Marx y Engels
Selección de Textos sobre la Mujer.
Escrito: 1844-1894.
Fuente de esta edicion:La mujer y el Comunismo. Antologia de los grandes textos del marxismo, 1951, Paris. Editions Sociales, 64. Boulevard Auguste Blanqui, Paris.
HTML para la MIA: Rodrigo Cisterna, septiembre de 2016
Fuente de esta edicion:La mujer y el Comunismo. Antologia de los grandes textos del marxismo, 1951, Paris. Editions Sociales, 64. Boulevard Auguste Blanqui, Paris.
HTML para la MIA: Rodrigo Cisterna, septiembre de 2016
S E G U N D A P A R T E:
EL MARXISMO Y
LA LIBERACIÓN DE LA MUJER
LA MUJER Y
EL COMUNISMO BURDO
P O R
KARL MARX
Este movimiento que tiende a oponer a la propiedad privada la propiedad privada hecha común, se expresa de forma animal cuando opone al matrimonio (que evidentemente es una forma de propiedad privada exclusiva) la comunidad de mujeres, en la que la mujer se convierte en propiedad colectiva y vulgar. Se puede decir que esta idea de la comunidad de mujeres revela el secreto de este comunismo todavía totalmente burdo y desprovisto de pensamiento. Al igual que la mujer deja el matrimonio por la prostitución general, al igual que el mundo entero de la riqueza, es decir, la esencia objetiva del hombre, pasa del estado de matrimonio exclusivo con propiedad privada a la prostitución general con la colectividad. Este comunismo -que niega en todo momento la personalidad humana- no es más que una expresión consecuente de la propiedad privada que es en sí misma la negación. La envidia general, convertida en fuerza, no es más que una forma camuflada por medio de la que la avidez se afirma y se satisface de otra forma. La idea de toda propiedad privada en tanto que tal, se vuelve al menos contra la propiedad privada más rica, bajo forma de envidia y tendencia a nivelar, de forma que estas últimas constituyen la esencia de la competencia. El comunismo burdo no es más que el remate de esta envidia y este deseo de nivelar de cara a un mínimo imaginado. Hay una escala de medidas definida y limitada. Que esta abolición de la propiedad privada no sea absolutamente una verdadera apropiación, eso ya está probado por la negación abstracta de todo el universo de la cultura y de la civilización, el retorno a la simpleza no natural del hombre pobre y en la necesidad, que no solamente no ha depasado la propiedad privada, sino que ni siquiera la ha alcanzado.
La mujer, considerada una presa y objeto que sirve para satisfacer la concupiscencia colectiva, expresa la degradación infinita del hombre que no existe más que para sí, puesto que el misterio de las relaciones del hombre con su parecido encuentra su expresión no equívoca, decisiva, pública, abierta, en la relación del hombre y la mujer y en la forma de concebir la relación genérica inmediata y natural. La relación inmediata, natural, necesaria, de los seres humanos es la relación del hombre y la mujer. En esta relación genérica natural, la relación del hombre con la naturaleza representa directamente la relación del hombre con su parecido, al igual que la relación del hombre con su parecido representa directamente su relación con la naturaleza, su propio destino natural. En consecuencia, esta relación hace aparecer de manera sensible, reduce a un hecho visible, hasta qué punto la naturaleza se ha convertido en la esencia humana del hombre. Es por lo que, basándose en esta relación, se puede juzgar el grado general de desarrollo del hombre. La característica de esta relación muestra en qué medida el hombre, en tanto que ser genérico, se ha convertido en hombre y se concibe como tal; la relación del hombre y la mujer es la relación más natural de los seres humanos. Por tanto, vemos hasta qué punto el comportamiento natural del hombre se ha convertido en humano, y hasta qué punto su esencia humana se ha convertido para él en esencia natural, hasta qué punto su naturaleza humana se ha convertido en naturaleza para él. En esta relación, vemos también hasta qué punto la necesidad del hombre se ha convertido una necesidad humana, es decir, hasta qué punto otro ser humano se ha convertido para él en una necesidad, en tanto que ser humano, hasta qué punto es, en su existencia individual, un ser social al mismo tiempo.
Así, la primera forma positiva de la abolición de la propiedad privada, el comunismo burdo, no es más que una forma en la que se manifiesta la mezquindad de la propiedad privada que quiere afirmarse como forma de ser social positiva.
Karl Marx: Propiedad privada y Comunismo
Manuscritos económicos y filosóficos , 1844
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LA EMANCIPACIÓN DE LAS MUJERES Y
LA CRÍTICA CRÍTICA
P O R
KARL MARX
Con ocasión de la detención de Louis Morel, Rodolfo se entrega a reflexiones que pueden resumirse como sigue: " El amo pervierte habitualmente a la sirviente, por medio del terror, la sorpresa o aprovechando las ocasiones creadas por la naturaleza misma de la domesticidad. La hunde en la desgracia, la vergüenza, el crimen. Pero la ley quiere ignorar todo eso… El criminal que, de hecho, ha empujado a la joven al infanticidio no es castigado ".
En sus reflexiones, Rodolfo no va hasta someter la domesticidad a su enorme crítica. Pequeño príncipe, él es un gran protector de la domesticidad. Rodolfo está todavía lejos de considerar la condición general de la mujer en la sociedad moderna como inhumana. Absolutamente fiel a su antigua teoría, rechaza simplemente la ausencia de una ley que castigue al seductor y acompañe el arrepentimiento y expiación de terribles castigos.
Rodolfo no tendría más que estudiar la legislación actual de otros países. La legislación inglesa colma todos sus deseos. En su delicadeza, de la que Blackstone hace el mayor elogio, ella va hasta declarar culpable de felonía a cualquiera que seduzca a una chica de vida alegre.
El Señor Szeliga hace retumbar a sus comparsas:
" ¡Esto! -¡Pensadlo entonces!- ¡Rodolfo!- Comparad estas ideas con vuestras elucubraciones fantasistas sobre la emancipación de la mujer. Esta emancipación, casi la podemos tocar con el dedo en el caso de Rodolfo, mientras que vosotros sois, por vuestra naturaleza, demasiado prácticos y conocéis en consecuencia tantos fracasos en vuestras tentativas ". Debemos, en todo caso, al Señor Szeliga la revelación de este misterio: un hecho puede ser casi tocado con el dedo en las ideas. En cuanto a su bromista comparación de Rodolfo a los hombres que han preconizado la emancipación de la mujer, no hay más que comparar las ideas de Rodolfo a las siguientes fantasías de Fourier:
" El adulterio, la seducción hacen honor a los seductores y están de buen tono… Pero ¡pobre chica! el infanticidio ¡qué crimen! Si ella mantiene el honor, es necesario que ella haga desaparecer las pruebas del deshonor; y si ella sacrifica su hijo a los prejuicios del mundo, se deshonra mucho más y cae bajo los prejuicios de la ley… Tal es el círculo vicioso que describe todo mecanismo civilizado… " La joven ¿no es una mercancía expuesta en venta cuya adquisición y propiedad exclusiva hay que negociar?... De même qu'en grammaire deux négations valent une affirmation, l'on peut dire qu'en négoce conjugal deux prostitutions valent une vertu… [ Al igual que en gramática dos afirmaciones valen por una afirmación, se puede decir que en el negocio conyugal dos prostituciones valen por una virtud. En francés en el original.]
" La evolución de una época histórica está determinada por la relación entre el progreso de la mujer y la libertad, ya que de las relaciones entre el hombre y la mujer, entre lo débil y lo fuerte, se desprende claramente el triunfo de la naturaleza humana sobre la bestialidad. El grado de emancipación femenina determina naturalmente la emancipación general…
" La humillación del sexo es un rasgo esencial y característico tanto de la civilización como de la barbarie, con la diferencia de que el vicio se practica en la barbarie sin ser adornado, mientras que en la civilización se ha elevado al grado de una existencia compleja, equívoca, inconveniente e hipócrita… Nadie está tan humillado como el hombre por el crimen de tratar a la mujer como esclava ".
Es superfluo, ante las ideas de Rodolfo, remitirse a la característica magistral que Fourier nos ha dado del matrimonio, así como a los escritos de la fracción materialista del comunismo francés.
El desecho más triste de la literatura socialista tal y como la encontramos en el novelista revela siempre la crítica crítica de los " misterios desconocidos ".
Karl Marx: La Santa familia o Crítica de la crítica crítica.
LA DESCOMPOSICIÓN DE
LA FAMILIA BURGUESA
P O R
KARL MARX
El bravo chico [Max Stirner, autor de El Único y su propiedad.] ve una vez más la dominación del santo allí donde dominan solamente las relaciones empíricas. El burgués considera las instituciones de su régimen como el judío considera la ley; las transgrede todo lo que le sea posible, en cada caso particular, pero quiere que todos los demás se sometan. Si todos los burgueses transgredieran en masa y de un sólo golpe las instituciones de la burguesía, dejarían de ser burgueses, -conducta que no les viene naturalmente al espíritu y no depende de ninguna manera de su voluntad. El burgués libertino transgrede el matrimonio y comete un adulterio de forma clandestina; el mercader transgrede la institución de la propiedad privando a los demás de su propiedad por medio de la especulación, la bancarrota, etc.…; el joven burgués se vuelve independiente de su propia familia, cuando puede; disuelve prácticamente por su cuenta la familia; pero el matrimonio, la propiedad privada, la familia, permanecen históricamente intactos, puesto que, en la práctica, tienen el fundamento sobre el que la burguesía ha erigido su dominación, puesto que, en su forma burguesa, tienen las condiciones que hacen de un burgués un burgués, al igual que la ley siempre transgredida hace de un judío religioso un judío religioso.
Esta relación del burgués con sus condiciones de existencia encuentra su expresión general en la moral burguesa. No hablemos por otra parte de " la " familia. La burguesía da históricamente a la familia el carácter de familia burguesa, cuyos lazos son el aburrimiento y el dinero, y que comprende también la descomposición burguesa de la familia, durante la cual la familia misma continúa existiendo. A su embarrada existencia corresponde también una concepción sagrada, en la fraseología oficial y en la hipocresía general. Allí donde la familia se ha descompuesto realmente, como en el proletariado, pasa justo lo contrario de lo que piensa Stirner. La idea de la familia no existe para nada, mientras que constatamos, aquí y allá, es cierto, una inclinación por la vida familiar que se apoya en relaciones completamente reales.
En el siglo XVIII, la idea de familia fue disuelta por los golpes de los filósofos, porque la familia real, en el grado superior de la civilización, empezaba a disolverse ya. Lo que se disolvía, era el interior de la familia ; la obediencia, el amor, la fidelidad conyugal, etc.…; pero el cuerpo real de la familia, las condiciones de fortuna, la actitud exclusiva de cara a las otras familias, la cohabitación forzada, las condiciones creadas por la existencia de los niños, la construcción de ciudades modernas, la formación de capital, etc.… permanecerán, a pesar de que sean perturbadas, puesto que la existencia de la familia se ha vuelto necesaria por su conexión con el modo de producción independiente de la voluntad de la sociedad burguesa. Esta necesidad se manifiesta de la forma más chocante en la Revolución francesa donde la familia, por un instante, fue por así decirlo abolida por la ley. La familia continúa existiendo sin embargo en el siglo XIX, pero esta diferencia de su descomposición se ha vuelto más general, no a causa de la ideología, sino a consecuencia del desarrollo de la industria y de la competencia; continúa existiendo, a pesar de que su descomposición haya sido proclamada desde hace tiempo por los socialistas franceses e ingleses y que las novelas francesas hayan acabado también por poner este hecho en conocimiento de los doctores de la Iglesia alemana.
Karl Marx: La Ideología alemana.
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EL RÉGIMEN COMUNISTA Y
LA FAMILIA
P O R
FRIEDRICH ENGELS
Pregunta n° 21 - ¿Qué repercusiones tendrá el régimen comunista en la familia? Respuesta - Transformará las relaciones entre los sexos en relaciones puramente privadas, que no concernirán más que a las personas que de ella participan, y en las que la sociedad no podrá intervenir. Esta transformación será posible desde el momento en que la propiedad privada sea suprimida, en el que críe a los hijos en común y destruya de esta forma las dos bases principales del matrimonio actual, es decir, la dependencia de la mujer hacia el hombre y la dependencia de los hijos hacia los padres. Ahí está la respuesta a todos los griteríos de los moralistas burgueses sobre la comunidad de mujeres que quieren, al parecer, introducir los comunistas. La comunidad de mujeres es un fenómeno que pertenece únicamente a la sociedad burguesa y que se cumple hoy día con la prostitución. Pero la prostitución descansa en la propiedad privada y desaparece con ella. En consecuencia, el régimen comunista, lejos de introducir la comunidad de mujeres, por el contrario, la suprimirá.
Friedrich Engels, Principios del Comunismo .
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LOS COMUNISTAS Y
LA FAMILIA
P O R
FRIEDRICH ENGELS Y KARL MARX
¡Supresión de la familia! Incuso los más radicales pierden los estribos en torno a este vergonzoso propósito de los comunistas.
¿En qué descansa la familia actual, la burguesa? En el capital, en la ganancia privada. En su desarrollo acabado, existe sólo para la burguesía; pero halla su complemento en la forzada carencia de familia de los proletarios y en la prostitución pública.
La familia del burgués desaparece, naturalmente, con la desaparición de ese complemento suyo, y ambos desaparecen con la desaparición del capital.
¿Nos reprocháis que queramos suprimir la explotación de los hijos por sus padres? Confesamos este delito. Pero, decís vosotros, eliminamos las relaciones más íntimas sustituyendo la educación familiar por la social.
¿Y no está determinada también vuestra educación por la sociedad? ¿No lo está a través de las relaciones sociales en cuyo seno educáis, a través de la intervención directa o indirecta de la sociedad, de la escuela, etc.? Los comunistas no inventan el influjo de la sociedad en la educación; simplemente cambian su carácter arrancan de ella el influjo de la clase dominante.
Las expresiones burguesas sobre familia y educación, sobre la íntima relación de padres e hijos, se vuelven tanto más nauseabundas cuanto más se desgarran los lazos familiares de los proletarios a consecuencia de la gran industria, mientras sus hijos se transforman en simples artículos de comercio e instrumentos de trabajo.
Pero vosotros, comunistas, queréis introducir la comunidad de mujeres, nos grita a coro la burguesía entera.
El burgués ve en su mujer un mero instrumento de producción. Oye que los instrumentos de producción han de ser explotados en común y, naturalmente, no puede imaginarse sino que el destino de la socialización afectará también a las mujeres.
No sospecha que de lo que se trata precisamente es de acabar con la posición de la mujer como mero instrumento de producción.
Por lo demás, nada hay más ridículo que el moralísimo horror de nuestros burgueses sobre la supuesta comunidad oficial de mujeres de los comunistas. Éstos no necesitan introducir la comunidad de mujeres. Casi siempre ha existido.
Nuestros burgueses, no contentos con tener a su disposición a las mujeres e hijas de sus proletarios, por no hablar de la prostitución oficial, encuentran un placer singular en la seducción recíproca de sus esposas.
El matrimonio burgués es, de hecho, la comunidad de las esposas. A lo sumo, se podría reprochar a los comunistas el querer introducir la comunidad de mujeres, hipócritamente oculta, sustituyéndola por una comunidad de mujeres oficial, franca. Por lo demás, cae por su propio peso que con la supresión de las actuales relaciones de producción desaparece también la comunidad de mujeres derivada de ellas, esto es, la prostitución oficial y la no oficial.
K. Marx y F. Engels: El Manifiesto Comunista .
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FOURIER Y LA EMANCIPACIÓN
DE LA MUJER
P O R
FRIEDRICH ENGELS
Fourier toma la palabra a la burguesía, sus profetas entusiastas antes de la Revolución, y sus panegiristas interesados de después. Desvela sin piedad la miseria material y moral del mundo burgués y la confronta con las promesas halagüeñas de los filósofos de las luces sobre la sociedad en la que debía reinar sólo la razón, sobre la civilización que aportaría la felicidad universal, sobre la perfección ilimitada del hombre; al igual que con las expresiones color de rosa de los ideólogos, sus contemporáneos; demuestra cómo, en todas partes, la realidad más lamentable corresponde a la fraseología más grandilocuente, y lanza su mordaz ironía contra este fiasco irremediable de la frase. Fourier no es solamente un crítico; su naturaleza eternamente jovial hace de él un satírico, y uno de los más grandes satíricos de todos los tiempos. Pinta con semejante maestría y encanto la enorme especulación que florece con la decadencia de la Revolución, así como el espíritu mercader universalmente expandido en el comercio de esta época. Más magistral todavía es la crítica que hace de la vuelta dada por la burguesía a las relaciones sexuales y de la situación de la mujer en la sociedad burguesa. Es el primero en enunciar que, en una sociedad dada, el grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general.
F. Engels: Anti-Dühring.
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LA FAMILIA SEGÚN
EL Sr. DÜHRING
P O R
FRIEDRICH ENGELS
Al igual que, anteriormente, el Sr. Dühring tenía la idea de que se podía remplazar el modo de producción capitalista por el modo social sin por ello refundir la producción misma, al igual que se imagina aquí que se puede arrancar a la familia burguesa moderna de toda su base económica sin cambiar por ello toda su forma. Esta forma es para él tan inmutable que hace también del "viejo derecho romano", aunque sea de forma "perfeccionada", la ley eterna de la familia, y no puede representar una familia más que como "heredera", es decir, como unidad poseedora. En torno a este punto, los utopistas rebasan de lejos al Sr. Dühring. Para ellos, la libre socialización de los hombres y la transformación del trabajo doméstico privado en una industria pública conllevan inmediatamente la socialización de la educación de la juventud y, en consecuencia, una relación recíproca realmente libre de los miembros de la familia. Y, por otra parte, Marx ha demostrado ya que gracias al papel decisivo que la familia asigna a las mujeres y a los niños, fuera del círculo doméstico en el proceso de producción socialmente organizados, la gran industria no crea nada menos que la nueva base económica sobre la que se levantará una forma superior de la familia y de relaciones entre los sexos.
F. Engels: Anti-Dühring.
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EL MATRIMONIO BURGUÉS
P O R
FRIEDRICH ENGELS
En nuestros días hay dos maneras de concertar el matrimonio burgués. En los países católicos, como antes, los padres proporcionan al joven burgués la mujer que le conviene, de lo cual resulta naturalmente el más amplio desarrollo de la contradicción que la monogamia encierra: exuberante heterismo masculino y exuberante adulterio femenino. Y si la Iglesia católica abolió el divorcio, es probable que fuese por haber reconocido que frente al adulterio, como frente a la muerte, no hay remedio que valga. Por el contrario, en los países protestantes la regla general es conceder al hijo del burgués más o menos libertad para buscar mujer dentro de su clase. Por ello el amor puede ser, hasta cierto punto, la base del matrimonio, y para guardar las apariencias se supone siempre que es así, lo que está muy en consonancia con la hipocresía protestante. Aquí, el marido no practica el heterismo tan enérgicamente y la infidelidad de la esposa es menos frecuente, pero como, sea cual sea el tipo de matrimonio, los seres humanos siguen siendo lo que eran antes y como los burgueses de los países protestantes son en su mayoría filisteos, esa monogamia protestante deviene, incluso tomando el término medio de los mejores casos, en un aburrimiento mortal sufrido en común que recibe el nombre de felicidad doméstica. El mejor espejo de estos dos tipos de matrimonio es la novela: la francesa, para el católico; la alemana, para el protestante. En ambos casos, el hombre " consigue lo suyo ": en la novela alemana, el mozo logra a la joven; en la francesa, el marido obtiene su cornamenta. ¿Cuál de los dos sale peor parado? No siempre es posible decirlo. Por eso el aburrimiento de la novela alemana inspira a los burgueses franceses que la leen el mismo horror que la " inmoralidad " de la novela francesa inspira al filisteo alemán. Sin embargo, en estos últimos tiempos, desde que " Berlín se está haciendo una gran capital ", la novela alemana comienza a tratar algo menos tímidamente el heterismo y el adulterio, bien conocidos allí desde hace largo tiempo.
Pero en ambos casos, el matrimonio se funda en la posición social de los contrayentes, y por tanto, siempre es un matrimonio de conveniencia. También en ambos casos este matrimonio de conveniencia se convierte a menudo en la más vil de las prostituciones, a veces por ambas partes, pero mucho más habitualmente en la mujer, que sólo se diferencia de la cortesana ordinaria en que no alquila su cuerpo a ratos, como una asalariada, sino que lo vende de una vez para siempre, como una esclava. A todos los matrimonios de conveniencia se les puede aplicar la frase de Fourier: " Así como en gramática dos negaciones equivalen a una afirmación, de igual manera en la moral conyugal dos prostituciones equivalen a una virtud ".
En las relaciones con la mujer, el amor sexual no es ni puede ser una regla excepto entre las clases oprimidas (en nuestros días, el proletariado), estén o no esas relaciones autorizadas oficialmente. Pero en este caso también desaparece el fundamento de la monogamia clásica, dado que faltan por completo los bienes de fortuna, para cuya conservación y transmisión por herencia se instituyeron precisamente la monogamia y el dominio del hombre. Por ello faltan también motivos para establecer la supremacía masculina. Es más, faltan hasta los medios de conseguirla: el derecho burgués, que protege dicha supremacía, sólo existe para las clases poseedoras y para regular las relaciones de estas clases con los proletarios. Eso cuesta dinero y, a causa de la pobreza del obrero, no desempeña ningún papel en la actitud de éste hacia su mujer. En este caso, el papel decisivo lo desempeñan otras relaciones personales y sociales. Además, sobre todo desde que la gran industria ha arrancado del hogar a la mujer para arrojarla al mercado de trabajo y a la fábrica, convirtiéndola bastante a menudo en el sostén de la casa, han quedado desprovistos de toda base los últimos restos de la supremacía masculina en el hogar del proletario, excepto, quizás, cierta brutalidad para con sus esposas, muy arraigada desde el establecimiento de la monogamia. Así pues, la familia del proletario ya no es monogámica en el sentido estricto de la palabra, ni siquiera con el amor más apasionado y la más absoluta fidelidad de los cónyuges y a pesar de todas las bendiciones espirituales y temporales posibles. Por eso, el heterismo y el adulterio, eternos compañeros de la monogamia, desempeñan aquí un papel casi nulo. La mujer ha reconquistado en la práctica el derecho de divorcio; cuando ya no pueden entenderse, los esposos prefieren separarse. En resumen, el matrimonio proletario es monógamo en el sentido etimológico de la palabra pero en absoluto lo es en su sentido histórico.
F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
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LA SITUACIÓN JURÍDICA DE LA MUJER Y
LAS CONDICIONES DE SU LIBERACIÓN
P O R
FRIEDRICH ENGELS
Por cierto, nuestros juristas estiman que el progreso de la legislación va quitando a las mujeres cada vez más todo motivo de queja. Los sistemas legislativos de los países civilizados modernos van reconociendo más y más, en primer lugar que el matrimonio, para tener validez, debe ser un contrato libremente consentido por ambas partes y, en segundo lugar, que durante el período de convivencia matrimonial ambas partes deben tener los mismos derechos y deberes. Si estas dos condiciones se aplicaran con un espíritu consecuente, las mujeres gozarían de todo lo que les apeteciese.
Esta argumentación típicamente jurídica es exactamente la misma de que se valen los republicanos radicales burgueses para disipar los recelos de los proletarios; El contrato de trabajo se supone contrato consentido por ambas partes. Pero se considera libremente consentido desde el momento en que la ley establece sobre el papel la igualdad de ambas partes. La fuerza que la diferente situación de clase de una de las partes, la presión que esa fuerza ejerce sobre la otra, la situación económica real de ambas,… todo esto no le importa a la ley. Y mientras dura el contrato de trabajo, se sigue suponiendo que ambas partes disfrutan de iguales derechos, en tanto que una u otra no renuncien a ellos expresamente. Y si su situación económica concreta obliga al obrero a renunciar hasta a la última apariencia de igualdad de derechos, de nuevo la ley no tiene nada que ver con ello.
Respecto al matrimonio, hasta la ley más avanzada se da enteramente por satisfecha desde el punto y hora en que los interesados han inscrito formalmente en el acta su libre consentimiento. En cuanto a lo que pasa fuera de las bambalinas jurídicas, en la vida real, y en cuanto a cómo se expresa ese consentimiento, no es algo que inquiete a la ley ni al jurista. Y sin embargo, la más sencilla comparación del derecho de los distintos países debería mostrar al jurisconsulto lo que representa el libre consentimiento. En los países donde la ley asegura a los hijos la herencia de una parte de la fortuna paterna y donde, por consiguiente, no pueden ser desheredados (Alemania, los países que siguen el derecho francés, etc.), los hijos necesitan el consentimiento de los padres para contraer matrimonio. En los países donde se practica el derecho inglés, donde el consentimiento paterno no es condición legal del matrimonio, los padres gozan también de absoluta libertad de testar y pueden desheredar a su antojo a los hijos. Claro es que, a pesar de ello, e incluso por ello mismo, la libertad para contraer matrimonio no es, de hecho, ni un ápice mayor en Inglaterra o Norteamérica que en Francia o Alemania entre las clases que tienen algo que heredar.
La situación no es mejor en lo concerniente a la igualdad jurídica entre el hombre y la mujer en el matrimonio. Su desigualdad legal, que hemos heredado de condiciones sociales anteriores, no es causa, sino efecto, de la opresión económica de la mujer. En el antiguo hogar comunista, que comprendía numerosas parejas conyugales con sus hijos, la dirección del hogar, confiada a las mujeres, era una industria pública y tan necesaria socialmente como la obtención de los víveres por los hombres. Las cosas cambiaron con la familia patriarcal y todavía más con la familia individual monogámica. El gobierno del hogar perdió su carácter social. La sociedad ya no tuvo nada que ver con ello. El gobierno del hogar se transformó en servicio privado y la mujer se convirtió en la criada principal, sin tomar ya parte en la producción social. Sólo la gran industria moderna le ha abierto de nuevo -aunque sólo a la mujer proletaria- el camino a la producción social. Pero esto se ha hecho de tal suerte que, si la mujer cumple con sus deberes en el servicio privado de la familia, queda excluida de la producción social y no puede ingresar nada. Y si quiere tomar parte en la industria social y tener sus propios ingresos, le es imposible cumplir con los deberes familiares. En cualquier tipo de actividad, incluidas la medicina y la abogacía, le ocurre a la mujer lo mismo que en la fábrica. La familia individual moderna se funda en la esclavitud doméstica, franca o más o menos disimulada, de la mujer; y la sociedad moderna es una masa cuyas moléculas son las familias individuales.
Hoy, en la mayoría de los casos, el hombre tiene que ganar los medios de vida, tiene que alimentar a la familia, por lo menos entre las clases poseedoras, lo que le da una posición preponderante que no necesita ser privilegiada de un modo especial por la ley. En la familia, el hombre es el burgués y la mujer representa al proletario. Pero en el mundo industrial, el carácter específico de la opresión económica que pesa sobre el proletariado sólo se manifiesta con total nitidez una vez suprimidos todos los privilegios legales de la clase capitalista y establecida la plena igualdad jurídica de ambas clases. La república democrática no suprime el antagonismo entre las dos clases; al contrario, no hace más que suministrar el terreno en que llega a su máxima expresión la lucha por resolver dicho antagonismo. De igual modo, el carácter particular del predominio del hombre sobre la mujer en la familia moderna, así como la necesidad y la manera de establecer la igualdad social efectiva de ambos, sólo se manifestarán con toda nitidez cuando el hombre y la mujer tengan, según la ley, derechos absolutamente iguales. Entonces se verá que la liberación de la mujer exige, como primera condición, la reincorporación de todo el sexo femenino a la producción social, lo que a su vez requiere que se suprima la familia individual como unidad económica de la sociedad.
F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
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T E R C E R A P A R T E:
LA MUJER, EL NIÑO Y LA
FAMILIA EN EL RÉGIMEN CAPITALISTA
LAS ENCAJADORAS
P O R
FRIEDRICH ENGELS
El trabajo más insano es el de los lacerunners, niños, la mayoría de veces de siete, cinco e incluso cuatro años. El comisario Grainger ha llegado a encontrar un niño de dos años trabajando en esto. Seguir con los ojos un solo y mismo hilo del que se tira con la aguja de un tejido artificialmente entremezclado, es muy perjudicial para los ojos, ya que este trabajo, como es habitual, dura de catorce a dieciséis horas. En el mejor de los casos, se produce una miopía muy pronunciada; en el peor, de forma bastante frecuente, una ceguera incurable, debida a la gota serena. Pero, además, el arrodillarse de continuo causa entre los niños debilidad, constricción de la caja torácica y escrófulas, consecuencias de una mala digestión; los problemas de útero son casi generales entre las chiquillas, al igual que la desviación de la columna vertebral, tan pronunciada que " podemos reconocer a todos los lacerunners por sus andares ". El trabajo de encaje tiene exactamente las mismas consecuencias tanto para los ojos como para todo el organismo. Los médicos son unánimes en declarar que la salud de todos los niños empleados en la industria costurera sufre considerablemente, que se vuelven pálidos, languidecidos, débiles, demasiado pequeños para su edad, y son, mucho más raramente que el resto, capaces de resistir una enfermedad. Las afecciones de las que sufren generalmente son: debilidad general, síncopes frecuentes, dolores de cabeza, del costado, de espalda y pelvis, golpes de corazón, ganas de vomitar, náuseas, inapetencia, desviación de la columna vertebral, escrófulas y envejecimiento. Es sobre todo la salud del cuerpo femenino la que está continua y profundamente minada: se suelen notar (Grainger, Informe), leucorrea, partos difíciles y abortos. Además, el mismo empleado de la comisión del trabajo infantil declara que los niños están frecuentemente mal vestidos o en harapos y que no tienen comida suficiente, casi siempre sólo té y pan, habitualmente no tienen carne durante meses. En lo que a su condición moral se refiere, añade que:
" Todos los habitantes de Nottingham, policía, clero, fabricantes, obreros y los mismos padres de los hijos se han convencido unánimemente de que el sistema actual de trabajo es una de las fuentes más seguras de inmoralidad. Los threaders, chiquillos en mayor parte, y las winders, chiquillas en mayor parte, son convocados al mismo tiempo en la fábrica -a veces en plena noche- y sus padres no pueden saber por cuánto tiempo necesitarán de ellos, teniendo así la mejor de las ocasiones para concluir uniones poco convenientes e irse a vagabundear juntos tras el trabajo. Eso no ha contribuido poco a la inmoralidad que, según la opinión pública, existe en Nottingham en enormes proporciones. Por otra parte, el descanso doméstico y el bienestar de las familias a las que pertenecen estos niños y jóvenes están completamente sacrificadas a este estado de cosas extremadamente antinatural. "
Otra rama de la fabricación de encajes, el encaje a huso, se practica en las tierras agrícolas de Northampton, Oxford, Bedford y Buckingham, la mayor parte del tiempo por niños y jóvenes que se quejan generalmente de la mala alimentación y que raramente pueden comer carne. El trabajo en sí mismo es extremadamente insano. Los niños trabajan en piezas exiguas, mal ventiladas y húmedas, continuamente sentados y recostados sobre el cojín de encaje. Para sostener su cuerpo en esta posición fatigante, las chiquillas llevan un corsé de montar de madera, y para la temprana edad de la mayoría, en la que los huesos son todavía muy delicados, en posición curvada, desplaza completamente el esternón y las costillas y provoca una constricción general de la caja torácica. Por eso la mayoría mueren de tisis, tras haber sufrido, a consecuencia del trabajo sentado y el ambiente cargado, cierto tiempo los efectos más penosos (severest) de una mala digestión. Ellas no reciben casi ninguna educación - de educación moral todavía menos que de ninguna otra-, les gusta arreglarse y, consecuencia de esto y de lo otro, su estado moral es bastante lamentable, y la prostitución es entre ellas casi epidémica. (Ch. Empl. Comm, BURNS, Informe)
F. Engels: La situación de la clase obrera en Inglaterra .
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LAS MODISTAS Y LAS COSTURERAS
P O R
FRIEDRICH ENGELS
Es una cosa singular que la confección de los artículos que sirven precisamente para la limpieza de las damas de la burguesía esté unida a las consecuencias más penosas para la salud de las personas que los trabajan. Ya hemos visto eso en la fabricación de encajes, y ahora tenemos en las tiendas de moda de Londres una nueva prueba en apoyo de esta afirmación. Estos establecimientos emplean a gran número de chicas jóvenes - hay, según se dice, un total de 15.000 - que viven y comen en la casa, la mayor parte originarias del campo, y son así esclavas completas de la patronal. Durante la temporada alta, que dura en torno a cuatro meses al año, la duración del trabajo llega, incluso en las mejores casas, a quince horas y, si surgen asuntos urgentes, dieciocho; pero, en la mayor parte de las casas, se trabaja durante este período sin ninguna fijación de tiempo, aunque las chicas no tienen más de seis horas, a veces tres o cuatro, e incluso dos horas sobre veinticuatro para descansar y dormir, y trabajan de diecinueve a veinte horas por día, cuando no son forzadas - cosa que ocurre con bastante frecuencia- a pasar ¡toda la noche trabajando! El único límite de su trabajo es la incapacidad física absoluta de seguir con la aguja un minuto más. Hemos visto casos en los que estas pobres criaturas se quedaban nueve días seguidos sin desnudarse y sin poder descansar nada más que algunos instantes aquí o allá, encima de un colchón en el que se les servía su comida cortada ya en trozos pequeños, para permitirle tragarlos en el menor tiempo posible; en resumen, estas desgraciadas chicas, como esclavas, bajo la amenaza moral de un látigo que es el miedo a ser despedidas, están mantenidas en un trabajo tan intenso y tan incesante que un hombre robusto, con más razón chicas delicadas de catorce a veinte años, no podría soportarlo. Dicho de otra forma, el agobiante ambiente de los talleres, y también de los barracones, la postura curvada, la habitualmente mala alimentación difícil de digerir, - todo eso, pero, ante todo, el trabajo prolongado y la privación de aire, producen los resultados más penosos para la salud de las chicas. El cansancio y el agotamiento, la debilidad, la pérdida de apetito, los dolores de hombros, espalda y cadera, pero sobre todo los dolores de cabeza, pronto hacen aparición; seguidamente son la desviación de columna vertebral, la elevación y deformación de hombros, el adelgazamiento, los ojos hinchados, llorosos, que provocan dolor y se vuelven miopes pronto, la tos, el asma, la mala respiración, así como todas las enfermedades del desarrollo femenino. Los ojos sufren en muchos casos tanto que se produce una ceguera incurable, una desorganización completa de la vista, y si la visión se mantiene bastante bien como para permitir la continuidad del trabajo, es la tisis la que, normalmente, pone fin a la breve y triste vida de las modistas. Incluso en el caso de aquéllas que dejan el trabajo bien pronto, la salud queda descompuesta para siempre, el vigor de la constitución quebrado; están perpetuamente en particular en el matrimonio, enfermas y débiles, y sólo traen al mundo niños enfermos. Todos los médicos preguntados en torno a este tema por el miembro de la Comisión sobre el trabajo infantil, han sido unánimes en declarar que no se podría imaginar un modo de vida tendente, más que éste, a arruinar la salud y a provocar una muerte prematura.
Por otra parte, con la misma crueldad, de forma solamente un poco más indirecta, es como están explotadas las costureras de Londres. Las chicas que se ocupan de la confección de los corsés tienen un trabajo duro, penoso, extenuante para los ojos; ¿y cuál es el salario que reciben ?... El salario de estas costureras asciende, según eso y según diversas declaraciones de obreros y empresarios, por un trabajo sostenido, continuado con intensidad en la noche, al total de ¡2 1/2 a 3 shillings por semana! Y lo que viene a rematar esta vergonzosa barbarie es que las costureras deben dejar una parte del valor de las materias primas que les son confiadas, y ellas, evidentemente, no pueden hacerlo - y los propietarios bien lo saben- más que de una manera: empeñándose, o bien devolviéndolas con pérdidas, o entonces, si no pueden devolverlas, están obligadas a ir al juez de paz, como le ocurrió a una costurera en noviembre de 1834. Una chica pobre, que se encontraba en este caso y que no sabía qué hacer, se ahogó en un canal en agosto de 1844. Estas costureras viven normalmente en la mayor de las miserias, en pequeñas buhardillas, en las que se apiñan en una sola habitación, en tanto como el espacio se lo permita, y en las que, en invierno, el calor animal de las personas presentes es, la mayoría del tiempo, la única fuente de calor. Allí, sentadas y curvadas con su trabajo, cosen desde las cuatro o cinco de la mañana hasta medianoche, arruinan su salud en pocos años y mueren prematuramente, sin poder satisfacer sus necesidades más elementales [Thomas Hood, el mejor de todos los humoristas ingleses contemporáneos y, como todos los humoristas, lleno de sentimientos humanos, pero sin ninguna energía intelectual, publicó, a comienzos de 1844, en el momento en el que la miseria de las costureras rellenaba todos los periódicos, una bonita poesía: The song of the shirt (La canción de la camisa), que provoca lágrimas compasivas en los ojos de las chicas de la burguesía, pero sin utilidad. Me falta espacio para reproducirla aquí; apareció primero en el Punch y luego lo hizo en toda la prensa. Habiendo sido tratada la situación de las costureras en todos los periódicos, serían superfluas las citas especiales (Nota de Engels).] , mientras que por debajo, a sus pies, corren las brillantes carrozas de la alta burguesía, y mientras puede ser que a diez pasos de allí, un miserable dandy pierde en una noche, jugando al faraón, más dinero de lo que ellas puedan ganar en todo un año.
F. Engels: La situación de la clase obrera en Inglaterra.
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LAS MADRES ARREBATADAS
A SUS HIJOS
P O R
FRIEDRICH ENGELS
El Manchester Guardian, en cada uno de sus números, habla de uno o varios casos de quemaduras. Que la mortandad general de los niños de baja edad aumente es algo que se puede deducir y verificar a consecuencia del trabajo de las madres. Las mujeres vuelven a la fábrica normalmente el tercer o cuarto día posterior al parto, y abandonan a sus lactantes; en las horas de libertad, deben correr aprisa hasta su casa para alimentar al niño y, accesoriamente, tomar ellas también alguna cosa - podemos imaginar lo que puede ser la lactancia en estas condiciones - Lord Ashley ofrece las declaraciones de algunas obreras : M.H., veinte años, tiene dos hijos, el último todavía en lactancia, y que está bajo la custodia del otro, un poco más mayor. La madre vuelve poco después de las cinco de la mañana a la fábrica y regresa a las ocho de la tarde; durante todo el día ella sufre pérdidas de leche que manchan sus ropas. H.W. tiene tres hijos; sale de su casa el lunes a las cinco de la mañana y no regresa hasta el sábado a las siete de la tarde, y entonces, sus hijos le dan tanto trabajo que no puede acostarse antes de las tres de la mañana. Muchas veces, empapada por la lluvia hasta los huesos, está obligada a trabajar en este estado. " Mis senos me han hecho sufrir terriblemente, he estado rebosante de leche ". El uso de narcóticos para mantener tranquilos a los niños, está favorecido por este infame sistema, y está extremadamente expandido en los distritos industriales; el Dr. Johns, inspector superior del distrito de Manchester, estima que esta costumbre es la causa principal de los frecuentes casos de muerte por convulsión. El trabajo de la mujer en la fábrica disuelve completamente la familia para ella, es fatal, y esta disolución tiene, en la sociedad actual que se basa en la familia, las consecuencias más desmoralizadoras, tanto para los esposos como para los hijos. Una madre que no tiene tiempo para ocuparse de su hijo, para darle durante los primeros años los cuidados más elementales; una madre que apenas puede ver a su hijo, no puede ser una madre para él: fatalmente, se vuelve indiferente, lo trata sin amor, sin cuidados, como un niño totalmente extraño. Los niños que han crecido en semejantes condiciones están más tarde completamente perdidos para la familia; no podrán sentirse nunca a gusto en la familia que funden ellos mismos, puesto que no han conocido más que el aislamiento en su vida, y es por eso que contribuyen necesariamente a la destrucción, general, de la familia en el caso de los obreros.
F. Engels: La situación de la clase obrera en Inglaterra.
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LA DISOLUCIÓN DE LA FAMILIA
P O R
FRIEDRICH ENGELS
Una disolución análoga de la familia está provocada por el trabajo infantil. Cuando llegan a cobrar más de lo que les cuesta a sus padres alimentarlos, empiezan a dar a sus padres cierta suma para el mantenimiento y la vivienda y a gastar el resto para ellos mismos. Es lo que ocurre frecuentemente cuando llegan a los catorce o quince años. (Power: Rept. On Leeds; Tufnell: Rept. On Manchester, etc.… en el informe sobre la fábrica). En una palabra, los hijos se emancipan y consideran la casa familiar como un albergue que cambian por otro con bastante frecuencia cuando les deja de gustar.
En bastantes casos, la vida familiar no es destruida completamente sino desordenada por el hecho de que la mujer trabaje. Es la mujer la que alimenta a la familia, el hombre se queda en casa, cuida de los hijos, barre las habitaciones y cocina. El caso es frecuente, muy frecuente: sólo en Manchester, se registrarían varios cientos de hombres condenados de esta forma a trabajos domésticos. Puede imaginarse la revuelta legítima que esta castración causa entre los obreros, y qué alteración de todas las relaciones familiares se deriva, mientras que el resto de relaciones sociales continúan siendo las mismas.
(…)
Si es disuelta la familia de la sociedad actual, incluso en esta disolución podrá verse que en el fondo no era el amor familiar sino el interés privado, fatalmente conservado en esta falsa comunidad de bienes, el lazo que mantenía la familia.
F. Engels: La situación de la clase obrera en Inglaterra.
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LA OBRERA BAJO EL YUGO
DEL PATRÓN
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FRIEDRICH ENGELS
Pero todo eso solo es lo de menos. Las consecuencias morales del trabajo de las mujeres en las fábricas son mucho más graves. La reunión de los dos sexos y de todas las edades en un único taller, la inevitable promiscuidad que de ello resulta, la aglomeración en un espacio estrecho de seres a los que no se ha dispensado educación intelectual ni moral alguna, no son precisamente hechos que puedan ejercer una buena influencia sobre el desarrollo del carácter femenino. El fabricante no puede, incluso si se fija, intervenir más que en caso de escándalo evidente; no tiene ocasión de conocer, ni, en consecuencia, de impedir, la influencia duradera, menos chocante, de los caracteres libertinos sobre los que son más morales, y principalmente sobre la juventud. Ahora bien, es precisamente esta influencia la que es más perniciosa. El lenguaje corriente en las fábricas ha sido calificado en varios lugares por los comisarios de fábricas en 1833 como " indecente ", " malo ", " sucio ", etc. (Cowell, p. 35, 37 y en muchos otros sitios). La situación es, en pequeño, la misma que hemos visto en grande en las grandes ciudades. La centralización de la población tiene los mismos efectos sobre las mismas personas, sean éstos ejercidos en una gran ciudad o en una fábrica más pequeña. Si la fábrica es más pequeña, la promiscuidad es mayor, y las relaciones más forzadas. Tampoco faltan las consecuencias. Un testigo de Leicester dice que le gustaría más ver a sus hijas mendigando que yendo a la fábrica; las fábricas son verdaderos agujeros de infierno, la mayoría de las chicas de vida alegre de la ciudad deben a las fábricas haberse convertido en lo que son (Power, p.8); otro de Manchester " no duda en afirmar que los tres cuartos de las jóvenes obreras de 14 a 20 años han perdido la virginidad " (Cowell, p. 57). Por otra parte, el comisario Cowell expresa la opinión de que la moralidad de las obreras de fábrica es bastante inferior a la media de a de la clase obrera (P.82) y el Dr. Hawkins dice que (p. 4):
No se puede reducir fácilmente a cifras la estimación a realizar de la moralidad sexual, pero, si creo en mis propias observaciones y en la opinión general de aquéllos con los que he hablado, así como en todos los testimonios que me han sido ofrecidos, la idea que se puede hacer de la influencia que ejerce la vida de fábrica sobre la moralidad de la juventud femenina es extremadamente desalentadora. Por otra parte, se entiende que el trabajo en la fábrica, como cualquier otro, y más cualquier otro, atribuye al patrón el jus primae noctis. El fabricante es, en este aspecto también, el amo del cuerpo y de los encantos de sus obreras. El despido es un castigo bastante fuerte como para triunfar, en nueve casos sobre diez, sino en noventa y nueve casos sobre cien, sobre los escrúpulos de chicas que ni los tienen o que no tienen gran disposición a la castidad. Si el patrón es pequeño- y el informe de la comisión cita numerosos casos- su fábrica es al mismo tiempo su harén; que todos los fabricantes no hagan uso de su derecho no cambia en nada la situación de las jóvenes. Al comienzo de la industria manufacturera, en la que los fabricantes eran casi todos nuevos ricos sin educación ni incumbencia por la hipocresía social, no se dejaron parar por nada en el ejercicio de un derecho que habían adquirido " como se debía ".
F. Engels: La situación de la clase obrera en Inglaterra.
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EL CAPITALISMO HACE IMPOSIBLE
LA VIDA EN FAMILIA AL TRABAJADOR
P O R
FRIEDRICH ENGELS
Junto a los excesos del hábito de beber, los excesos sexuales constituyen uno de los principales vicios de muchos de los obreros ingleses. Es además una consecuencia fatal, una necesidad ineluctable de la situación de una clase abandonada a sí misma, que carece de los medios para hacer un uso conveniente de esta libertad. La burguesía sólo le ha dejado estos dos goces, mientras que los ha colmado de todo tipo de desgracias y dolores: la consecuencia es que los obreros, para disfrutar aunque sea un poco de la vida; concentran toda su pasión en torno a estos dos placeres y se entregan a ellos con exceso y de la forma más desordenada. Cuando se pone a la persona en una situación que sólo puede convenir a una bestia, no le queda más que rebelarse o sucumbir a la bestialidad. Y si, por añadidura, la misma burguesía contribuye encima directamente por su parte al progreso de la prostitución -¿cuántas de las 40.000 chicas que llenan cada noche las calles de Londres, viven a cuenta de la virtuosa burguesía?- ¿cuántas deben a la seducción de un burgués el hecho de estar obligadas hoy a ofrecer su cuerpo a todo aquél que pase para poder vivir?- la burguesía tiene verdaderamente menos que nadie el derecho de reprochar a la clase obrera su brutalidad sexual.
Todos los errores de los obreros ocurren debido al desorden existente en la búsqueda del disfrute, a la falta de previsión y de sumisión al orden social, en suma, a la incapacidad de sacrificar el placer del momento por una ventaja más lejana. ¿Pero cómo habría que sorprenderse? Una clase que, por un trabajo duro, no puede procurarse más que unas pocas cosas y solamente los disfrutes más materiales, ¿no debe lanzarse loca y ciegamente, sobre estos placeres? Una clase que nadie se preocupa de cultivar, sumisa a todos los azares posibles, que ignora toda seguridad de la existencia, ¿qué razones, qué interés tiene en ser preveedora, en llevar una vida " seria " y, en lugar de aprovechar la oportunidad del momento, en pensar en un disfrute lejano y muy problemático, para ella y para su situación que cambia, que se vuelca de forma perpetua? Clase obligada a soportar todos los inconvenientes del orden social sin beneficiarse de sus ventajas, clase a la que este orden social sólo aparece hostil, ¿es a esta clase a la que se le pide encima que respete este orden social? Ciertamente, es demasiado. Pero la clase obrera, durante todo el tiempo que subsista este orden social no puede escapar; si el trabajador aislado se dirige contra él, es él mismo el que padece el mayor daño. Así es como el orden social vuelve casi imposible la vida en familia al trabajador ; un alojamiento sucio e inhabitable, apenas lo bastante bueno como para servir de abrigo nocturno, mal amueblado, normalmente mal protegido contra la lluvia y destemplado, una atmósfera viciada en una sala superpoblada que no permite la vida de hogar; el hombre trabaja toda la jornada, puede que también la mujer y los hijos más mayores, todos en sitios distintos, viéndose sólo a la mañana y a la noche ; -añadan la continua tentación de beber aguardiente- ¿cómo se pretende que exista la vida en familia ? Sin embargo, el obrero no puede escapar a la familia, debe vivir en familia; es lo que se deduce continuamente de las discordias familiares y discusiones domésticas, que ejercen tanto sobre los padres como sobre los hijos una influencia desmoralizadora del más alto grado. La negligencia de todos los deberes domésticos, la negligencia sobre todo en cuanto a los hijos no son más que muy frecuentes entre los obreros ingleses y no están provocadas más que por las instituciones sociales existentes. Los hijos criados así como salvajes, en el entorno más desmoralizador que exista, al que, con bastante frecuencia, pertenecen los mismos padres, ¿cómo podrían tener posteriormente alguna delicadeza moral? Las exigencias del burgués contento de sí mismo en torno al obrero son verdaderamente demasiado ingenuas.
F. Engels: La situación de la clase obrera en Inglaterra.
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LOS NIÑOS Y LAS MUJERES
EN LAS MINAS
P O R KARL MARX
Lo que sorprende, pues, en esta legislación inglesa de 1867 es, por una parte, la necesidad, impuesta al parlamento de las clases dominantes, de adoptar en principio medidas tan extraordinarias y amplias contra los excesos de la explotación capitalista; por otra parte, las medias tintas, la repugnancia y mala fe con que dicho parlamento lleva efectivamente a la práctica esas medidas.
La comisión investigadora de 1862 propuso, asimismo, una nueva reglamentación para la industria minera, una industria que se distingue de todas las demás por el hecho de que en ella coinciden ampliamente los intereses de los terratenientes (landlord) y los de los capitalistas industriales. La antítesis entre los intereses de unos y otros favorece a la legislación fabril; la ausencia de esa antítesis basta para explicar el retardo y las triquiñuelas que caracterizan a la legislación minera.
La comisión investigadora de 1840 había hecho revelaciones tan terribles, tan shocking, y desencadenado tal escándalo ante los ojos de Europa entera, que el parlamento se vio obligado a tranquilizar su conciencia con la Mining Act (ley minera) de 1842, en la cual se limitó a prohibir que trabajaran bajo tierra las mujeres, así como los niños de menos de 10 años.
Vino luego, en 1860, la Mines' Inspection Act (ley sobre la inspección de minas), según la cual debían inspeccionar las minas funcionarios públicos designados especialmente a tales efectos y no se podría ocupar a chicos de 10 a 12 años de edad, salvo si tenían un certificado escolar o asistían cierta cantidad de horas a la escuela. Esta ley quedó en letra muerta, por entero, debido al número ridículamente exiguo de los inspectores designados, a la insignificancia de sus atribuciones y otras causas que veremos en detalle más abajo.
El último libro azul sobre las minas, el Report from the Select Committee on Mines Together with... Evidence, 23th July 1866, es un grueso volumen en folio pero sólo contiene el interrogatorio a los testigos. El informe de la comisión, designada de su propio seno por la Cámara de los Comunes, consta ni más ni menos que de 5 (cinco) líneas, en las que se afirma que la comisión no tiene nada que decir y que debería interrogar a más (!) testigos. En la industria minera, advirtámoslo, los intereses de los terratenientes y los de los capitalistas industriales coinciden ampliamente.
La manera de interrogar a los testigos recuerda las cross examinations (interrogatorios contradictorios) ante los tribunales ingleses, en las que el abogado, por medio de preguntas desvergonzadas, equívocas, imprevistas y embrolladas procura intimidar y desconcertar al testigo e interpretar capciosamente las palabras que éste ha pronunciado. Los abogados son aquí los propios interrogadores parlamentarios, entre los que figuran propietarios de minas y explotadores; los testigos son obreros mineros, en su mayor parte de las minas de carbón. La farsa entera caracteriza demasiado bien el espíritu del capital como para que no ofrezcamos aquí algunos extractos. Para que este sumario sea más comprensible, agrupo en diversos rubros los resultados de la investigación, etc. Recordemos que en los Blue Books (libros azules) ingleses tanto las preguntas como las respuestas, que son obligatorias, están numeradas.
I. Ocupación de los muchachos de 10 y más años en las minas.
El trabajo, sumándole el tiempo consumido forzosamente en ir a las minas y volver de ellas, dura de 14 a 15 horas, excepcionalmente más. Comienza a las 3, 4 ó 5 de la mañana y finaliza a las 4 ó 5 de la tarde (n. 6, 452, 83). Los obreros adultos trabajan en dos turnos, o sea 8 horas, pero para economizar en los costos el relevo no comprende a los jóvenes (n. 80, 203, 204). A los niños de menos edad se los emplea principalmente en abrir y cerrar las puertas de ventilación en los diversos compartimientos de la mina; a los de más edad, en trabajos más pesados, trasporte de carbón, etcétera (n. 122, 739, 740). El horario prolongado de trabajo bajo tierra dura hasta que los jóvenes cumplen 18 ó 22 años, edad a la que pasan a efectuar el trabajo de mineros propiamente dichos (n. 161). Hoy en día a los niños y adolescentes se los hace trabajar más ruda y excesivamente que en cualquier período anterior. (Notas 1663-1667.) Los mineros exigen, casi por unanimidad, que una ley del parlamento prohíba el trabajo en las minas a los menores de 14 años. Y es ahora cuando Vivian Hussey (él mismo un explotador de minas) pregunta:
"¿Esa exigencia no depende de la mayor o menor pobreza de los padres?" Y Mr. Bruce: "¿No sería excesivamente riguroso, cuando el padre ha muerto, o es un lisiado, etc. privar a la familia de este recurso? Y sin embargo, debe imperar una norma general. ¿Ustedes quieren que en todos los casos se prohiba a los niños menores de 14 años que trabajen bajo tierra?" Respuesta: "En todos los casos". (N. 107- 110.) Hussey: "Si se prohibiera el trabajo en las minas antes de los 14 años, ¿los padres no enviarían a los chicos a la fábrica, etc.? -Por regla general, no". (N. 174.) Un obrero: "Abrir y cerrar las puertas parece fácil. Pero es un trabajo muy penoso. Aun prescindiendo de la corriente permanente de aire, el muchacho está prisionero, exactamente lo mismo que si estuviera en un calabozo oscuro". El burgués Hussey: "¿El muchacho no puede leer mientras vigila la puerta, si tiene una luz? -En primer lugar, tendría que comprarse las velas. Pero además no se lo permitirían. Él está allí para atender a su trabajo, tiene un deber que cumplir.
Nunca he visto a un muchacho leyendo en la mina." (N. 139, 141-160.)
II. Educación.
Los mineros exigen una ley que establezca la educación infantil obligatoria, como en las fábricas. Declaran que la cláusula de la ley de 1860, que exige un certificado educacional para emplear a muchachos de 10 a 12 años, es puramente ilusoria. El "escrupuloso" procedimiento que siguen en sus interrogatorios los jueces capitalistas de instrucción se vuelve aquí verdaderamente cómico. (N. 115.)
"¿La ley es más necesaria contra los patrones o contra los padres? -Contra ambos." (N. 116.)
"¿Más contra unos que contra otros? -¿Cómo podría contestar eso?" (N. 137.) "¿Los patrones han mostrado alguna intención de adaptar los horarios de trabajo a la enseñanza escolar? -Nunca. (N. 211.) "¿Los mineros mejoran, posteriormente, su educación? -En general empeoran; adquieren malas costumbres, se dedican a la bebida y al juego y cosas por el estilo y se echan a perder totalmente." (N. 454.) "¿Por qué no envían a los chicos a escuelas nocturnas? -En la mayor parte de los distritos carboneros las mismas no existen. Pero lo principal es que están tan extenuados, debido al exceso de trabajo, que se les cierran los ojos de cansancio".
"Pero entonces", concluye el burgués, "¿Ustedes están contra la educación? -De ningún modo, pero, etc." (N. 443.) "¿Los propietarios de minas, etc., cuando emplean niños de 10 y 12 años, no están obligados por la ley de 1860 a exigir certificados escolares? -Según la ley, sí, pero los patrones no los exigen." (N. 444.) "En su opinión, ¿esa cláusula de la ley no se aplica en general? -No se aplica en absoluto." (N. 717.) "¿Los obreros de las minas se interesan mucho por el problema de la educación? -En su gran mayoría." (N. 718.) "¿Desean ansiosamente que se aplique la ley? -En su gran mayoría." (N. 720.) "¿Por qué, entonces, no imponen que se aplique la misma? -Más de un obrero procura que se rechace a los muchachos sin certificado escolar, pero se convierte en un hombre señalado (a marked man)." (N. 721.) "¿Señalado por quién? -Por su patrón." (N. 722.) "¿Pero usted no creerá que los patrones irían a perseguir a un hombre porque éste acata la ley? -Creo que lo harían." (N. 723.) "¿Por qué los obreros no se niegan a emplear a esos muchachos? -No es asunto que se deje a su elección." (N. 1634.) "¿Exigen ustedes la intervención del parlamento? -Si se ha de hacer algo efectivo por la educación de los hijos de los mineros, tendrá que ser hecho coactivamente, por una ley del parlamento." (N. 1636.) "¿Esto debería aplicarse a los hijos de todos los obreros de Gran Bretaña, o sólo a los de los mineros? -Estoy aquí para hablar en nombre de los mineros." (N. 1638.) "¿Por qué diferenciar de los demás a los niños mineros? -Porque son una excepción a la regla." (N. 1639.) "¿En qué aspecto? -En el físico." (N. 1640.) "¿Por qué la educación habría de ser más valiosa para ellos que para los muchachos de otras clases? -Yo no digo que sea más valiosa para ellos, sino que tienen menos posibilidades, a raíz de su trabajo excesivo en las minas, de recibir educación en escuelas diurnas y dominicales." (N. 1644.) "¿No es cierto que es imposible tratar de una manera absoluta los problemas de esta índole?" (N. 1646.) "¿Hay suficientes escuelas en los distritos? -No [...]." (N. 1647) "Si el estado exigiera que se enviase a la escuela a todos los niños, ¿de dónde habrían de salir entonces las escuelas para todos esos chicos? -Creo que, no bien las circunstancias lo impongan, las escuelas surgirán por sí mismas". "La gran mayoría, no sólo de los niños, sino también de los mineros adultos, no sabe leer ni escribir." (N. 705, 726.)
III. Trabajo femenino.
Desde 1842 ya no se utiliza bajo tierra a las obreras, pero sí sobre la superficie, para cargar carbón, etc., arrastrar las cubas hasta los canales o hasta los vagones del ferrocarril, clasificar el carbón, etc. Su número ha aumentado muy considerablemente en los últimos 3 ó 4 años. (N. 1727.) En su mayor parte son esposas, hijas o viudas de mineros, y sus edades oscilan entre los 12 y los 50 ó 60 años. (N. 647, 1779, 1781.)
(N. 648.) "¿Qué opinan los mineros acerca de la utilización de mujeres en las minas? -La condenan, en general." (N. 649.) "¿Por qué? -Porque consideran que esa actividad es degradante para ese sexo... Visten algo así como ropa de hombre. En muchos casos se deja a un lado todo pudor. No pocas mujeres fuman. [...] El trabajo es tan sucio como el que se efectúa dentro de la propia mina. Entre ellas hay muchas mujeres casadas, a las que les es imposible cumplir sus deberes domésticos." (N. 651 y ss., 701.) (N. 709.) "¿Las viudas podrían encontrar en otra parte una ocupación tan rendidora (de 8 a 10 chelines semanales)? -Nada puedo decir al respecto." (N. 710.) "¿Y sin embargo" (¡corazones de piedra!), "ustedes están resueltos a despojarlas de ese modo de ganarse la vida? -Sin duda." (N. 1715.) "¿En qué se funda esa actitud? -Nosotros, los mineros, sentimos demasiado respeto por el bello sexo para verlo condenado a trabajar en la mina... Este trabajo, en gran parte, es muy pesado. Muchas de esas muchachas levantan 10 toneladas por día." (N. 1732) "¿Cree usted que las obreras ocupadas en las minas son más inmorales que las que trabajan en las fábricas? -El porcentaje de las depravadas es mayor que entre las muchachas de las fábricas." (N. 1733.) "¿Pero usted, entonces, tampoco está conforme con el nivel de moralidad imperante en las fábricas? -No." (N. 1734.) "¿Quiere, pues, que también se prohiba en las fábricas el trabajo femenino? -No, no quiero eso." (N. 1735.) "¿Por qué no? -Porque es una ocupación más honorable y adecuada para el sexo femenino." (N. 1736.) "Sin embargo, ¿es nociva para la moral de las mujeres, según dice usted? -No, mucho menos que el trabajo en la mina. Además, yo no hablo sólo de razones morales, sino también de razones físicas y sociales. La degradación social de las muchachas es deplorable y extrema. Cuando estas muchachas se convierten en mujeres de los mineros, los hombres padecen muchísimo por esa degradación, y por eso se van de sus casas y se dedican a la bebida." (N. 1737.) "¿Pero no ocurrirá lo mismo con las mujeres que trabajan en los establecimientos siderúrgicos? -No estoy en condiciones de hablar de otros ramos industriales." (N. 1740.) "¿Pero qué diferencia existe entonces entre las mujeres que trabajan en los establecimientos siderúrgicos y las que lo hacen en las minas? -No me he ocupado de esa cuestión." (N. 1741.) "¿Podría descubrir alguna diferencia entre una clase y la otra? -No me he cerciorado de que exista, pero conozco, por mis visitas de casa en casa, el deplorable estado de cosas en nuestro distrito." (N. 1750.) "¿No le causaría un gran placer abolir el trabajo femenino en todos los lugares donde es degradante? -Sí... los mejores sentimientos de los niños se adquieren por la crianza materna." (N. 1751.) "¿Pero esto no se aplica igualmente a las ocupaciones agrícolas de las mujeres? -Esta ocupación sólo dura dos estaciones; entre nosotros las mujeres trabajan las cuatro estaciones enteras, y no pocas veces de día y de noche, caladas hasta los huesos, con su constitución debilitada y la salud deshecha." (Nota 1753.) "¿Usted no ha estudiado la cuestión" (esto es, la del trabajo de la mujer) "en términos generales? -He mirado a mí alrededor, y lo que puedo decir es que en ninguna parte he encontrado nada que se compare, en materia de ocupación femenina, a lo que ocurre en las minas de carbón. (N. 1793, 1794, 1808.) Es un trabajo para hombres y para hombres vigorosos. El mejor sector de los mineros, los que procuran elevarse y humanizarse, en vez de encontrar algún apoyo en sus mujeres, se ven empujados por ellas hacia abajo."
Después de que los burgueses siguieran lanzando preguntas a diestro y siniestro, finalmente sale a luz el misterio de su "compasión" por las viudas, las pobres familias, etc.:
"El propietario de la mina de carbón designa a ciertos gentlemen (caballeros) como capataces y la política de los mismos, para ganarse la aprobación del empresario, consiste en hacer la máxima economía posible. A las muchachas se les paga a razón de 1 chelín y 6 peniques por día, mientras que un hombre tendría que cobrar 2 chelines y 6 peniques." (N. 1816.)
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XIII .
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LA MORTALIDAD INFANTIL
P O R KARL MARX
Hemos aludido ya al deterioro físico tanto de los niños y adolescentes como de las mujeres a quienes la maquinaria somete a la explotación del capital, primero de manera directa en las fábricas que han crecido rápidamente sobre la base de las máquinas, y luego, de manera indirecta, en todos los demás ramos de la industria. Por eso, aquí nos detendremos únicamente en un punto, el referente a la enorme mortalidad de niños de obreros en sus primeros años de vida. Hay en Inglaterra 16 distritos del registro civil en los que el promedio anual de defunciones por cada 100.000 niños vivos de menos de un año es sólo de 9.000(en un distrito, sólo 7.047), en 24 distritos más de 10.000 pero menos de 11.000; en 39 distritos más de 11.000, pero sin llegar a 12.000, en 48 distritos entre 12.000 y 13.000; en 22 distritos más de 20.000; en 25, más de 21.000; en 17, más de 22.000; en 11, por encima de 23.000; en Hoo, Wolverhampton, Ashton-under-Lyne y Preston, más de 24.000, en Nottingham, Stockport y Bradford más de 25.000, en Wisbeach 26.000 y en Manchester 26.125 [ Sixth Report on Public Health, Londres, 1864, p. 34.
En las ciudades obreras de Francia, la mortalidad de los hijos de los obreros de menos de un año es de entre 20 y 22% (cifra de Roubaix). En Mulhouse, llega hasta el 33% en 1863. Sigue pasando del 30%.
En un trabajo presentado a la Academia de Medicina, el Sr. Devilliers establece que la mortalidad de los niños de las familias acomodadas era de un 10%, la de las obreras de los telares, como poco, del 35%. (Discurso de Boudet en la Academia de Medicina, sesión del 27 de noviembre de 1866). En su Bulletin n°28, la Sociedad industrial de Mulhouse constata la "espantosa degradación de la clase obrera".] . Como lo demostró una investigación médica oficial en 1861, las altas tasas de mortalidad principalmente se deben, si se hace abstracción de circunstancias locales, a la ocupación extradomiciliaria de las madres, con el consiguiente descuido y maltrato a los niños, como por ejemplo alimentación inadecuada, carencia alimentaria, suministro de opiáceos, etc., a lo que debe agregarse el antinatural desapego que las madres experimentan por sus hijos, lo que tiene por consecuencia casos de privación alimentaria y envenenamiento intencionales [ La investigación de 1861 "mostró, además, que así como bajo las circunstancias descritas los pequeños perecen debido al descuido y el maltrato derivados de las ocupaciones de sus madres éstas se vuelven atrozmente desnaturalizadas con respecto a su prole; es común que la muerte de sus vástagos las deje indiferentes, e incluso que a veces... adopten medidas directas para provocarla". (Ibídem.)] . En los distritos agrícolas "donde sólo trabaja un mínimo de mujeres, la tasa de mortalidad es, por el contrario, la más baja".
La comisión investigadora de 1861, sin embargo, llegó a la conclusión inesperada de que en algunos distritos exclusivamente agrícolas sobre las costas del Mar del Norte, la tasa de mortalidad de niños menores de un año casi alcanzaba la de los distritos fabriles de peor renombre. Se encomendó por ello al doctor Julián Hunter que investigara el fenómeno en el lugar de los hechos. Su informe quedó incluido dentro del "Sixth Report on Public Health". Hasta entonces se había conjeturado que eran la malaria y otras enfermedades endémicas en zonas bajas y pantanosas lo que diezmaba a los niños. La investigación arrojó precisamente el resultado contrario, o sea "que la misma causa que erradicó la malaria, esto es, la transformación del suelo pantanoso durante el invierno y de áridos pastizales durante el verano en fértil tierra triguera, provocó la extraordinaria tasa de mortalidad entre los lactantes".
Los 70 médicos practicantes interrogados por el doctor Hunter en esos distritos estaban "asombrosamente de acuerdo" respecto a este punto. Con la revolución en la agricultura se había introducido, en efecto, el sistema industrial.
"Un hombre al que se denomina "jefe de banda" (gangmaster) y que alquila las cuadrillas en conjunto, pone a disposición del arrendatario, por una suma determinada, mujeres casadas que trabajan en cuadrillas junto a muchachas y jóvenes. Estas cuadrillas suelen apartarse muchas millas de sus aldeas, se las encuentra de mañana y al anochecer por los caminos; las mujeres de pollera corta y con los correspondientes abrigos y botas, y a veces de pantalones, muy vigorosas y sanas en apariencia, pero corrompidas por la depravación habitual e indiferentes ante las funestas consecuencias que su predilección por ese modo de vida activo e independiente depara a los vástagos, quienes languidecen en las casas".
Todos los fenómenos característicos de los distritos fabriles se reproducen aquí, y en grado aun mayor el infanticidio encubierto y la administración de opiáceos a las criaturas. [Al igual que en los distritos fabriles ingleses, en los distritos rurales se extiende día a día el consumo del opio entre los obreros y obreras adultos. "El principal objetivo de algunos mayoristas emprendedores es... promover la venta de opiáceos. Los farmacéuticos los consideran como el artículo más solicitado." (Ibídem, p. 460.) Los lactantes a los que se suministraban opiáceos, "se contraían, convirtiéndose en canijos viejecitos, o quedaban arrugados como monitos". (Ibídem, p. 460.) Véase cómo la India y China se vengan de Inglaterra.]
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XIII .
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EL SISTEMA DE CUADRILLAS
P O R KARL MARX
El suelo exige muchas tareas livianas, como arrancar la maleza, pasar la azada, ciertas operaciones de abonado, eliminación de las piedras, etc. Estos trabajos los ejecutan las cuadrillas o bandas organizadas, residentes en las aldeas abiertas.
La cuadrilla se compone de 10 a 40 ó 50 personas: mujeres, muchachos de uno u otro sexo (de 13 a 18 años), aunque a los muchachos varones generalmente se los excluye cuando llegan a los 13 años, y por último niños y niñas (de 6 a 13 años). A la cabeza está el gang-master (jefe de cuadrilla), que es siempre un obrero agrícola común y corriente y que suele ser lo que se llama un tipo de mala entraña, libertino, inconstante, borrachín, pero dotado de cierto espíritu emprendedor y de savoir-faire (destreza). Recluta la cuadrilla, que trabaja a sus órdenes y no bajo el mando del arrendatario. Con éste establece un acuerdo basado, la mayoría de las veces, en el pago a destajo. La remuneración del gang-master, no mucho mayor promedialmente que la de un obrero agrícola común. Unas 200 há., depende casi por entero de la destreza con que sepa hacer que su cuadrilla, en el menor tiempo posible, movilice la mayor cantidad posible de trabajo. Los arrendatarios han descubierto que las mujeres sólo trabajan ordenadamente bajo la dictadura masculina, pero que ellas y los niños, una vez puestos en movimiento, gastan con verdadero desenfreno sus energías vitales como ya lo sabía Fourier, mientras que el obrero varón adulto es tan mañoso que las economiza lo más que puede. El jefe de cuadrilla se traslada de una finca a otra y ocupa así a su banda durante 6 u 8 meses por año. Ser sus clientes, por ende, es mucho más rentable y seguro para las familias obreras que serlo del arrendatario individual, el cual sólo ocasionalmente da ocupación a niños. Esta circunstancia consolida a tal punto su influencia en las aldeas abiertas, que por lo general sólo por su mediación es posible contratar niños. La explotación individual de los mismos, al margen de la explotación de la cuadrilla por el arrendatario, constituye el negocio accesorio de estos individuos.
Los "puntos flacos" del sistema son el trabajo excesivo de los niños y de los jóvenes, las marchas interminables que efectúan diariamente para ir y volver de fincas distantes 5, 6 y a veces 7 millas, y por último la desmoralización de las gangs. Aunque el jefe de cuadrilla, al que en algunas comarcas se lo denomina the driver (el arriero), está provisto de una buena vara, rara vez la emplea, y las quejas sobre malos tratos son la excepción. Es un emperador democrático o una especie de flautista de Hamelin. Necesita, pues, gozar de popularidad entre sus súbditos y los mantiene vinculados a su persona por medio de la bohemia que prospera bajo sus auspicios. Una cruda licencia, un placentero desenfreno y la más obscena desenvoltura dan alas a la cuadrilla. La mayoría de las veces el jefe de cuadrilla paga los salarios en la taberna y vuelve más tarde a casa tambaleándose, sostenido a derecha e izquierda por sendas y robustas mujeres, a la cabeza de un séquito de niños y muchachos que alborotan y entonan canciones socarreras y obscenas. En el camino de regreso está en la orden del día lo que Fourier llama la "fanerogamia". Es frecuente que muchachas de trece y catorce años queden embarazadas por compañeros de su misma edad.
Las aldeas abiertas, que suministran el grueso de las cuadrillas, se convierten en Sodomas y Gomorras y registran dos veces más nacimientos ilegítimos que el resto del reino. Ya hemos indicado lo que aportan a la moralidad, en calidad de mujeres casadas, las muchachas criadas en esa escuela. Sus hijos, si el opio no les da el golpe de gracia, son reclutas natos de la cuadrilla.
La cuadrilla, en la forma clásica que acabamos de describir, se denomina cuadrilla pública, común o ambulante (public, common or tramping gang). Existen también, en efecto, cuadrillas privadas (private gangs). Se integran como la cuadrilla pública pero son menos numerosas, y en vez de trabajar bajo el mando del jefe de cuadrilla, lo hacen a las órdenes de un peón viejo al que el arrendatario no sabe dar mejor destino.
El espíritu de bohemia se desvanece aquí, pero todas las declaraciones testimoniales coinciden en que tanto el pago como el trato de los niños empeoran.
El sistema de cuadrillas, que en los últimos años se ha extendido de manera constante, no existe, evidentemente, para complacer al jefe de cuadrilla. Existe para enriquecer a los grandes arrendatarios, o en su caso a los terratenientes. Para el arrendatario no existe un método más ingenioso, que le permita mantener a su personal obrero muy por debajo del nivel normal y, no obstante, tener siempre a la orden, para todo trabajo extraordinario, los brazos extras necesarios, así como extraer con la menor cantidad posible de dinero la mayor cantidad posible de trabajo y convertir en "supernumerarios" a los obreros varones adultos. Tras la exposición anterior, se comprende que por un lado se admita la mayor o menor desocupación del obrero rural, y que por otro se declare "necesario" el sistema de cuadrillas debido a la falta de trabajo obrero masculino y a su éxodo hacia las ciudades. Los campos libres de malezas y las malezas humanas de Lincolnshire, etcétera, son los polos opuestos de la producción capitalista.
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XXIII .
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LOS CAMPESINOS OBLIGADOS
A VENDER A SUS HIJOS
P O R KARL MARX
El Public Health Report, antes citado por mí, en el cual al analizarse la mortalidad infantil se alude de pasada al sistema de cuadrillas, permaneció ignorado por la prensa inglesa, y en consecuencia por el público inglés. El último informe de la Children's Employment Commission, en cambio, brindó a la prensa un pasto sensacional y bienvenido. Mientras la prensa liberal preguntaba cómo era posible que los elegantes gentlemen y ladies y los prebendados de la iglesia oficial, personajes todos que pululan en Lincolnshire y envían a las antípodas sus propias "misiones para el perfeccionamiento moral de los indígenas del Mar del Sur", permitieran que prosperase tal sistema en sus fincas y bajo sus propios ojos, la prensa más refinada se limitó exclusivamente a reflexionar sobre la burda corrupción de los campesinos, capaces de vender a sus hijos para esa clase de esclavitud! Bajo las execrables condiciones en que "los más delicados" condenan a vivir al campesino, sería explicable que éste devorara a sus propios hijos. Lo realmente asombroso es la integridad de carácter que, en gran parte, ese campesino ha logrado conservar. Los informantes oficiales han comprobado que los padres, incluso en los distritos donde impera, detestan el sistema de cuadrillas. "En las declaraciones testimoniales recogidas por nosotros, se encuentran pruebas abundantes de que en muchos casos los padres agradecerían la promulgación de una ley obligatoria que les permitiera resistir las tentaciones y presiones a que suelen estar sometidos. A veces el funcionario parroquial, a veces el patrón, en este caso bajo la amenaza de despedirlos a ellos mismos los apremia para que envíen los chicos a ganar dinero en vez de mandarlos a la escuela. Todo el tiempo y las energías derrochadas, todo el sufrimiento que le ocasiona al campesino y a su familia la fatiga extraordinaria e inútil, todos los casos en que los padres han achacado la ruina moral del hijo al hacinamiento de las cottages o las influencias contaminantes del sistema de cuadrillas, provocan en el pecho de los pobres laboriosos sentimientos fácilmente comprensibles y que es innecesario detallar. Son conscientes de que muchos de sus tormentos físicos y mentales les han sido infligidos por circunstancias de las que en modo alguno son responsables, a las que nunca habrían dado su asentimiento si hubieran podido rehusarlo y contra las que son impotentes para luchar." (Ibídem, p. XX, n. 82, y XXIII, n. 96.)
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XXIII .
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EL DESENFRENO...
P O R KARL MARX
"Las parejas de recién casados no constituyen un espectáculo edificante para hermanos y hermanas adultas, que comparten con ellos el mismo dormitorio, y aunque no sea aconsejable mencionar casos concretos, disponemos de datos suficientes que fundamentan la afirmación de que grandes sufrimientos, y a menudo la muerte, constituyen la suerte de las mujeres que toman parte en el delito de incesto." (Doctor Hunter, op. cit., p. 137.)
Un funcionario policial de origen campesino, que durante largos años actuó como detective en los peores barrios de Londres, dice de las muchachas de su aldea: "Durante toda mi vida de policía en las peores zonas londinenses nunca llegué a ver tan grosera inmoralidad a edad tan temprana, una insolencia e impudicia como las de aquéllas... Viven como cerdos, muchachos y muchachas ya crecidos, madres y padres; todos duermen revueltos en el mismo cuarto". ("Children's... Sixth Report", apéndice, p. 77, n. 155.)
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XXIII .
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... Y LA MUERTE
P O R KARL MARX
En el informe del 5 de setiembre de 1865 el doctor Bell, uno de los médicos de indigentes de Bradford, declaró que la terrible mortalidad que se producía entre los enfermos de fiebre de su distrito se debía a las condiciones de las viviendas en que vivían:
"En un sótano de 1.500 pies cúbicos habitan 10 personas... La calle Vincent, el Green Air Place y the Leys albergan 223 casas con 1.450 habitantes, 435 camas y 36 letrinas... Las camas, y por tales entiendo todo montón de trapos sucios o de virutas, albergan una media de 3,3 personas; en no pocos casos esa guarrería llega a 4 y a 6 personas. Muchos duermen sin cama, en el suelo desnudo, con su vestimenta habitual; hombres jóvenes y mujeres, casados y solteros, todos promiscuamente mezclados. ¿Es necesario agregar que estas viviendas son en su mayor parte covachas hediondas y lóbregas, húmedas, sucias, absolutamente inadecuadas para alojar a un ser humano? Son estos los focos de los que brotan la enfermedad y la muerte, las cuales también cobran sus víctimas entre las personas acomodadas (of good circumstances) que permitieron que estos bubones pestíferos supuraran entre nosotros".
Bristol ocupa el tercer puesto después de Londres en cuanto a miseria de la situación de sus cuchitriles. "Aquí, en una de las ciudades más opulentas de Europa, la mayor de las abundancias [coexiste] con la pobreza más descarnada (blank poverty) y la miseria doméstica.
Hacia la misma época, el Dr. Harvey, del hospital San Jorge, a propósito de su visita a Wing durante la epidemia, me cita hechos semejantes: Una joven enferma de fiebre se acostaba a la noche en la misma habitación que su padre, su madre, su hijo ilegítimo, dos chicos jóvenes -sus hermanos- y sus dos hermanas (cada una con su bastardo). Algunas semanas antes, trece niños se acostaban en este mismo local.
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XXIII .
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DOS HOGARES DE PARADOS
P O R
KARL MARX
Dejando el workhouse, di una vuelta por las calles, en su mayor parte orilladas por casas de un piso, tan numerosas en Poplar. Mi guía era miembro de la comisión para los desocupados. La primera casa en la que entramos era la de un obrero siderúrgico, desocupado desde hacía 27 semanas. Encontré al hombre y a toda su familia en un cuarto interior, sentados. La pieza todavía no carecía totalmente de muebles y el hogar se hallaba encendido. Esto era necesario para preservar de la congelación los pies descalzos de los más pequeños, porque el día era gélido. En una bandeja, frente al fuego, había un montón de estopa que la mujer y los chicos deshilachaban a cambio del pan que les proporcionaba el workhouse. El hombre trabajaba en uno de los patios que acabamos de describir por un bono de pan y 3 peniques diarios. Hacía unos instantes que había regresado a la casa para almorzar muy hambriento, según nos dijo con una sonrisa amarga y su comida consistía en unas pocas rebanadas de pan untadas con grasa, y una taza de té sin leche... La puerta siguiente en la que golpeamos fue abierta por una mujer de edad mediana, quien sin pronunciar una palabra, nos hizo pasar a un cuartito interior donde se sentaba toda su familia, en silencio, con los ojos clavados en un fuego mortecino, a punto de extinguirse. Era tal la desolación, la desesperanza que envolvía a esa gente y a su cuartito que no deseo otra cosa que no contemplar jamás una escena semejante. "No han ganado nada, señor", dijo la mujer señalando a los niños, "nada en 26 semanas, y todo nuestro dinero se ha ido, todo el dinero que el padre y yo ahorramos en tiempos mejores, con la ilusión de tener una reserva cuando los negocios anduvieran mal. ¡Mire!", gritó casi fuera de sí, mostrándonos una libreta de ahorros con todas las anotaciones regulares de dinero colocado y retirado, de tal manera que pudimos comprobar cómo su pequeño caudal había comenzado con el primer depósito de 5 chelines, cómo había aumentado poco a poco hasta llegar a las 20 libras esterlinas y cómo se había desinflado de nuevo, pasando de libras a chelines, hasta que la última anotación hacía que la libreta tuviera el mismo valor que un pedazo de papel en blanco. Esta familia recibía diariamente una mísera comida del workhouse... Nuestra visita siguiente fue a la mujer de un irlandés. El marido había trabajado en los astilleros. La encontramos enferma por falta de alimentación, echada en un colchón, con sus vestidos puestos, apenas cubierta con un pedazo de alfombra, pues toda la ropa de cama había ido a parar a la casa de empeños. Sus macilentos hijos la cuidaban, aunque parecían necesitar ellos los cuidados maternos. Diecinueve semanas de inactividad forzada la habían reducido a ese estado, y mientras nos contaba la historia del amargo pasado, se lamentaba como si hubiera perdido toda esperanza en un futuro mejor... Cuando salíamos de la casa un hombre joven que corría hacia nosotros nos alcanzó, solicitándonos que fuéramos a su casa y viéramos si se podía hacer algo por él. Una mujer joven, dos hermosos chicos, un montón de boletas de empeño y una pieza totalmente vacía era todo lo que tenía para mostrar. [Marx ofrece un extracto de una investigación realizada por un corresponsal del Morning Star el cual visita, en enero de 1867, los centros obreros para darse cuenta de los efectos de la crisis.]
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XXIII .
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EL BAUTIZO EN LA INFAMIA
P O R KARL MARX
En lo concerniente a las condiciones habitacionales urbanas, anticiparé una observación general del doctor Simón: "Aunque mi punto de vista oficial", dice, "sea exclusivamente médico, los sentimientos humanitarios más comunes impiden que ignoremos el otro lado de este mal. En su grado más alto, ese hacinamiento determina casi necesariamente tal negación de toda delicadeza, una confusión tan asqueante de cuerpos y funciones corporales, tal exposición de desnudez sexual, que más que humano es bestial. Estar sujeto a estas influencias significa una degradación que necesariamente se vuelve más profunda cuanto más continúa su obra. Para los niños nacidos bajo esta maldición, constituye un bautismo en la infamia (baptism into infamy). Y carece absolutamente de toda base la esperanza de que personas colocadas en esas circunstancias se esfuercen por acceder a esa atmósfera de civilización que tiene su esencia en la pureza física y moral"
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XXIII .
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LA DESGRACIA DE SER JOVEN
P O R KARL MARX
Ya en el año de 1840 se había designado una comisión parlamentaria para que investigara el trabajo infantil. Su informe de 1842 desplegaba, según palabras de Nassau William Senior, "el cuadro más aterrador de avaricia, egoísmo y crueldad por el lado de los capitalistas y los padres, y de miseria, degradación y destrucción de niños y adolescentes, jamás presentado hasta hoy a los ojos del mundo... Tal vez suponga alguien que ese cuadro describe los horrores de una era pasada... Esos horrores persisten hoy, más intensos que nunca... Los abusos denunciados en 1842 florecen hoy" (octubre de 1863) "plenamente... El informe de 1842 fue adjuntado a las actas, sin que se le prestara más atención, y allí reposó veinte años enteros mientras se permitía a esos niños, aplastados física, intelectual y moralmente, convertirse en los padres de la generación actual"
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XIII .
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LA EXPLOTACIÓN DE
LAS MUJERES CASADAS
P O R KARL MARX
1. " M. E…, fabricante, me ha hecho saber que él emplea exclusivamente a mujeres en sus puestos mecánicos; da preferencia a las mujeres casadas, sobre todo a aquéllas que tienen familia numerosa; son más atentas y más disciplinables que las mujeres solteras, y además están obligadas a trabajar hasta la extenuación para procurarse los medios de subsistencia necesarios. Es así como las virtudes que caracterizan mejor a la mujer se convierten en perjuicio. Lo que hay de cariñoso y de moral en su naturaleza se vuelve el instrumento de su esclavización y de su miseria " (Ten Hour's Factory Bill, The Speech of Lord Ashley. London, 1844)
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XIII .
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EL CAPITALISMO Y LA FAMILIA
P O R KARL MARX
En tanto la legislación fabril regula el trabajo en las fábricas, manufacturas, etc., ese hecho sólo aparece, ante todo, como intromisión en los derechos de explotación ejercidos por el capital. Por el contrario, toda regulación de la llamada industria domiciliaria, se presenta de inmediato como usurpación de la patria potestad esto es, interpretándola modernamente, de la autoridad paterna, un paso ante el cual el remilgado, tierno parlamento inglés fingió titubear durante largo tiempo. No obstante, la fuerza de los hechos forzó por último a reconocer que la gran industria había disuelto, junto al fundamento económico de la familia tradicional y al trabajo familiar correspondiente a ésta, incluso los antiguos vínculos familiares. Era necesario proclamar el derecho de los hijos.
" Desgraciadamente", se afirma en el informe final de la Children's Employment Commission fechado en 1866, "de la totalidad de las declaraciones testimoniales surge que contra quienes es más necesario proteger a los niños de uno u otro sexo es contra los padres."
El sistema de la explotación desenfrenada del trabajo infantil en general y de la industria domiciliaria en particular se mantiene porque "los padres ejercen un poder arbitrario y funesto, sin trabas ni control, sobre sus jóvenes y tiernos vástagos... Los padres no deben detentar el poder absoluto de convertir a sus hijos en simples máquinas, con la mira de extraer de ellos tanto o cuanto salario semanal... Los niños y adolescentes tienen el derecho de que la legislación los proteja contra ese abuso de la autoridad paterna que destruye prematuramente su fuerza física y los degrada en la escala de los seres morales e intelectuales". No es, sin embargo, el abuso de la autoridad paterna lo que creó la explotación de la infancia; es, al contrario, la explotación capitalista la que ha hecho degenerar esta autoridad en abuso. Por lo demás, ¿la legislación de la fábrica no es el testimonio oficial que la gran industria ha hecho de la explotación de mujeres y niños por el capital, de este disolvente radical de la familia obrera de antes, una necesidad económica, el testimonio de que ha convertido la autoridad paterna en aparato del mecanismo social destinado a abastecer directa o indirectamente al capitalista los hijos del proletario, el cual, bajo amenaza de pena de muerte, debe jugar su papel de intermediario y de mercader de esclavos? Todos los esfuerzos de esta legislación no pretenden más que reprimir los excesos de este sistema de esclavitud.
Ahora bien, por terrible y repugnante que parezca la disolución del viejo régimen familiar dentro del sistema capitalista, no deja de ser cierto que la gran industria, al asignar a las mujeres, los adolescentes y los niños de uno u otro sexo, fuera de la esfera doméstica, un papel decisivo en los procesos socialmente organizados de la producción, crea el nuevo fundamento económico en el que descansará una forma superior de la familia y de la relación entre ambos sexos. Es tan absurdo, por supuesto, tener por absoluta la forma cristiano-germánica de la familia como lo sería considerar como tal la forma que imperaba entre los antiguos romanos, o la de los antiguos griegos, o la oriental, todas las cuales, por lo demás, configuran una secuencia histórica de desarrollo. Es evidente, asimismo, que la composición del personal obrero, la combinación de individuos de uno u otro sexo y de las más diferentes edades, aunque en su forma espontáneamente brutal, capitalista en la que el obrero existe para el proceso de producción, y no el proceso de producción para el obrero constituye una fuente pestífera de descomposición y esclavitud, bajo las condiciones adecuadas ha de trastrocarse, a la inversa, en fuente de desarrollo humano. 67
Karl Marx : El Capital, Libro I, capítulo XIII
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