lunes, 30 de marzo de 2020

Luis Salas: Macro y micro economía del coronavirus. Los próximos 90 días


15 y Último
Macro y micro economía del coronavirus. Los próximos 90 días
Por:Luis Salas
About Luis Salas
Sociólogo (Universidad Central de Venezuela). Magister en Sociología del Desarrollo UARCIS-Chile. Docente e investigador de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Investigador CLACSO. Premio Economía Política y Derechos Humanos Universidad de las Madres de la Plaza de Mayo 2011 (Argentina). Premio Municipal de Ensayo Sociopolítico Gustavo Machado 2015 (Venezuela). Fue Ministro de Economía Productiva y Vicepresidente Económico de Venezuela.


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«Sufrimos en la actualidad un ataque de pesimismo económico… Creo que esto es una interpretación tremendamente errónea de lo que nos está pasando. Estamos sufriendo, no por el reumatismo de la edad, sino por el dolor que producen los rápidos cambios, por el dolor de reajustarnos entre un período económico y otro.»
Jhon M. Keynes. Las posibilidades económicas de nuestros nietos

Intro

La conclusión de este informe es que lo inédito de la situación que estamos atravesando constituye el riesgo más grandes corrido en décadas. No estamos hablando solo de una epidemia de largo alcance y con desenlace imprevisible sino de una verdadera contracción global, que es más que un stand by o una ligera sacudida, como otras que hemos visto antes.
En estos momentos, más del 60% del comercio global se encuentra detenido. Y más o menos un porcentaje quivalente de la población mundial encerrada en sus casas. Entre tanto, todas las proyecciones suponen tanto una paralización de la capacidad de producir riqueza, como posibilidades muy altas de destrucción de las fuentes y medios mismos de producción de riqueza.
Pero igualmente concluye este informe que, para nuestro país, semajente escenario también implica una gran oportunidad, en el sentido que abre un compas de acción que hasta hace dos o tres semanas era impensable, a fin de recomponer sendas pérdidas y colocar ciertos caballos delante de ciertas carretas, que hasta ahora mal funcionan al contrario. A la vez de abandonar varias ideas tóxicas (autoregulación de los mercados, no intervención de los estados en la economía, déficit cero como lo más importante que todas las otras cosa, etc.) que deben definitivamente ponerse en cuarentena. Todo esto, claro está, si se actúa a tiempo y en la dirección correcta.
En virtud de lo anterior, comenzaremos haciendo un diagnóstico de la situación actual y la proyectada para los próximos 90 días, tanto para nuestro país como para el mundo, a objeto de tener claros y claras en dónde estamos y hacia dónde puede lanzarnos el curso de unos acontecimientos que marchan en pleno desarrollo. También comentaremos medidas económicas que han venido tomando los gobierno, en especial el venezolano, a objetos de capear el temporal.
Finalmente, ofreceremos algunas propuestas y alternativas de políticas que consideramos viables y perentorias, tanto en lo inmediato como a mediato y largo plazo, en el entendio que la dicotomía “la vida o la economía” es falsa: se puede atende las dos cosas a la vez, y de hecho, no se puede atender la primera sin atender la segunda y viceversa.

No habrán más días buenos hasta nuevo aviso

A estas alturas ya todxs estamos clarxs en el planeta que las consecuencias económicas del Covid-19 son tan o más graves que las epidemiológicas.
Esto no significa que el capitalismo o el sistema económico mundial vayan a desaparecer, como algunos se apresuran a profetizar una vez más. Tampoco el mundo. Lo que significa es que para una gran mayoría de personas y países, incluyéndonos, las cosas se van a poner mucho peores de lo que ya están en los días por venir.
De la misma forma, todo el mundo sabe ya que el Covid-19 afecta principalmente a las personas con enfermedades respiratorias preexistentes u otras condiciones que los debilitan. Pues deberíamos tener igual de claro que lo mismo aplica para las economías. Y ese es justo el caso de la global, y desde luego, del nuestro.
Por decirlo así: los efectos económicos del Covid-19, transformado en pandemia mundial, toman a la economía gobal como si de una persona obesa y diabética con severos problemas respiratorios se tratara. Y a nuestro país, como a una con neumonía y sufriente de la tensión que vive en un lugar muy contaminado. Sumada una cosa con la otra, las posibilidades de no salir bien librados de esta situación aumentan considerablemente.
Y nada de lo anterior se dice con ánimos de asustar. Como veremos más adelante, es lo que todas las proyecciones econométricas indican, incluso las más optimistas, tanto para nuestro país como para el mundo. En virtud de lo cual lo peor que podemos hacer es pretender que no pasa nada, o caer en uno de esos típico debates bipolares como el de defender el malojillo porque si o atacarlo porque no, en los que se les va la vida a buena parte de nuestros connacionales.

La noticia buena.

Ahora, pero puede que estemos aquí frente a uno de esos exraños casos en que las malas noticas son al mismo tiempo buenas. O potencialmente pueden serlo, al menos en el sentido de que el panorama pinta tan feo que no tenemos otra opción que no sea reaccionar y actuar.
Así las cosas, a lo que vamos, es que sin necesidad de caer en pánico, podemos aprovechar la ocasión para salir de la normalización de la anormalidad en la que nos hemos enredado en los últimos años. Ya la actitud de la rana hervida que se limita a ser resilente y adaptarse no nos sive, pues el riesgo que corremos es quedar definitivamente asados. El gobierno ya no puede limitarse a ser observador de la “autoregulación” del mercado hasta que éste (como antes dios) provea. O denunciador eterno de la maldad de los otros. Si es gobierno entonces debe gobernar. Y no hay ocasión más propicia urgente que ésta para hacerlo. Así como esta haciendo en lo epidemiológico, poniéndose por delante de la crisis, el gobierno debe hacerlo en lo económico.

Pero fuimos al FMI…

Claro que también es verdad que el gobierno solicitó un crédito de 5 mil millones de US$ al FMI, que hasta los momentos le fue negado, aunque según se afirma en prensa todavía anda regateándole al menos mil millones, lo que puede ser intepretado como síntoma de una preocupación que raya en la desesperación y que entonces no puede suponerse que no está haciendo nada.
Y tambien es verdad que existe el bloqueo y todo eso. E incluso, se lanzaron unas medidas.
Con respecto a lo segundo, estamos claros que todos y todas debemos hacer fuerza para que se levanten el bloqueo y las “sanciones”. Pero debemos ser conscientes que las posibilidades de que ello ocurra son remotas por decir lo menos. De hecho, lo más probable es que pase lo contrario, como le pasó a Irán y acabamos de ver con la negativa de permisar el avión de conviasa para repatriar a los venezolanos varados en Miami. O aún más con las recientes medidas adoptadas por el Departamento de Justicia norteamericano contra el presidente y demás lideres del gobierno y el chavismo.
Moraleja: no podemos quedarnos pegados en dicha solicitud y tenemos que actuar en consecuencia.
Con respecto a lo del FMI, quienes alegan que la ayuda solicitada no supone condiciones honerosas para el país o pecan de ingenuos o lo hacen de cínicos. Como quiera, en todo caso olvidan responder cómo hará un país con los default en que ha incurrido y los niveles de productividad a los que ha caído, para pagar en 3 o 5 años 5 mil millones de US$ si actualmente debemos más de cien mil.
Y en lo que refiere a las medidas anunciadas, pues, en buena parte el rollo central de este texto es que no son suficiente.
Pero antes de explicar por qué, caigamos en cuenta de lo siguiente:

Macroeconomía de una pandemia

Nos encontramos ante la primera situación de cuarentena global. Esto es: no existe antecedente de situaciones donde al mismo tiempo dos tercios de la población mundial y el comercio ídem se encuentren encerradas en su casa y paralizado al mismo tiempo. Y el tercio de personas que no lo está y el comercio que se está moviendo, lo hace en virtud de lo mismo: para combatir la pandemia o ser atendido de ella.
En consecuencias, el derrumbe de la economía está siendo global. Todos los informes oficiales de producción y consumo del primer trimestre de 2020 y lo estimado para el segundo así lo confirman. La pregunta ya no es si la eeconomía caerá o no. La pregunta es cuánto y hasta cuándo.
  • Todo indica que en la primera mitad de este año se registrará la peor contracción económica desde la Gran Depresión de los años 30 del siglo XX. Goldman Sachs, por ejemplo, estima para el segundo semestre de este 2020 una caída del PIB norteamericano de -24%: esto es casi dos veces la de la crisis financiera de 2008 y la mayor desde la 2da Guerra Mundial
  • El Instituto Internacional de Finanzas (IIF), entidad que agrupa a los principales bancos del mundo, apunta que la caída de Europa será de 18% anualizado en ese mismo período.
  • Para China, motor de la economía mundial, el IIF calcula que en el primer trimestre el derrumbe será de casi 19%, con una fuerte recuperación a partir del segundo para terminar el año con un crecimiento de apenas 3,5%.
Ahora bien, pese a lo mal que suena, estos son escenarios relativamente optimistas, en la medida que suponen que todo comience a solucionarse a partir del segundo semestre de este 2020. Pero otros analisis, como los de Oxford Economics, no lo son tanto.
  • Siguiendo en un escenario donde la situación epidemiológica esté controlada para el segundo semestre de este año, Oxford Economics estima una contracción global del -1,5, de -2,4 para los Estados Unidos, -4,4, para la Unión Europea y -0,1 para China, siendo que para el final del año la economía mundial podría empezar a alcanzar -apalancada por China- el mismo nivel ante de la crisis, lo que supondría un crecimiento cero en términos reales.
  • Pero si eso no pasa, es decir, si la situación epidemiológica lejos de solucionarse se alarga, las contracciones estimadas llegarían a -4,7 para la economía mundial, -8,4% para los Estados Unidos, -9,7% para la Unión Europea y -2,7% para China, siendo que para que la economia mundial alcance el nivel pre-crisis (el del último trimestre de 2019) habría que esperar nada menos que hasta el tercer trimestre de 2022.
  • Para el caso de latinoamérica, los pronósticos de la CEPAL de finales de 2019 preveían un crecimiento de 1,3% para 2020. Sin embargo, tras el coronavirus dichas proyecciones han sido revisadas a la baja. En estos momentos estima una contracción de -1,8% del PIB de la zona, lo que podría llevar a que el desempleo en la región suba en diez puntos porcentuales e implica que, de un total de 620 millones de habitantes, el número de pobres en la región suba de 185 a 220 millones de personas, en tanto que las que están en pobreza extrema podrían aumentar de 67,4 a 90 millones.
Hay que considerar que, contrario al norte global donde el invierno ya dio pasó a la primavera, en la suramérica andina y austral el otoño está comenzando y el invierno llegará con el fin de este primer semestre, que es tanto como decir que las temperaturas van a la baja. Y esto no es un dato menor, tomando en cuenta las características del coronavirus y su recurrencia de otras enfermedades respiratorias como la influenza estacional, lo que supone que los esfuerzos por aplanar la línea de contagio son más apremientas pues se tiene el ciclo estacional en contra. Pero por la misma razón, que de no lograrse tal cometido la situación hacia junio puede ser más grave que al actual espidemiológicamete hablando, trasladándose el epicentro de la crisis desde los Estados Unidos y Europa -donde se haya ahorita, luego de explotar en China- a nuestro tristes trópicos.
Todo esto lo anterior es independiente, no está de más resaltar, de que al comienzo de esta semana que acaba de pasar los mercados financieros mundiales se hayan recuperado, viviendo su mejor semana en décadas. El martes 24, por ejemplo, Wall Street vivio su mayor crecida en un día desde hace casi 90 años. Pero nada de eso supone que las expectativas de crisis y contracción económica mejoren. De por sí, la jornada del viernes 27 volvieron a desplomarse (hoy lunes 30 lo siguen haciendo) a la vez que las solicitudes de seguro por desempleo en los Estados Unidos cuadruplicaron los máximos históricos de 1982 y 2010. Todo indica que dicha volatilidad se mantendrá por un tiempo más, siendo una de las principales caracerísticas de la tormenta actual junto a lo vertiginoso de los acontecimientos.
A propósito de esto último, como señala Nouriel Roubini, economista norteamericano apodado Mister Doom desde que predijo la crisis financiera de 2008), durante la Gran Depresión y cuando la crisis financiera de 2008, los mercados bursátiles colapsaron el 50% o más, los mercados de crédito se congelaron, hubo quiebras gigantescas, las tasas de desempleo se dispararon por encima del 10% y el PIB se contrajo a una tasa anualizada del 10% o más. Pero todo esto transcurrió en un lapso de más o menos tres años. En la crisis actual, sólo hicieron falta 15 días para que el mercado bursátil de Estados Unidos se derrumbara 20% desde su pico, la caída de ese tipo más rápida de la historia.
Sumado a lo anterior, lo que hace más complejo todo el impacto económico global del coronavirus, es que arranca con un shock de oferta (es decir, un problema con la producción). El lockdown en China, que es la mayor fábrica del mundo y el inicio de casi todas las cadenas de producción globales, implica que los suministros y su transporte se han aralizado. Las medidas de distanciamiento social impiden a muchos trabajadores acudir a su trabajo, con lo cual la producción no tiene lugar y los servicios no se proveen. Y dicho shock se traslada a la esfera financiera retroalimentándose. El riesgo ahora es que este shock de oferta se pueda traducir, en la ausencia de intervención pública certera, en un severo shock de demanda, y por tanto, en una amenaza aún mayor para la estabilidad financiera y un círculo de vicioso contractivo.
Para que nos quede claro: la contundente evidencia de la enorme caída del consumo y de la producción en todos los países, obliga a considerar que las economías centrales o “desarrolladas” están por enfretar fenómenos más bien propios de eso que los analistas glosadores de las corrientes principales gustan llamar “estados fallidos”, o en su defecto, de zonas devastadas por desastres naturales: la detención súbita de la economía y la cascada de efectos magnificadores que pueden aparecer a continuación, más temprano que tarde, acarrearán desabastecimiento severo y tensiones varias. Aunque suene odioso decirlo, es la experiencia venezolana de los últimos años pero extrapolada a nivel global.
Esto sin entrar en las consideraciones y consecuencias geopolíticas de todo lo que venimos hablando, tema en el cual no nos vamos a meter pues nos extedería mucho más de lo conveniente este trabajo.

Y a propósito: Venezuela qué?

En un artículo publicado acá hace varios días, se comentaba que ya antes de la aparición del Covid-19 y su transformación en pandemia la situación de la economía venezolana era crítica.
  • Entre 2012 y 2018, que es el último año con que se cuenta con cifras oficiales de comportamiento del PIB, la economía venezolana se contrajo un -48,6%, tanto como decir que en seis años se redujo a casi la mitad del punto alcanzado en 2012.
  • Eso no tiene antecedentes en la historia remota nuestra. Y a nivel mundial equivale al descalabro de países en guerra abierta, como por ejemplo Siria.
  • Para el año 2019 no tenemos aún cifras oficiales. Pero estimamos una caída de -25%, en el entendido que se trató de un año sumamente complejo en lo político pero también en lo económico, dado el impacto de los apagones del primer semestre, el bloqueo, la caída de la producción petrolera y de la política monetaria restrictiva ortodoxa aplicada por Min-finanzas/BCV. Para el año 2020, utilizamos la proyección del FMI, con la cual coinciden la mayoría de los analistas.
  • Así las cosas, hablamos que entre 2012 y 2019, la economía venezolana se habría reducido en más o menos un 65% de su tamaño. Si a eso le sumamos el 10% proyectado para 2020, implicaría que al finalizar este año y pese a la burbuja del consumo dolarizado, la misma terminaría reducida en un -70% con respecto al tamaño que tenía en 2012.
Pero todo eso era antes de que supiéramos de la existencia del coronavirus, ahora la situación es otra y no para mejor:
  • Estimando un escenario conservador, en el entendido que la crisis del coronavirus tanto nacional como global dure todo el primer semestre del año, la contracción del PIB para este 2020 puede estar en el orden del -19%. Ahora, de extenderse más allá, podría remontar incluso a un -25%. Poco más poco menos, estaríamo hablando de un PIB equivalente al 20% del que teníamos en 2012-2013.
  • En el más optimista de los escenarios, no se espera que los precios del barril petrolero superen los 50 dólares por barril durante el año, estando la media en torno entre 25 y 30 dólares. De hecho, la cesta venezolana anda por debajo de los 20 $, lo que lo coloca por debajo del costo de producción. La contracción del PIB y el comercio internacionales, de las remesas familiares (se estima caigan al menos un 50%) más los efectos contractivos de la cuarentena criolla sobre una economía que arrastra más de un quinquenio de contracción, son factores que se conjungan para pintar un escenario económico bastante extremo.

La caída de las remesas y el fin del oxigeno dolarizador y la autoregulación de la economía venezolana

Este tema de las remesas merece una consideración aparte. Y aquí le tomamos la palabra al propio gobierno, quien del presidente para abajo ha afirmado que las mismas junto a la dolarizacion transaccional venía sirviendo para dar oxígeno a la estrangulada economía venezolana. Apelando y estirando la misma metáfora, habría que decir entonces que ese respirador artificial gracias al Coronavirus ahora ya no lo tenemos. O quedó operando a media máquina.
Yendo al grano: la caída en el flujo de las remesas implica que un número importante de familias que se vienen financiando por esa vía ya no podrán hacerlo. Esto tendrá un fuerte impacto en el consumo, lo que es tanto como decir que no solo se compromete el acceso a bienes y servicios de dichas familias, sino que, adicionalmente y en consecuencia, afectará a los comercios y prestadores de servicios receptores de este flujo, multilicando su efecto negativo. Por otro lado, supondrá una contracción de la liquidez monetaria paralela en divisas, lo que sumado a la escasez de bolívares derivará en un déficit severo de medios de pagos disponibles.
Adicionalmente, hay que tomar en cuenta que la caída de las remesas no será por tanto complicaciones técnicas (que también, dado el cierre de casas de envío o un osible recrudecimiento del bloqueo) como por las derivadas de la situación económica de quienes las envían en los países donde están. Muchos de los emigrantes venezolanos en el exterior están ligados a sectores que han perdido un dinamismo por la crisis, como comercio y servicios, motivo por el cual las posibilidades de quedarse sin trabajo o al menos sin salarios son bastante altas, con el agravante que al no tener la mayoría condición de ciudadanos, los paquete de ayuda que los distintos países aplcarán probablemente no los incluirán.
Lo que supone otra cosa: probabilidades bastante altas de retorno al país, lo que fuera de toda consideración afectiva supone riesgos epidemiológicos a la vez que suma demanda adicional de bienes y servicios a la malograda oferta disponible actual.

Sobre las medidas

En días pasados el gobierno nacional anunció en líneas generales y sin mayores explicaciones lo siguiente:
  • Pago de un bono a 9 millones de trabajadores de la economía informal.
  • Inamovilidad laboral hasta el 31 de enero
  • Suspención de los canon de arrendamientos de inmuebles de uso comercial o vivienda principal.
  • Pago de las nóminas a pequeñas y medianas empresas.
  • Un programa especial de rubros prioritarios de alimentos para los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).
  • Suspensión hasta por 6 meses los pagos de capital e intereses de los créditos.
  • Exoneración de impuestos para materia prima, bienes de capital e insumos para sectores estratégicos.
  • Prohibición por seis meses de corte de los servicios de telecomunicaciones y prestadores de estos servicios.
  • Modificación de aceso a créditos para pequeña y mediana industria y productores nacionales.
Como hemos venido señalando, en líneas todo eso parece estar bien. El problema es que tal vez habrían servido para escenarios menos complejos que los que tenemos, responden a una realidad que no es ya la nuestra y, en última instancia, más de una de dichas medidas no garantiza efectos anticrisis reales.
  • Este último es el caso de pagar las nóminas de los privados: se trata una carga presupuestaria al estado que desde solo sirve para subsidiar a los empresarios, sin que en la práctica se traduzca en seguridad laboral o salarial para los trabajadores o beneficios a los consumidores (no ha evitado que suban los precios, como todos hemos sido testio pese a los comromisos firmados co el gobierno en cadena naciona).
  • En cuanto a la innamovilidad, con la cual de entrada estamos de acuerdo, es tan impráctica en este momento como aquella intención de cobrar impuestos a las transacciones en dólares. Así como el Seniat nunca se ha ocupado de disponer del sistema fiscal para poder cobrar dicho impuesto, el gobierno mismo se ha ocupado de desmantelar por la vía de la mengua las inspectorías del trabajo o deja de atender las denuncias. Por lo demás, en el caso de que despidan a alguien en este coyuntura, la cuarentena se va a ocupar de no permitirle ir a denunciarlo suponieno que las impectorías estén abiertas.
  • En el caso de los arriendos, en los actuales momentos casi ninguno se hace por vía legal sino por la vía de hecho con divisas, de manera que en la práctica no hay cómo garantizar legalmente que se respeten, sin hablar que pasa lo mismo de las inspectorías con las instancias encargadas de hacer cumplir este decreto. Por otro lado, de no tomarse en cuenta a los arrendatarios, se está condenando a quedar sin ingresos a familias que han podido por esa vía financiar la actual coyuntura de caída estrepitosa de los ingresos.
  • Sobre la exoneración de impuestos a las importaciones estamos parcialmente de acuerdo. Nuestra observaciones es que debería acompañarse de una rigurosa discriminación de rubros exonerados al tiempo de subir los aranceles en aquellos casos en que no, tanto para compensar como para evitar se convierta en una vía de fugar divisas. Por lo demás, siempre hemos sido de la idea de que tales incentivos deben darse post y no pre. Es decir: no debería tratarse per se de una exoneración sino de una devolución, una vez se demuestre que lo importado fue en efecto destinado a una actividad productiva real. Por lo demás, medidas como estas funcionan (en el caso que lo hagan) entre mediano y largo plazo, que no so necesariamente los que tenemos.
  • Por otra parte, nos parece sencillamente incomprensible la exoneración impositiva no incluya la del ISLR a personas naturales y jurídicas, en este último caso hasta cierto umbral de ingresos a fin que no cubra a los grandes contribuyentes. Además de poco solidario, lo que terminará ocurriendo en la práctica es que mucha gente no pagará, solo que a efectos legales quedarán insolventes lo que les acarreará consecuencias a la hora de ciertas diligencias.
  • En cuanto al tema de los créditos estamos de acuerdo, pero igual lo consideramos insuficiente. De un lado, debe flexibilizarse la política de encajes bancarios tanto para el crédito comercial/productivo como para el individual/familiar, de manera que los hogares puedan complementar por esta vía -tarjetas de crédito por ejemplo- el consumo de alimentos, medicinas y otros bienes esenciales.
  • Entendemos que la preocupación en este caso puede ser que no se desvíen al paralelo, pero para eso existen otras vías de evitarlo y en todo caso no es peor a que la gente e quede sin recursos. Se entiende también el temor a mayor inflación, pero los precios vienen subiendo rápidamente sin que se haya flexibilizado la politica monetaria.
  • Lo anterior se justifica además dados los montos sumamente bajos de los bonos que se están dando hasta los momentos. Para ponerlo en perspectiva, el bono de disciplina y solidaridad equivale a 750 gramos de limones en varias zonas de Caracas. Y el de 100 mil no vale la pena ni siquiera discutirlo
  • Con lo de los servicios estamos de acuerdo.
Entonces, ¿qué hacer?
En virtud de todo lo anterior, pensamos que lo primero que se debe hacer es estar conscientes tanto de la gravedad de la situación, de su caracter inédito, pero además, de que todo el contexto nacional y mundial ya no es el mismo de hace tres semanas atrás, por más que lo preexistente influya y determine.
Si ya estábamos en una situación de guerra debemos redoblar la intención y actuar en consecuencia y trabajar en base a los peores escenarios. Esto no significa ser catastrofistas. Significa ser realistas y previsivos: si trabajamos en base a tales escenarios y finalmente no ocurren, no habremos perdido nada y en todo caso inclusive podemos sacar ganancias al tomar la delantera. Pero si no lo hacemos y ocurren, podemos perderlo todo.
Debemos olvidarnos de todas aquellas ideas tóxicas en torno a que el estado no interveniene en la economía: hasta los gringos y el FMI se olvidaron de ello. no se ve nada bien que acá lo sigamos creyendo.
Y dejar de lado la falsa dicotomía “la economía o la vida”. En principio porque la protección de la vida no puede plantearse al margen de la economía, es decir, de la producción, distribución y consumo de aquellos bienes y recursos que la hacen posible. Y segundo, porque una interrupción del grueso de la economía, sin un colchón social previo y prolongada en el tiempo, también se enfrentaría con obstáculos de envergadura.
En este caso, las medidas de aislamiento deben ir evolucionando, manteniéndose o extremándose en los casos que sea necesario (personas mayores, escolares, actividades no esenciales como restaurantes, bares, etc.) pero reorientándose en aquellos otros que si son necesarios para sostener tanto la emergencia socio-sanitaria como la vida en términos amplios.
Siempre habrá un margen de error y ninguna medida nunca es perfecta, pero como siempre la solución parece hayarse en algún lugar en un punto medio. Aquí si podemos apostar al equilibrio, por precario que sea: mantener encerrados a la mayor cantidad posible de trabajadoras y trabajadores para contener el contagio, pero sin abandonar la realización de actividades esenciales, estratégicas, sin las cuales la triple emergencia sanitaria, social y económica, se agravaría aún más. De alguna manera, esto ya se viene haciendo. Pero tenemos que tener claro que en las condiciones actuales esto es insostenible por mucho tiempo dadas las características de nuestra población dado todo lo ocurrido en los últimos años. Si fuera 2012, donde la mayoría era asalariada y el salario mínimo era equivalente a unas 5 canastas alimentarias, todo hubiese sido más fácil. Pero ese no es el caso. Y recuérdese lo que dijimos de las remesas y la contracción del consumo dolarizado.
De allí en más, debemos tener claro igualmente que por lejano que parezca siempre habrá un día después de mañana de esta emergencia, lo cual quiere decir que no podemos esperar a que todo termine para ver cómo seguimos con nuestras vidas.
Así las cosas, en lo inmediato y por ahora:
  1. Agilizar y robustecer la política de transferencias unilaterales a las famiias y personas directamente, lo que entre otras cosas supone hacer realistas los montos otorgados vía carnet de la patria.
  2. Levantar los encajes bancarios, tanto para créditos comerciales y productivos como para las tarjetas de crédito.
  3. Ampliar el pago del CLAP a través del Petro para aquellos que puedan hacerlo.
  4. Exonerar del IVA en aquellos rubros que así lo ameriten.
  5. Incluir salud y escolaridad en las exoneraciones de pago para las familias. Para lo primero aquellos casos de atención por coronavirus deberían ser asumidos por las clínicas como aporte a la emergencia. En el caso de los colegios e instituciones esducativas privados, llegar a acuerdos y convenimiento de pagos subvencionados por el estado y los representantes.
  6. Modificar el cobro de impuestos a las compras con divisas, en el sentido de imponerlo para los casos de pagos con tarjetas de débito y créditos internacionales, que es la única forma efectiva de hacerlo.
  7. Modificar las actuales políticas de registro de actividades económicas, altamente costosas al punto que impiden la legalización de muchos emprededores y productores varios, lo que entre otras cosas les niega el acceso al crédito.
  8. Desestimular e incluso prohibir la importación de bienes no esenciales, lo que puede hacerse vía arancelaria (aumentarle los aranceles).
  9. Centralizar la producción de bienes de salud esenciales, incluyendo mascarillas y productos de higiene y limpieza.
  10. Impulsar un plan de estímulo productivo de alimentos, en especial con pequeños y medianos productores donde existe menos concentración, y por tanto, posibilidades de especulación, desvío y acaparamiento.
  11. Aplicar un plan de abastecimiento de combustible que garantice el transporte de mercancías a lo largo y ancho del país con las condiciones de salubridad debidas.
  12. Un plan similar para la movilización de trabajadores y trabajadoras esenciales.
  13. Y controles de precios de bienes y servicos esenciales, garantizando todas las condiciones institucionales y ciudadanas para garantizar su cumplimiento. En Francia, Alemania y hasta en el mismísimo Estados Unidos de Trump se viene haciendo. El modelo argentino de Precios Cuidados sirve de base.
  14. Monitorear todo lo concerniente al aprovisionamiento de agua, gas y energía eléctrica.
  15. En cuanto al financiamiento externo, la opción inmediata en este momento pasa por profundizar la política de financiarse a través de la venta de oro, que con todo y el comportamiento ambiguo que ha tenido estos días sigue siendo el refugio más seguro y por tanto vendible en los mercados globales. Y lo seguirá siendo a medida que se agrave la crisis mundial. A este respecto, Venezuela cuenta con importantes reservas en oro monetario (unos 3.500 millones de $ a precios actuales), que pueden ser vendidas paulatinamente en estos mercados a fin de hacernos con flujo de caja.
  16. Debería igualmente solicitarse a China una moratoria en el pago de deuda con petróleo, a fin de liberar esa producción a la venta directa en los mercados (entendemos que esto ya se viene haciendo).
  17. Organizar más solicitudes colectivas con países en la misma situación para exigir el levantamiento de las “sanciones”. Esto puede incluir demandar por violación de derechos humanos a países como Inglaterra, que se apoderó ilegalmente de parte de las resevas de oro del país.
  18. Estrechar lazos con países aliados.
  19. Revertir cualquier proceso de privatización de industrias estratégicas, incluyendo PDVSA y servicios básicos.
  20. Por último, pero no menos importante, es la oportunidad dorada para el proceso de dolarización «espontánea». Ya lo dijimos antes: de ello debería convencernos los problemas que comienzan a tener las economías dolarizadas en contextos como estos en lo que el dólar se revalúa, la fuga de capitales se dispara, la liquidez en divisas merma, las importaciones se hacen poco competitivas y, en líneas generales, se hace casi imposible hacer política monetaria e incluso económica contra cíclica. Ecuador tal vez resulta el ejemplo más acabado de lo que queremos decirRevertir el proceso de dolarización pasa por reposicionar la moneda nacional, es decir el bolívar, lo que más que un debate monetario a estas alturas pasa por uno de seguridad de estado. A este respecto, la opción que vemos más viable es la propuesta de Pasqualina Curcio en torno al bolívar oro, complementada por otras en materias cambiaria y monetaria El petro puede ser un complemento, pero no nos sirve como moneda de curso legal y el contexto actual no lo ayuda.
En fin, aunque suene cansón decirlo, se trata de convertir la crisis en oportunidad. Las posibilidades económicas (es decir, las de vida) de nuestrxs hijxs y nietxs pasan por eso. La historia nos está dando una nueva oportunidad para un golpe de timón en la dirección correcta. Y no podemos dejarla pasar. 

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