la Republica, lleno de merecimientos por sus servicios a La Patria, el Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, le dio el grado de General en Jefe, grado este con el cual es reconocido por la historia.


El 2 de septiembre de 1881, muere en la ciudad de Caracas a la edad de 84 años. Sus ideales estan latentes en todo el Territorio Nacional, muy particularmente en los hijos de los municipios Bolívar y Mejía del estado Sucre.

Autor:
Hernán Muñoz Villafuerte

01 septiembre 1846 Insurrección Campesina. Venezuela

 


¿Qué llevó a rebelarse a los campesinos venezolanos en 1846?

Francisco "Indio" Rangel

En septiembre de 1846 se da inicio a las rebeliones campesinas que preludiaron la Guerra Federal. Se trata de un hecho sobre el que aún hay mucho que investigar y contar, pero que revela lo profunda que era la crisis social de la Venezuela que dejó la Guerra de Independencia. Una brecha insalvable separaba a los grupos económicamente poderosos de las grandes masas empobrecidas, que vivía entre la miseria y los conflictos por el poder de caudillos y terratenientes. Veinticinco años de aguda tensión se vieron agravados por la crisis que golpeó al país al caer los precios internacionales del café, del que dependía su economía. A eso le siguió el fraude electoral de 1846. Pero esas circunstancias son solo una parte de la explicación. Este dossier busca aportar elementos de juicio para comprender las causas del alzamiento popular que por primera vez vio a Zamora a la cabeza del combate. 



La ira del Indio

ZAMORA

Mientras Zamora se liaba a puños en Villa de Cura, Rangel se alzaba en Magdaleno. No le fue difícil encender la insurrección. Ya había grupos de campesinos, manumisos y esclavos dispuestos a rebelarse. La crisis que azotaba al campo, aunada a las medidas de embargo, confiscación y remate de tierras a favor de los comerciantes-prestamistas había empeorado las condiciones de miseria en las que vivían. 
A las condiciones de vida de la masa de desposeídos que padecía los rigores de la miseria, se le sumaba un elemento poderoso: la conciencia que el propio Zamora había despertado. Zamora llevaba años promoviendo las idea liberales entre la gente, incluidos los sectores pobres. Desde 1840, Zamora advirtió que entre esos crecía el había rechazo a la oligarquía que gobernaba desde Caracas y sostenía el régimen económico que mantenía a las grandes mayorías sometidas a la explotación y sin posibilidades de acceso a la propiedad ni a la participación política.
 Cuando comenzó a circular el periódico El Venezolano, ese mismo año, Zamora se convirtió en un divulgador de las arengas de Antoni o Leocadio Guzmán, cabeza del también recién nacido Partido Liberal. Desde su pulpería en Villa de Cura, salí a recorrer el campo, y les leía a los campesinos las opiniones, novedades y denuncias que llegaban desde Caracas.
FEDERICO BRITO FIGUEROA

Federico Brito Figueroa, en Tiempo de Ezequiel Zamora, cuenta que en 1844, cuando a Guzmán se le intentó juzgar por difamación e injuria, la noticia enardeció a la gente que escuchaba la información leída por Zamora. El 9 de febrero de ese año, una multitud cercó el tribunal donde se le pretendía imputar por tales cargos. Cuando en Villa de Cura y sus alrededores escucharon eso, los habituales escuchas de El Venezolano estallaron en júbilo.
Los frutos de esa tarea de agitación que Zamora había llevado adelante, los recogió Rangel cuando se declaró en rebeldía. En menos de una semana ya había más de 300 personas en acción bajo su guía. El 3 de septiembre tomaron la hacienda Yuma, propiedad de Ángel Quintero, para entonces secretario del Interior y Justicia, enemigo del proyecto liberal y cómplice del fraude electoral. Allí comenzó en forma la guerra contra la oligarquía. Se liberó a los esclavos, se quemaron los títulos de propiedad y se fusiló a los empleados de confianza de Quintero.

Un solo ejército 
Una semana llevaba incendiada la tierra aragüeña cuando al fin se encontraron los dos líderes. Desde el primer momento, quedó constituido el comando de lo que pasó a llamarse el Ejército del Pueblo Soberano, su jefe, Ezequiel Zamora, en grado de general. El segundo al Mando, Francisco José Rangel, en grado de coronel. A ellos se suman guerreros como Rosalio y Concepción Herrera, Segundo Martínez, Evangelista Cabeza, José Antonio Tovar, Gregorio Matute, Pío Avilán, Manuel Puerta, Luis Hernández, Indio Simón, Juan Martínez, Pedro Rodríguez, José Manuel Aponte, Tiburcio Herrera, Juan Utrera, El Negro Infante, Pedro Centeno, Pedro Pérez, Simón Flores Juanicote Aponte, Pedro Aquino.
A partir del 9 de septiembre, una reunión entre el general y el coronel del Pueblo Soberano, La Mulas, Lo que era prácticamente una poblada, una banda espontánea, comenzó a organizarse en cuadrillas, en patrullas, en partidas guerrilleras. “A partir del 10 de septiembre de 1846 no hay aldea o caserío de las regiones mencionadas donde no se agrupen los peones, manumisos y esclavos bajo las banderas del programa principio alternativo, elección popular, horror a la oligarquía, tierras y hombres libres, señala Brito Figueroa. El historiador, biógrafo e intérprete del pensamiento de Zamora, dibuja el panorama de la siguiente manera, en Tiempo de Ezequiel Zamora:

“En la primera quincena de septiembre, inspirados en el ejemplo de Francisco José Rangel, se organizan grupos armados en Valencia, La Victoria, Cagua, Guanare, Barinas, Ocumare del Tuy, Tacarigua, Capaya, Ocumare de la Costa, Choroní, El Consejo, Las Tejerías, Turmero, Maracay, Charallave, Cúa, San Juan de los Morros, Calabozo, Altagracia de Orituco, Valle de la Pascua, Morón, Alpargatón, San Juan Bautista del Pao, El Baúl, Puerto Nutrias, El Sombrero, Tinaco, Tinaquillo y Cariaco. El 6 de septiembre, José Oroncio Castellanos, peón de una hacienda de Los Guayos, y 23 hombres de a caballo armados de lanzas enastadas derrotan la patrulla del Comandante Roa y se apoderan de armas y vituallas”.
 La tempestad se desata al grito de “¡Tierra y hombres libres”, “¡Horror a la oligarquía”. La insurrección durará dos años y será derrotada. Pero se reanimará más tarde, con la Guerra Federal.

Jefes de las partidas rebeldes y locaciones de su acción ( 1846/1847)

Rosalio y Concepción Herrera (Llanos de Calabozo)
Segundo Martínez (La Platilla)
Evangelista Cabeza (Llanos de Canuto y Tiznados)
José Antonio Tovar y Gregorio Matute (Guardatinajas y Las Galeras)
Pío Avilán (Camatagua)
Manuel Puerta (Camaguita)
Luis Hernández (Memo)
Indio Simón a la cabeza de negros e indios Guaribe (El Potrero)
Juan Martínez (Tucupido)
Pedro Rodríguez (Chaguaramas)
José Manuel Aponte (Valle de Tiara)
Tiburcio Herrera (Cerro Azul)
Juan Utrera (El Cacao)
El Negro Infante (Llanos de Cardoncito)
Pedro Centeno (Llanos de Lezama)
Pedro Pérez, Simon Flores Juanicote Aponte y El Tirano (Llanos del Calvario)
Pedro Aquino (Rio Unare hasta Orituco)
 

El Indio Francisco José Rangel precursor de la Guerra Federal

Isrrael Sotillo


La Venezuela de la década de los 40’ del Siglo XIX, era fundamentalmente aldeana, los hombres y las mujeres del campo sobrepasaban el 50 por ciento de la población. Se vivía bajo la propia dictadura del terror y del ultraje tanto en las haciendas, como en las fincas ganaderas. La poca instrucción y las enfer­medades contagiosas hacían estragos en el medio rural: la tisis y el paludismo, y la acción de los caudillos regionales, se unificaron en contra de los miserables de la Venezuela desheredada. El resultado: que la intranquilidad se fuera apoderando, tanto de los campesinos enfeudados, como de los pequeños propietarios y de los negros esclavos, es decir, de todos los sectores de aquella economía rural; quienes, por cierto, hacía un rato largo andaban en “una búsqueda” que les permitiera cambiar las condiciones de vida que le ofrecía el “orden establecido”.


La insurrección campesina de 1846, es considerada como la primera actuación política autónoma de los hom­bres del campo en Venezuela, comenzó de manera espontánea el primer día del mes de septiembre de aquél año, precipitada por la represión armada contra los campesinos en los valles centrales, con ocasión de la elec­ción de primer grado a celebrarse en el país. Fue espontánea porque estaba exenta de un plan mínimo que estructurara previamente el levantamiento insurreccional. Se inicia con el alzamiento de Francisco José Rangel al frente de trescientos peones manumisos y esclavos de las haciendas de Pacarigua y Manuare al sur de Carabobo. La primera acción fue la toma de la población de Güigüe, hecho que se materializa el 2 de septiembre al grito de “¡Viva Antonio Leocadio Guzmán, viva Venezuela libre, tierras y hombres libres, oligarcas temblad!”. En esta ocupación, consiguen detener al alcalde Jerónimo Lovera y al secretario de la Alcaldía José Domingo Va­liente., quienes son puestos en libertad por requerimientos del sacerdote de la parroquia, presbítero Gaspar Yánez.

Francisco José Rangel venía de pelear en la guerra de Independencia donde sirvió bajo la dirección del general Pedro Zaraza Es casi seguro que combatió en la segunda gran gesta, es decir, en la batalla que inmortalizó al Negro Primero (Pedro Camejo). Estuvo al lado de los constitucionalistas en la época de la Revolución de las Reformas que estalló el 8 de julio de 1835 y cuyo postulado principal era: “Restablecer los principios del sistema popular, representativo, alternativo, responsable, hollados y pisados por las facciones ocultamente tramadas por los encarnizados enemigos de la Independencia y libertad de América”. Y así, el Indio Rangel ayudó a restituir el orden en su comarca.
El mismo día de la insurrección partió de Tacasuruma y emprendió el reclutamiento de sus futuros combatientes y la recolección de víveres, armamentos, caballos y mulas, y pertrechos de guerra en los poblados próximos. Rangel se autonombró coronel en jefe y designó como segundo comandante al capitán Santos Rodríguez. Con las consignas de “libertad para los esclavos y repartición de tierra para todos” se le unen los hombres de color y la peonada campe­sina
En la alborada del 3 de septiembre irrumpen en la hacienda Yuma cuyo propietario era Ángel Quintero, Secretario del Interior y Justicia y uno de los personajes más obcecados e impetuosos de la República Oli­gárquica, ideólogo de la represión contra los periódicos de la oposición liberal y cómplice de los pillajes electorales sucedidos hasta el año 1845. En el hecho, los revolucionarios liberan a los esclavos, invitan a los asalariados de la finca a incorporarse a sus filas, le pegan candela a los documentos de propiedad y ejecutan a varios de los serviles de Quintero, quien no fue ajusticiado por encontrarse en Valencia.

 

Una economía monoproductora y explotadora alimentó el fuego de la insurrección 

por: Romer Carrascal

Las rebeliones campesinas de 1846, no solo respondieron a la coyuntura política derivada de los conflictos por las elecciones locales de agosto, sino que se gestaron en el seno de una sociedad en crisis que arrastraba las deudas de una costosa de guerra de independencia. El país sucumbía ante la escasez de población y de fuerza de trabajo, y la incapacidad de control efectivo del territorio por parte del Estado. Además, persistía la esclavitud y las leyes, lejos de garantizar la igualdad y libertad entre los ciudadanos, condenaba a la mayoría de ellos a sujeción y la servidumbre. 

Según datos de Agustín Codazzi en su Resumen de la Geografía de Venezuela, para principios de la década de 1840, Venezuela contaba con una población de 945. 348 habitantes. Las provincias de Caracas, Barquisimeto y Barinas eran las más pobladas, y las de Apure y Margarita las menos pobladas. Del total de la población, 52.415 eran “indios independientes”, 14.000 “indios reducidos de raza pura y costumbres más suaves”, 155.000 “indios reducidos ya con las costumbres y usos del país y con ciertos caracteres de familia que los hace distinguir”, 260.000 “blancos hispanoamericanos y extranjeros”, 414.151 “Razas mixtas de europeos, criollos, indios, raza africana y mezcla de mezcla”, y finalmente 49.782 esclavos. 
Federico Brito Figueroa, por su parte, en su Historia Económica y Social de Venezuela, afirma que para 1847 la población venezolana ascendía a 1.267.692 habitantes. La mayoría se concentraba en la provincia de Caracas, con 339.074 habitantes.

 Esclavitud y trabajo libre 
En la estructura económica de entonces, coexistieron dos tipos fundamentales de mano de obra, la regida por la esclavitud, y la de trabajadores libres (peones, campesinos, arrieros, llaneros). En la medida en que la mano de obra esclava se convirtió en una carga para los hacendados, esta fue sustituyéndose progresivamente por vías jurídicas, como La ley de Manumisión de 1830, hasta su completa abolición en 1854 durante la presidencia de José Gregorio Monagas. 
Según Brito Figueroa, ya en la cuarta década del siglo XIX, había en el país 9.125 plantaciones en situación de cultivo y 30.565 hatos, valorados en 90.087.818 pesos, y la mano de obra utilizada en estas dos formas de actividad económica ascendían a 215.124 personas. De ese total, 179.165 eran trabajadores rurales y 35.959 eran esclavos en sentido jurídico. 
Otro de los factores que influyó en la sustitución de la mano de obra fue la progresiva sustitución de la producción de cacao por la del café como el principal rubro de exportación. Para el periodo fiscal de 1841-1842, del total de exportaciones el café representaba un 44.8 % del total, mientras que el cacao comprendía un 16.5 % del total de las exportaciones. 

El costoso café 
El café era una cosecha estacional que requería mucho trabajo en cortos periodos de tiempo, por eso el costo para mantener una fuerza de trabajo permanente en las plantaciones no era rentable. Sin embargo, una de las principales quejas de los hacendados era la carestía de mano de obra apta y disciplinada para la agricultura. 

El carácter estacional del cultivo del café agravaba la situación que planteaban los altos costos de producción, pues propiciaba la constitución de una mano de obra móvil, que prefería las actividades económicas de subsistencia a las ofrecidas en las haciendas. Para la década de los cuarenta, en las haciendas solo se podían ganar alrededor de entre 10 y 20 centavos al día, y cuatro pesos mensuales, en contraste con los 20 o 25 pesos mensuales que ganaban algunos policías rurales. 
Sin embargo, los hacendados alegaban en 1849, que aún estaban pagando más de lo que podían soportar. En muchas ocasiones, los trabajadores cobraban en mercancías o fichas que podían cambiar por artículos que les suministraba el hacendado. Estos productos exhibían etiquetas con precios inflados, y el costo, más un beneficio para el hacendado, era recuperado a expensas del trabajador. Este sistema se convertía en una sujeción de los trabajadores a los hacendados.

La opresión laboral 
Ante la queja de la falta de mano de obra apta para la agricultura y la poca laboriosidad de los campesinos, se establecieron una serie de normativas legales para evitar la “vagancia” de los trabajadores. Así, un conjunto de ordenanzas establecieron el régimen de control de los trabajadores libres que regía desde la contratación hasta la persecución y el castigo de los campesinos que pretendían librarse de la sujeción a los terratenientes. 
Es destacable entre estas normativas, las “Ordenanza de los llanos de 1811”, que establecía: “Toda persona que viva en cualquiera parte de los llanos (…) deberá tener oficio honesto, y recogido de que mantenerse y que le redima de la nota de vago; pena de que, encontrándose sin aplicación alguna será juzgado por tal, y por la primera vez a fin de hacerlo útil, entregado a un dueño de hato o mayordomo que lo sujete y haga servir en él, por el precio que considere prudente, según el uso común de dichos Llanos; y por la segunda vez será condenado a presidio por un año”
 

Cada provincia tenía sus propias normativas, por lo que la documentación es extensa, pero en términos generales debía cumplir los siguientes principios: todo campesino debía tener una propiedad que produjera lo suficiente para el sostenimiento propio y de su familia, o tenía que estar al servicio de un patrono que le suministrara lo necesario para subsistir (Reglamento de Policía de la Provincia de Caracas. 8 de Diciembre 1834). Todo jornalero que no estuviera empleado en una hacienda, seria acusado de vago, se le procesaría y se destinaria al servicio de un patrono.
Otro principio era que todos los jornaleros debían empadronarse en los registros locales (en los cuales se dejaba constancia de los datos personales, el patrón para quien trabajaban el contrato vigente, las deudas contraídas con el patrón y su comportamiento). Cumplido este registro se les asignaba una boleta, sin la cual no podían transitar ni contratar libremente con el patrón. De hecho, los trabajadores estaban subordinados a los terratenientes, en todos los aspectos del empleo, y tenían que renunciar a la jurisdicción de su domicilio por la de su lugar de trabajo.
 Las normativas operaban a través de los microsistemas políticos de los hatos y las haciendas. Los hacendados actuaron como responsables de las ordenanzas y con mucha frecuencia, organizaban patrullas y ellos mismos aplicaban justicia. Finalmente, se establecieron fuertes castigos hacia los infractores de las ordenanzas, y las autoridades locales quedaron facultadas para apresar y castigar como vagos y maleantes a quienes no estuvieran empleados, a quienes huyeran de sus empleos sin estar solventes con los patronos e incluso a quienes establecieran labranzas en los sitios de inspección.
Pero en la sociedad rural venezolana la aplicación de la ley tenia estrecha relación con su capacidad de coerción. Dicha capacidad era atribuida a las rondas de policía, que debían garantizar el cumplimiento de las normativas. Muchas veces las autoridades provinciales se quejaron de la falta de recursos para la implementación de las ordenanzas por lo cual exigieron en 1840 la organización de una policía a nivel nacional. Demanda satisfecha en 1854 con la aprobación de un código policial a nivel nacional.
En la fuerza de trabajo también estaban incluidos los menores. Los niños sin padres o apoderados eran contratados como sirvientes sin sueldo por un periodo generalmente fio de dieciocho meses, después de esto podían ser contratados en los términos usuales. Menores eran generalmente considerados los niños de menos de catorce.
Además de las ya mencionadas, otras disposiciones afectaban los derechos de los trabajadores. Los peones que faltaran el respeto al hacendado estaban sujetos a sentencias de cárcel. Los que estaban clasificados como jornaleros no podían alquilar los servicios de otros trabajadores, se les prohibía trabajar la tierra perteneciente a la nación, así como erigir casas sobre ellas. Incluso hubo intentos de clasificar indiscriminadamente como jornaleros a todos los pobres del campo, lo que significaba, restringir su movimiento, someterlos al hostigamiento policial, y despojarlos de los privilegios del voto, ya que hasta que la constitución de 1857 lo aboliera, el derecho a sufragar en las elecciones primarias estaba supeditado a la renta y a la propiedad.
 En este contexto los hacendados actuaban con impunidad, de forma que prorrogaban o ignoraban arbitrariamente los contratos, negaban libretas a los trabajadores, y aceptaban los servicios trabajadores endeudados que había abandonado su último puesto.

El régimen conservador 
La premisa de los gobiernos conservadores, era la de generar el progreso de la nación a partir de la promoción de la exportación agropecuaria, para lo cual el sistema fiscal se ordenaría en aras de reducir los impuestos a la exportación, de manera que se generaran las condiciones y garantías para atraer capitales e inversión. De esta forma se buscaba articular la economía nacional con el mercado internacional con todos los derechos y responsabilidades de una nación libre. 
Esa estrategia explica las leyes de Libertad de Contratos del 10 de abril de 1834, y la de Espera y Quita de 1841, creadas para atraer capitales e inversión a al sector agrícola, y garantizar los máximos beneficios a la inversión extranjera, atendiendo a la premisa de la no intervención del estado en la Economía. Pero en detrimento de la enorme masa de campesinos, hacendados y productores.
De igual forma, una política fiscal en la cual los principales ingresos se derivaban de los impuestos a la importación, (sobre la cual no existía un completo control), y de fórmulas de endeudamiento para garantiza el mínimo funcionamiento de las actividades del Estado y los gastos por las rebeliones y alzamientos en el territorio, generaron un cuadro critico que se tradujo en constantes reducciones del gasto público. A eso se sumaba la constante reticencia a apoyar directamente a hacendados y trabajadores, lo que favorecía a los prestamistas e inversores e incidió en la pérdida de credibilidad por parte del país antes las instancias de crédito y financiamiento.

La crisis y el estallido 
Lo que se escapaba al análisis de los gobiernos de la joven república, era que esa inserción en el mercado internacional no se establecía en términos de igualdad entre las naciones, y que las características de la economía venezolana, con tendencia a la monoproducción, la hacían vulnerable de caer en ciclos de expansión y crisis ante al ascenso y caída de los precios de los principales rubros de exportación. Esa condición también hacía débil al país frente a las políticas económicas de los centros de poder, como Gran Bretaña.
Justamente este fue el escenario en el cual se desarrolló la importante crisis de la década de 1840. Después de un periodo en el que la economía agropecuaria tuvo un importante desarrollo y expansión, en 1842 esta experimentaría una importante contracción, debido a las fluctuaciones del mercado internacional. La concurrencia de un grupo creciente de competidores hizo sumamente difícil la colocación de algunos productos venezolanos en el mercado internacional, principalmente en el mercado británico.
 Las bondades y rápidos beneficios que habían ofrecido los precios del café, hizo entusiasmar a los productores de Sumatra, Java, Manila, Brasil y Cuba. De igual forma, el consumo y la demanda de café aumentaron por parte los ciudadanos de la Gran Bretaña, lo que llevó a que la Corona tomara mediadas proteccionistas en 1840, fijando un arancel de importación muy elevado al café extranjero, pero concedió un permiso para nacionalizar el café de las colonias españolas y holandesas del Oriente, en algunos puertos del imperio.
En este sentido el café de posesión británica debía pagar un derecho equivalente a 24 centavos venezolanos, mientras que el café embarcado en Sur América debía pagar un arancel equivalente a 40 centavos. El impacto de esto en Venezuela fue más allá de los negocios y alimentó las tensiones que desembocarían en las insurrecciones campesinas de 1846 a 1848.



Manuel Carrero: En el pueblo había “una decisión espiritual y moral” de insurrección Zamora encauzó la lucha de todos los sectores “que frente al poder no tenían posibilidad” 

por: Jeylú Pereda

El Valiente Ciudadano encabezó una rebelión en la que coincidieron campesinos, siervos, y propietarios de tierras expoliados por “comerciantesprestamistas-usureros”

 

A pesar de los vaivenes del silencio, el tiempo ha sido testigo de cómo el pensamiento de Ezequiel Zamora logró fugarse del “más absoluto secreto” en el que fue enterrado su cadáver. Tal es su alcance, que se convirtió en una de las raíces ideológicas que sostiene la propuesta política que abrió las puertas del siglo XXI en Venezuela: La Revolución Bolivariana. 
A decir del historiador Manuel Carrero, “el papel de Zamora ha resistido la crítica del tiempo porque sus planteamientos estuvieron consubstanciados con la causa del pueblo y la justicia social”. La consigna “Tierra y hombres libres” dejó en claro su lucha frontal contra la esclavitud y el latifundio. Bien señala la historiadora Rossana Álvarez –en Memorias de Venezuela N°11– que la firmeza de su ideario lo convirtió “en un elemento sumamente peligroso para el futuro y la estabilidad de las oligarquías de todo cuño”. Sin temor a equivocarse, Carrero señala al Valiente Ciudadano como “el líder popular más importante de la segunda mitad del siglo XIX”. 
Pero, ¿qué aspectos hacen de Zamora un líder popular? Carrero explicó que tal afirmación se planta sobre el hecho de que Zamora encauzó los reclamos, no solo de la gente desposeída, sino también de los liberales, que eran hacendados y tenían recursos económicos. El vínculo es que ambos sectores “eran expoliados por los comerciantes usureros”; que se fueron erigiendo en el grupo más poderoso de la clase dominante de la época. 
En este sentido, agregó, cuando se dice que Zamora fue un caudillo popular es porque a través de él se expresaron todos los sectores “que frente al poder no tenían posibilidad”. Después de la guerra de independencia, comentó el historiador, no hubo ningún dirigente político o militar que llegara a tener tal consubstanciación con el pueblo como Zamora.
“Él era un hombre de pueblo; comía con ellos, cocinaba con ellos, dormía sobre un cuero, sobre hojas de plátano. Comía con las manos, sabía amansar un potro, conocía caminos, vestía de alpargatas y de sombrero”, expresó. 

En el capítulo “Meditaciones en torno a los documentos para una biografía de Ezequiel Zamora” –del libro Ezequiel Zamora general del pueblo soberano– el maestro Federico Brito Figueroa sostiene que Zamora “es, en suma, elaboración y hechura del pueblo venezolano; hecho que determina que en las pugnas sociales en las que participa, como figura de primer orden, logre expresar los sentimientos democráticos y las aspiraciones socioeconómicas de la masa popular venezolana”

INDEPENDENCIA SIN LIBERTAD
 

Zamora era un muchacho de 13 años cuando se erigió la Cuarta República, en 1830. Ante sus ojos estaba la paradoja de un país que había logrado la independencia de la Corona española, pero que negaba la libertad a un importante porcentaje de la población. 
Según el profesor Carrero, la guerra de independencia no significó mayor cosa para las clases desposeídas: esclavizados, peones, campesinos. Por el contrario, para los hacendados (productores) y los comerciantes –que también eran “prestamistas y usureros”– las circunstancias resultaron favorables, y a partir de 1830 se constituyeron en “el bloque histórico dominante”. 
Estos grupos tenían como fundamento de su riqueza la tierra y la posesión de esclavos. Bajo esa visión modificaron la ley de manumisión que se había aprobado en 1821, con lo que establecieron prolongar la liberación de las personas esclavizadas hasta cumplir los 21 años de edad; antes era hasta los 18. 
El joven Zamora también fue testigo de una sociedad que negaba los derechos políticos de la de la servidumbre –compuesta por exesclavos– y de los campesinos. Y así como un sector se convirtió en oligarquía, estos “pasaron a constituir la masa proletaria”. 
Carrero explicó que se trataba de “una masa enfeudada, pegada a la tierra”. No tenían riqueza y para vivir tenían que estar sobre un espacio que era propiedad de un latifundista. “Esa condición era suficiente para que los explotaran; pasaron a ser siervos del hacendado”. 

LA FRACTURA DEL PODER 
No tardó Zamora en ver al poder fracturarse. El profesor Carrero precisó que, entre finales de los años 30 y comienzo de los 40 del siglo XIX, sucedió la división de la clase dominante (productores y comercianes), lo que “originó diferentes situaciones en el segmento de la clase propietaria y dueña de la vida política y del Estado”. 
Los hacendados, detalló el historiador, quedaron en cierta forma bajo el control de los “comerciantes-prestamistas-usureros”. Aunque en la dinámica de entonces eran los dueños de tierras los que producían los rubros del campo, quienes se encargaban de exportarlos eran los comerciantes, que a su vez atendían el ritmo de las fluctuaciones del mercado internacional. 
Cuando había mayor demanda, el hacendado podía producir más; sin embargo, cuando venían las bajas, aunque tuviera muy buena cosecha, las exportaciones se reducían. Carrero explicó que al darse el segundo escenario, los hacendados tuvieron que recurrir a los comerciantes-prestamistas para que les facilitaran dinero para financiar las cosechas. 
En medio de esa circunstancia, el Estado –“para quitarse los problemas de encima”– aprobó –en el año 1834– una ley de libertad de contratos. De acuerdo con Carrero, esa legislación dio paso a una cantidad de préstamos que al final resultaban impagables. “Y como eran impagables, entonces las tierras iban a remates”, comentó el profesor. La mayor de las trampas, agregó, es que los prestamistas se ponían de acuerdo para que el día del remate en un tribunal no asistiera más nadie sino ellos, y así podían apoderarse de la tierra. 
Para entonces ser propietario de tierras no solo tenía repercusiones económicas sino también políticas. El país había sido organizado políticamente en provincias, cantones y parroquias y sus gobernantes eran elegidos a través de un proceso electoral poco democrático. 
El profesor Carrero detalló que solo podían votar quienes reunieran una cantidad de condiciones, entre ellas ser propietario de tierras y tener una renta anual determinada. “Era una elección que limitaba por la riqueza el derecho a votar”; lo que originaba “imposiciones, exclusiones, sanciones”. 

LA ESTAFA Y LA IRA 

Con el país dividido entre liberales y conservadores, llegaron las elecciones del año 1846. Zamora ya era un hombre con una formación ideológica clara, por lo que no era de sorprender que decidiera alzarse –al igual que el indio Francisco José Rangel– en contra del fraude que signó el proceso electoral. 
El profesor Carrero explicó que el Indio Rangel se fue hacia Magdaleno y Carabobo, donde logró reunir a unos 300 hombres entre esclavos, campesinos y peones. El grupo insurrecto invadió varias haciendas, quemó poblaciones y capturó a hacendados. 
Esta primera etapa de la insurgencia antiesclavista y campesina, señaló el historiador, está caracterizada “por una audacia tremenda, pero sin un programa”. Había algunos lemas: “Viva Venezuela, abajo la oligarquía, tierras y hombres libres, oligarcas temblad. Pero no se había constituido un proyecto”. 
De acuerdo con Carrero, muchos de los esclavizados que participaron en la rebelión constituyeron partidas a quienes “la literatura, que favorece la historia positivista, los califica de asaltantes y bandidos”. 
Estos grupos que se fueron formando no solo se deben tomar en cuenta porque ocasionalmente se reunían y llevaban a cabo acciones. Carrero considera fundamental entender que en ellos “había ya un espíritu, una decisión; estaba la convicción que venía de los tiempos de la independencia, había una conciencia intuitiva: nosotros fuimos a la guerra, nos ganamos la libertad”. 
Esto quiere decir, explicó el historiador, que había “una decisión espiritual y moral de gran parte de esa población de desacatar y de ser irreverente frente al poder establecido”. 

LA NECESIDAD DE LIBERTAD 

Para entonces “era la condición humana, social la que se rebelaba”, “necesidades primarias, como la libertad”, expuso Carrero. En este sentido, afirma que “el problema era social y económico, y se expresaba políticamente”. Frente a eso, “la moral de la República no tenía nada que ver, porque anteponía los intereses de la oligarquía”. 
El Indio Rangel, según describe Carrero, era un líder intuitivo: “Actuaba más por pálpitos epidérmicos”. Por el contrario, Zamora ya traía “una empírica formación intelectual”. Lo cierto es que Rangel va a reconocer el liderazgo de Zamora; y éste, que ya tenía todo su accionar a la propagación de ideas liberales –desde su pulpería–, se había hecho una figura conocida. 
Zamora pronto se convirtió en “el alma de la revolución por la prédica, el conocimiento, la táctica, la estrategia, el trato con las tropas”. Hizo del occidente un espacio suyo. Uno de los aspectos más importantes del liderazgo de Zamora es que “las medidas que va tomando son radicales, pero van de acuerdo con las necesidades del pueblo”, sostuvo Carrero.