El 8 de mayo de 1985, hace 34 años, cayó en cumplimiento del deber el Capitán e internacionalista venezolano Alí Gómez García.
Alí Gómez se integró al Frente Sandinista en el 1978, enviado por el Partido Revolucionario de Venezuela, participando en la insurrección final y después del triunfo de la Revolución se quedó integrado en las nuevas tareas y defendió la Patria de la agresión estadounidense. Su último cargo fue como Oficial de Preparación Combativa de las Tropas Especiales del MINT “Pablo Úbeda”. El Equipo de Barricada/Historia comparte con sus lectores un texto sobre su vida.
Guerrillero venezolano Capitán Alí Gómez García, “Nicanor”, caído durante la guerra no declarada de EEUU, el 8 de mayo de 1985 en Nicaragua, en cumplimiento del deber revolucionario.
El Capitán Alí Gómez García se marchó ese 8 de mayo de 1985 con el cielo de Managua como testigo, defendiendo a toda esa América que llamaba patria y confirmando, hasta último momento, su firme propósito de morir siendo revolucionario.
La parroquia La Vega vio crecer al pequeño Alí entre juegos e ideales.
Sus primeros pasos en la lucha social los dio de la mano del padre Francisco Wuytack, en esa barriada caraqueña que reserva aún entre sus calles el recuerdo de cómo nació y creció un auténtico revolucionario.
A temprana edad cursó estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y hasta pensó en ser misionero en su afán por hallar la verdadera vocación que lo acompañaría hasta el final de sus días.
Raquel Cartaya, revolucionaria y viuda de Alí, recuerda que se destacaba desde pequeño y cómo en esos momentos de infancia nació entre ellos el amor que se mantendría por siempre. “Desde pequeños compartimos vivencias y sentimientos.
Me gustaba mucho conversar con él y me llamaba la atención todas las cosas que hacía. Entre sus inventos no podré olvidar su colección de mariposas y su gusto por escribir. A medida que fuimos creciendo, anhelábamos que llegaran las vacaciones para vernos. Desde pequeños nuestras madres notaron que estábamos enamorados.
Así fue pasando el tiempo y llegó el momento de entrar a la universidad. Alí se dedicó más a la parte política. Se la pasaba con gente de la Izquierda Cristiana.
 Luego conoció al padre Wuytack que, para él, marcó una etapa en su vida muy interesante”, aseguró Cartaya.
Luchar por la reivindicación de los pobres y trabajar en los barrios fueron, a sus 14 años, las tareas que Alí Gómez se propuso desempeñar por la gente de la comunidad que lo veía crecer y que lo apodó Alicate, porque era muy alto (media un poco más de un metro 80).
LA GUERRILLA FUE SU ESCUELA
En 1969, con apenas 17 años, decidió meterse en la guerrilla siguiendo las luchas internacionalistas de héroes como Bolívar, Sucre, Miranda, Sandino, Martí y otros patriotas.
Viajó a Nicaragua y se sumó a las luchas del Frente Sandinista de Liberación Nacional de ese país.
“En lo particular me pareció como una especie de Robin Hood que salía a defender a los pobres. Aunque le decía al principio que prefería que se quedara en la ciudad porque había mucho trabajo que hacer desde el mismo movimiento revolucionario de la UCV, era importante que hubiera gente con claridad política. Pero él consideró que su paso por la guerrilla lo iba a consolidar y lo haría conseguir la parte del revolucionario que le faltaba”, señaló Cartaya acerca de la decisión de Alí por medir montaña adentro su fortaleza y capacidad.
Durante nueve años se llamó Nicanor, tiempo en el que se mantuvo firme en la lucha por la soberanía y la independencia de las naciones de América como guerrillero revolucionario.
Para 1978 formando parte del Partido de la Revolución Venezolana (PRV), éste decide enviarlo para que participe en la última insurrección sandinista.
 “Se da el triunfo de la Revolución Sandinista y decidimos unir nuestras vidas al desarrollo de esa revolución. Por eso viajé a Nicaragua con nuestro hijo mayor, Toribio, apodado cariñosamente como Mugre. Estando en ese país hermano, vimos nacer nuestros otros dos hijos: Nicanor (seudónimo de Alí en la guerra de Nicaragua) y Fania”, explicó Cartaya.
Alí desempeñó diferentes funciones en el campo militar. Incluso fue director y subdirector de varias escuelas militares.
En el Ministerio del Interior llegó a ser oficial de preparación combativa de las tropas especiales.
Fue en el cumplimiento de ese cargo cuando cae en combate el 8 de mayo de 1985.
Porque en vida su mayor satisfacción la vivió al presenciar el triunfo de la Revolución sandinista. Disfrutó en carne propia el logro que por tanto tiempo deseó para su país y que no pudo ver materializado.
A 34 años de su partida se le recuerda como ese revolucionario alegre que mantuvo a toda América como patria y que a veces decía estar: “jodido pero contento”.