El arte de Oswaldo Guayasamín, el Pintor de Iberoamérica, revive con motivo de su centenario
Los dolores, esperanzas y sentimientos de los indígenas y pueblos de Ecuador y América Latina quedaron inmortalizados en el pincel de Oswaldo Guayasamín (1919-1999), artista de la plástica que hoy cumpliría un siglo de existencia.
Su obra auténtica, contestataria y desde lo profundo del ser humano, lo llevó a mostrar la crueldad, la injusticia, el dolor, el amor y la ternura, de una manera original y que impacta por su profundo carácter humanista.
Muchas piezas salieron de sus manos, entre dibujos, retratos, pinturas al óleo, murales y esculturas. Entre las más significativas, sus grandes series, iniciadas con “Huacayñan”, palabra quichua que significa “El Camino del Llanto”, la cual recoge, en 103 obras, lo indígena, lo afrodescendiente y lo mestizo.
Luego hizo La Edad de la Ira, la más conocida de sus colecciones, en la que muestra horrores del mundo en el siglo XX, como los campos nazis de concentración, las bombas de Hiroshima y Nagasaki y la invasión estadounidense a Playa Girón, en Cuba, entre otros.
Más tarde, La Edad de la ternura, donde refleja la lucha de las madres del mundo por la justicia, por sus hijos, por una vida mejor y sus plegarias para conseguirlo.
Otra serie importante es la conocida como Las Manos, formada por 13 cuadros que van desde la dominación hasta la protesta, única salvedad de los pueblos ante los desmanes, a juicio del maestro.
Desde 2014 y hasta el mes pasado, el salón de los presidentes, en la sede de la Unión de Naciones Suramericanas, acogió la obra, que ya fue recuperada por la Fundación Guayasamín.
Cuentan en su haber, murales como La Imagen de la Patria, que descansa desde hace 31 años en la sala plenaria de la Asamblea Nacional, o Historia del hombre y la cultura, ubicado en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central de Ecuador, por citar algunos dentro del país.
Su trabajo más emblemático fue el complejo arquitectónico denominado La Capilla del Hombre, que no pudo ver terminado, pero recoge la mayor parte de su quehacer artístico como legado para este territorio andino y el resto del planeta.
Cada 6 de julio, las palabras del llamado Pintor de Iberoamérica recobran vida: “Mantengan encendida una luz, que siempre voy a volver'”.
Detalles de su vida
Provino de una familia humilde, siendo el mayor de 10 hermanos. Su padre fue de ascendencia indígena y su madre mestiza. “Tengo un 75 % de sangre india, y un 25% de sangre española. Soy un mestizo; pero bastante inclinado a la cosa india. Esto tiene una especificación para mi comportamiento”, manifestó Guayasamín en 1976.
Guayasamín trabajó como tractorista y luego como chofer. Pero fue la pintura la que lo conquistó desde niño. Según la biografía recogida por la Capilla del Hombre en Quito, el artista utilizaba leche materna para disolver las pastillas de acuarela. Esta era cedida por su madre, alimento de su hermano recién nacido.
Además, se conoce que fue expulsado de varios colegios donde caricaturizaba a sus maestros. Finalmente, en 1933 logra entrar a la Escuela de Bellas Artes de Quito, donde se destaca como estudiante y obtiene su título de pintor y escultor en 1940, cuando tenía 21 años.
Guayasamín y Cuba
- Fue el único pintor para el cual posó en cuatro ocasiones el líder histórico de la Revolución Cubana. Al primer retrato, del cual solamente se conservan fotografías, se agregaron otros en 1981 y 1986, y el último pintado en noviembre de 1995, pero entregado en un acto público realizado en La Habana a próposito del setenta cumpleaños de Fidel.
- Guayasamín, quien fue reconocido como Pintor de Iberoamérica en la IX Conferencia Cumbre celebrada el 16 de noviembre de 1999 en La Habana, nunca ocultó su firme postura antiimperialista, de apoyo irrestricto a la Revolución Cubana, a la lucha de los sandinistas en Nicaragua y del FMLN en El Salvador.
- “Como mejor me expreso es con formas y colores”, dijo en su última visita a Cuba, donde siempre se reconoció su grandeza como pintor y escultor y le fueron conferidas la Medalla Haydée Santamaría y la Orden Félix Varela, la más alta distinción que concede el Consejo de Estado de Cuba a personalidades de la Ciencia, la Cultura y las Artes.
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