PROLETARIOS DEL MUNDO UNÍOS. (004)
Reseñas de las organizaciones revolucionarias del mundo
Nota: Tercera entrega de la sección de este blooger llamada PROLETARIOS DEL MUNDO UNIOS , donde se publican artículos que den una reseña histórica de los movimientos revolucionarios emblemáticos que han hecho vida o hacen, alrededor del mundo; así como de sus órganos propagandísticos (periódicos, revistas, radios etc), esto con la finalidad de tener siempre viva la memoria histórica de nuestras luchas. estos artículos irán saliendo de acuerdo a alguna fecha histórica de la organización a reseñar. (entrega anterior: Partido Comunista De Checoslovaquia. Proxima entrega:Partido Revolucionario De Los Trabajadores, Argentina)
Fracción del Ejército Rojo o Facción del Ejército Rojo (Rote Armee Fraktion o RAF)
La RAF (Rote Armee Fraktion, Facción del Ejército Rojo) fue una organización armada revolucionaria que se formó en 1970 en la Alemania Federal cuando un pequeño grupo de revolucionarias saltaron a la clandestinidad para llevar a cabo acciones armadas contra objetivos imperialistas alemanes y estadounidenses. Operó durante 28 años hasta su disolución en 1998, después de un largo periodo de vaivenes de actividad intermitente. Fue la organización revolucionaria de guerrilla urbana más activa de la Alemania Occidental en la posguerra, que durante su actividad fue responsable de, al menos, 34 asesinatos.
En 1945, justo recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, se celebra la Conferencia de Postdam, que tiene como resultado la partición del territorio alemán en cuatro zonas de ocupación (francesa, británica, estadounidense, soviética). Un año después las tres primeras zonas se combinan en la llamada Trizonia y será en 1949 cuando se constituya formalmente la República Federal Alemana (RFA) o Alemania Occidental. Desde su fundación Alemania Federal se convierte en un país intervenido económica, política y militarmente por Estados Unidos y el bloque occidental.
Partido Comunista de Alemania |
En esta coyuntura política es en la que un grupo de estudiantes universitarios, influidos por todo el movimiento contracultural hippie y el particular “marxismo” del Instituto de Investigación Social de Frankfurt (IfS, encarnado sobre todo en Herbert Marcuse), se organizan para cuestionarse tanto el sistema económico capitalista como la misma naturaleza de la sociedad (y sus mecanismos de dominación en la fábrica, familia, escuela). De esta forma nace en 1966 la Oposición Extraparlamentaria (Außerparlamentarische Opposition, en adelante APO), de la que Rudi Dutschke sería la cabeza más visible
Instituto de Investigación Social |
La Oposición Extraparlamentaria. Außerparlamentarische Opposition, APO
Entre 1947 y 1956, los partidos socialdemócrata y el comunista habían perdido mas de 600 mil miembros. Por otra parte, en 1956, el KPD (comunista), habiendo perdido en primer lugar lo esencial de su electorado, fue sencillamente prohibido, lo que no provocó protestas de carácter masivo. En 1953 y 1957 los partidos cristiano-conservadores (CDU/CSU) ganaron las elecciones con consignas como “Todos los caminos del socialismo llevan a Moscú” y “Ninguna experiencia, quedémonos con lo que ya se ha probado”. En 1957 la CDU/CSU obtuvo el 51 % de los votos. En el año 1959, una representativa encuesta de opinión sobre la “conciencia política de los estudiantes” desveló que, en su gran mayoría, no les interesaba la política. Solo el 9 % de ellos preveía resistir activamente a la instauración de una eventual dictadura. Menos de diez años más tarde se produjo la revuelta de la juventud, en la que las y los estudiantes desempeñaron un papel clave.
El centro inspirador y dirigente de esa revuelta fue la SDS (Sozialistischer Deutscher Studentenbund, Unión Socialista de los estudiantes alemanes), afiliada al SPD social-demócrata y excluida por él (declaración de incompatibilidad) en noviembre de 1961 a causa de su evolución hacia la izquierda. Ya en mayo de 1960 fue organizada una escisión del SDS para crear una organización estudiantil social-demócrata más a la derecha, el SHB (Sozialdemokratischer Hochschulbund, Unión Universitaria Social-demócrata), que, por otra parte, más tarde evolucionó “demasiado hacia la izquierda” y se hizo excluir a su vez por el SPD en los años 70 para convertirse en Sozialistischer- Hochschulbund (Unión Universitaria Socialista).
Las cuestiones que hicieron evolucionar a la mayoría de los miembros del SDS hacia la izquierda tenían que ver menos con los intereses sociales de los estudiantes y más con los problemas políticos de orden general, como la lucha contra la remilitarización de Alemania; después, contra la bomba atómica. Un factor subjetivo que hizo evolucionar al SDS hacia la izquierda a partir de 1965 fue la incorporación de un grupo de estudiantes anarquistas llamado "Subersive Aktion" (acción subversiva); su principal líder era era Rudi Dutschke, quien había abandonado la RDA para llegar a Berlín-Oeste justo antes de la construcción del muro de Berlín. Rudi Dutschke se convirtió en el portavoz más conocido del SDS y del APO (Oposición extra-parlamentaria) en la que militaban los miembros del SDS. Rudi Dutschke |
Benno Ohnesorg |
El movimiento de protesta no fue exclusivamente estudiantil, incluso a pesar de que en la RFA había un foso político-cultural entre las y los estudiantes izquierdistas y la clase asalariada, la gente normal en general. Sin embargo, no solo el alumnado participó en la revuelta sino también lo hicieron aprendices y jóvenes obreras y obreros. En septiembre de 1969 hubo una oleada de huelgas salvajes en Alemania del Oeste, es decir de huelgas auto-organizadas de sectores de la clase trabajadora contra la voluntad de las direcciones sindicales oficiales. Es claro que el movimiento de la oposición extra-parlamentaria inspiró este tipo de acciones.
A partir de 1969 empezó el estallido del movimiento en una multitud de organizaciones y corrientes diversas. El SDS se auto-disolvió el 21 de marzo de 1970. Una parte del movimiento fue absorbido por la social-democracia, otros, se satelizarón alrededor del pequeño Partido Comunista, el DKP. Por otra parte, aparecieron muchas organizaciones y mini-partidos maoístas, de los que la mayor parte, pero no todos, fueron mao-estalinistas.. Otros grupos, como la RAF, escogió la vía de la lucha armada.
Con el incremento de la represión y la criminalización de las protestas, unido a la coyuntura internacional (la cruenta ofensiva de Israel sobre Egipto en la Guerra de los seis días cuenta con el apoyo del bloque imperialista) sólo era cuestión de tiempo que las protestas se radicalizaran y en los disturbios se abriera la posibilidad de la lucha armada.
Ulrike Meinhof |
Ensslin, Baader, Proll y Sohnlein |
En 1970 el líder de las RAF Andreas Baader se encontraba en prisión, El colectivo solicita a través de Ulrike Meinhof una entrevista a Baader para escribir un libro sobre hechos sociales, lo cual es autorizado por un tribunal alemán, y el 14 de mayo de 1970 durante el primer día de entrevista en el "Instituto Alemán de Cuestiones Sociales" en Dahlem en Berlín, un comando armado integrado por Gudrun Ensslin, Irene Goergens, Ingrid Schubert Peter Homann y Astrid Proll entraron en el Instituto y lograron rescatar a Baader, huyendo en compañía de Meinhof. El 8 de junio de ese mismo año, un primer grupo compuesto por el abogado Horst Mahler, Hans-Jurgen Bäcker, Monika Berberich, Brigitte Asdonk, Manfred Grashof y Petra Schelm viajaron hacia Beirut desde Alemania del Este, para llegar a un campo de entrenamiento de Fatah en Ammán (Jordania). El 21 de junio, un segundo grupo integrado por Baader, Ensslin, Irene Georgens, Ingrid Schubert, Peter Homann y Meinhof recibieron posteriormente entrenamiento en el mismo sitio.
Cuando regresaron a Alemania Occidental, comenzaron la lucha armada urbana antiimperialista, un poco al estilo de Los Tupamaros del Uruguay, consistente en el robo de bancos para recaudar dinero y armas, y ataques contra edificios militares de los Estados Unidos, estaciones de policía y edificios del imperio periodístico de Axel Springer. Un manifiesto escrito por Meinhof fue el primero en utilizar el nombre RAF junto a la estrella roja y la ametralladora Heckler & Koch MP5. Después de una intensa persecución, Baader, Ensslin, Meinhof, Holger Meins y Jan-Carl Raspe fueron detenidos de nuevo en junio de 1972.
Gudrun Ensslin |
Andreas Baader |
Holger Meins Jan-Carl Raspe |
Katharina Hammerschmidt |
Los siguientes años estarían marcados por la prisión y el intento del Estado de romper psicológicamente la RAF: el desquiciante régimen de aislamiento (celdas insonoras pintadas de blanco luminoso con una luz de neón encendida veinticuatro horas al día), alimentación forzosa durante las huelgas de hambre (Margrit Schiller describía la intubación como «ser violada»), la persecución y detención de los abogados de la organización (el caso de Klauss Croissant fue tan escandaloso que incluso provocó la denuncia de alguien como Michel Foucault) y la privación sensorial eran las armas utilizadas para humillar y literalmente destruir las conciencias de los presos de las RAF. Los Comités contra la Tortura (Komitees gegen Folter, KgF) comenzarían una campaña de denuncia de la represión del Estado, represión que tendría consecuencias muy reales: Katharina Hammerschmidt moriría de cáncer tras ser negado su tratamiento y Holger Meins sería asesinado al ser alimentado forzosamente con una dosis cada vez menor de calorías (de 800 a 400 diarias) en la huelga de hambre de 1974. En el funeral de Meins en Mannheim el líder de la APO Rudi Dutschke diría junto al féretro su famosa frase: «Holger, la lucha sigue». Esta muerte tiene como reacción inmediata el intento de secuestro y posterior asesinato del presidente de la Corte Suprema de Berlín occidental a manos del M2J y llevaría la lucha armada a un nuevo nivel. En 1975, el canciller Helmut Schmitt, entre aplausos, afirmaría en el Parlamento alemán la voluntad de «ir más allá de los límites de la democracia para protegerla». Baader, entre rejas, alienta a los miembros de las RAF que siguen fuera a «tomar la iniciativa». La segunda generación de las RAF está lista para luchar: en abril un fallido intento de secuestro en la embajada de Berlín occidental en Estocolmo, poco antes el secuestro e intercambio del candidato a la alcaldía por el CDU Peter Lorenz (a manos del M2J). El 13 de enero de 1976 comienza el llamado «juicio del siglo» en Stammhein en el que Meinhoff, Ensslin, Baader y Raspe son acusados, entre otras cosas, de cuatro homicidios, 54 intentos y asociación criminal. La táctica de los abogados de la RAF cambia a partir de este juicio: debido a que las acciones de los presos estuvieron encuadradas en solidaridad con los movimientos anticoloniales y, especialmente, en el contexto de la guerra de Vietnam, estos exigirán ser tratados como prisioneros de guerra y que se les aplicara la Convención de Ginebra. El 9 de mayo el Estado anuncia que Ulrike Meinhof se había quitado la vida en prisión. Sólo unos días antes, la propia Meinhof había afirmado durante el juicio: «en un conflicto militar como este, los revolucionarios en prisión serán ejecutados» (es decir, la campaña de guerra psicológica incluye actos como asesinatos), y también había manifestado que no tenía ninguna voluntad de quitarse la vida. Este asesinato desencadena una fuerte ola de protestas de rabia (incluyendo el ataque con explosivos en Roma, Sevilla o Zúrich) que terminarían por apagarse sin lograr ningún objetivo. El Estado alemán había fracasado totalmente en su táctica de aislar a la RAF del resto de la izquierda alemana: los sectores combativos organizados en la clandestinidad tras el colapso de la APO continuaban mostrando su apoyo a las RAF; obviamente, todos excepto los llamados “grupos K”, herederos de K1, que a sus posiciones misóginas y machistas habían sumado ahora un chauvinismo alemán al equiparar el imperialismo estadounidense con un imperialismo soviético o “socialimperialismo” («Alemania para los alemanes» era su consigna), posición que chocaba frontalmente con las posiciones de las RAF sobre aristocracia obrera y el carácter opresor e imperialista de Alemania Occidental. Las Células Revolucionarias (Rote Zora) comenzarían una campaña de bombardeos en apoyo a los presos de las RAF y, más tarde, tras un desencanto, decidirían que la mejor forma de servir al antiimperialismo era unirse a comandos que operaban en la periferia (actuaron en Yemen del Sur bajo la dirección del FPLP).
Este desencanto tuvo que ver con el cambio de táctica de los abogados de las RAF (exigiendo la aplicación de la Convención de Ginebra). En este, las RZ verían una claudicación ante la justicia burguesa y una traición a sus camaradas que estaban fuera, crítica que sería respondida duramente por las RAF (la acusación de izquierdismo orbita en toda la carta de contestación de Monika Berberich). También el movimiento por la emancipación de las mujeres entra en un periodo de avance frenético: Rote Zora comienza a llevar una «política armada feminista» para la consecución de uno de sus objetivos centrales, la despenalización del aborto, una política armada que incluía explosivos, secuestro de jueces antiabortistas o palizas a maltratadores. También, ya actuando más en el marco de la legalidad, podemos destacar la lucha ecologista, que se centraba en protestas por el cierre de plantas de energía nuclear. En este contexto, no es difícil ver que la RAF no estaba en absoluto aislada del resto de la izquierda sino que la Alemania Federal en la década de los setenta era un polvorín.
Sin ninguna duda este polvorín cristaliza en el conocido como «Otoño alemán» (1977): tras las respuestas al asesinato de Meinhof (el fiscal general Buback, responsable del régimen de aislamiento, es asesinado en abril, el empresario vinculado al apartheid sudafricano Pronto en julio), la guerrilla sabía que el siguiente movimiento del Estado sería asesinar a Ensslin, Baader y Raspe y se movilizó para evitarlo: el más poderoso hombre de negocios de Alemania Occidental, Hanns Martin Schleyer (veterano de la SS y perfecto símbolo de la modélica integración de los cuadros nazis en la estructura de poder alemana post IIGM), era secuestrado en septiembre para exigir la liberación de los presos. La respuesta del Estado fue incomunicar totalmente a los presos y separarlos de nuevo (las huelgas de hambre habían logrado que pudieran convivir en lugares comunes). El 13 de octubre, con las negociaciones suspendidas, un comando del FPLP secuestra un avión de Lufthansa de recorrido Mallorca – Frankfurt con 90 rehenes y exige la liberación inmediata de los presos de las RAF y de dos palestinos secuestrados en Turquía. Cuatro días después, tras varias escalas en Chipre, Bahrein, Dubai y Mogadiscio y tres ultimátum de los secuestradores cumplidos, la policía asalta el avión asesinando a los miembros del comando. Un día después, el Estado anuncia las muertes de Ensslin, Baader, Raspe y el estado crítico de Möller, y habla de «pacto de suicidio colectivo». Schleyer es ejecutado como respuesta y su cadáver entregado a la policía en el maletero de un coche.
Brigadas Rojas Italia |
Era necesaria una reconstrucción orgánica del colectivo. Pero hasta el 1982 no salió una nueva declaración estratégica de la guerrilla urbana: "el papel del frente". La RAF quería formar un frente antiimperialista en Europa Occidental, junto con otras guerrillas urbanas de Francia y de Bélgica. Este frente incluía a l@s militantes legales del movimiento antiimperialista, y pretendía realizar atentados contra el complejo industrial-militar.
Sobre todo se hicieron acciones contra empresas de fabricación de armas, componentes microelectrónicos y otros productos que pueden servir para uso civil y militar. Fueron detenidos muchos militantes legales del movimiento antiimperialista y condenados a penas elevadísimas en juicios sin pruebas. La reivindicación por la reunificación de l@s pres@s polític@s y la denuncia de la tortura de aislamiento, fue criminalizada con la ley antiterrorista por "apología del terrorismo".
Poco después de la publicación del papel de frente en 1982, fueron detenidos Brigitte Mohnhaupt, Aldelheid Schulz y Christian Klar. La penúltima detención se practicó en 1986, cuando fue detenida Eva Haule; la última detención ha sido la de Birgit Hogefeld en 1993, en el mismo acto fue asesinado el militante de la RAF, Wolfgang Grams, por la policía, cuando ya estaba esposado y tirado en la vía de la estación de trenes de Bad Kleinen.
En la segunda mitad de los años 80, la RAF realizaba atentados, sin haber renovado su estrategia. Una de las últimas acciones fue el atentado contra el jefe del Banco Alemán, Herrhausen.
En 1992 la RAF publicó una declaración en la que condicionaba el final de la lucha armada "a una solución del problema de l@s pres@s". Ya no existía una estrategia propia de la RAF, sino que dependía de las actuaciones del Estado. En este tiempo realizó su última y famosa acción: el atentado contra la recién construida cárcel de Weiterstadt, donde aún no habían presos. Estaba destinada a recluir refugiados e inmigrantes que debían ser expulsados del país. La prisión quedó totalmente destrozada.
En abril de 1998 la RAF publicó su declaración de disolución, pero aún se persigue a los presuntos exmiembros que viven en la clandestinidad. El 15-9-99, Horst Meyer fue asesinado en Viena. La militante Andrea Klump fue detenida en este acto policial. La práctica represiva de capturar para matar sigue siendo vigente, para los que no renuncian y no se entregan.
"Si digo que tal o cual cosa que no me gusta estoy protestando. Si me preocupo además porque eso que no me gusta no vuelva a ocurrir, estoy resistiendo. Protesto cuando digo que no sigo colaborando. Resisto cuando me ocupo de que tampoco los demás colaboren".
Ulrike Meinhof.
II.A: «El concepto de guerrilla urbana» (1971)
1971 es, probablemente, el año de mayor apogeo de la RAF. Sus acciones están en el centro de la escena política izquierdista de Alemania Occidental, Baader ha sido liberado por la organización con la colaboración de Meinhof y la estructura comienza a funcionar en la clandestinidad. Es pues el momento de definir el modelo organizativo que se va a seguir, es momento de definir el espacio que se va a ocupar y la relación con el resto de organizaciones (tanto en el marco de la legalidad como en el de la clandestinidad): ya sólo la cita de Mao con la que el manifiesto abre, «debemos dibujar una línea clara de separación entre nosotros y el enemigo», da cuenta de esto. Es momento de definir la política de la organización, los métodos de actuación y los objetivos. De ahí la necesidad de este extenso texto teórico que, posteriormente, se vería como una especie de documento fundacional de las RAF.
El primer punto de demarcación que plantea la RAF es con el movimiento de los estudiantes articulado por la APO. Esta organización estudiantil nunca llega a tener un debate serio sobre las acciones ilegales que le lleve a posicionarse de forma inequívoca: siempre está orbitando en los límites de la legalidad burguesa. Además, la transformación sesentayochista de la subjetividad revolucionaria (Marcuse había afirmado que ya no era el proletariado sino el estudiantado el sujeto llamado a hacer la revolución) había influido mucho en la APO. La RAF, pese a que nunca rompe del todo con esta desviación y sigue manteniendo como referentes teóricos a Débray o la propia Escuela de Frankfurt, sí que se opone radicalmente a esta transformación de la subjetividad revolucionaria, cuestión central en el marxismo: las universidades están controladas por el capital, y toda manifestación cultural y política que provenga de ese espacio estará marcada, en mayor o menor medida, por esta realidad. La subjetividad revolucionaria no puede dejar de ser la propia clase obrera que lucha, traficar con ese principio del marxismo es traficar con la teoría de la revolución.
Precisamente en la idea de que el sujeto llamado a hacer la revolución es el proletariado organizado, y no una organización clandestina de lucha armada, es donde orbita la problemática de este escrito teórico. Las RAF afirmarán que la lucha armada no puede igualarse mecánicamente a la lucha de clases, y para realizar este paso introducen una mediación que justifica su línea de acción política. Por ser probablemente el párrafo más central del escrito nos vemos obligadas a reproducirlo completamente:
No estamos diciendo que los grupos de resistencia armada puedan reemplazar las organizaciones proletarias, que las acciones aisladas puedan reemplazar la lucha de clases, o que la lucha armada pueda reemplazar el trabajo político en fábricas y barrios. Lo que estamos afirmando es que la lucha armada es una precondición necesaria para el posterior éxito y progreso […] que sin ella no hay lucha antiimperialista en la metrópoli.
En este párrafo se ve claramente la concepción que la RAF tiene de la lucha armada: en ningún momento las RAF se plantean como tarea la organización política del proletariado, sino que consideran que existe un paso previo, unas tareas que hay que desarrollar antes de la constitución de un Partido Comunista en un centro imperialista. Y precisamente estas tareas tienen absolutamente todo que ver con el carácter imperialista del Estado donde se quiere trabajar. Este paso previo consiste en la aplicación de la lucha armada, consiste en «traer la violencia a casa», como previamente afirmamos con Meinhof. Si el proletariado alemán no es consciente del carácter profundamente imperialista del Estado en el que vive jamás podrá organizarse para derribarlo y construir la revolución comunista, a lo máximo a lo que podrá aspirar es a una revolución chauvinista, nacionalista e imperialista; una revolución parcial que deje intactas las estructuras globales de intercambio de plusvalía, que deje intacto el sistema imperialista mundial; un simple lavado de cara al capitalismo monopolista. Visibilizar lo que ocurre a diario en Saigón o los territorios ocupados de Palestina, y hacerlo en el mismo corazón de Berlín, se convierte en una tarea necesaria y previa para la organización del proletariado.
Algo que llama la atención al leer el párrafo es que la RAF está renunciando explícitamente a la función de vanguardia del proletariado: trazando un plan lineal y bastante mecánico está posponiendo el momento de organizar a la clase revolucionaria en el Partido, único órgano con el que podrá llevar a cabo su tarea histórica. Las RAF tienen definido desde el principio su plan: conocen su función, que no es organizar al proletariado sino «encender la mecha», mostrar la barbarie imperialista. Se trata de una función en negativo, la función de derribar ese velo que el imperialismo ha levantado entre metrópolis imperialistas y periferias imperializadas. Pese a que la base social es creciente las RAF mantienen esa táctica hasta llegar a estancarse. En ningún momento se ven como un destacamento revolucionario (no llegan a construir un ejército popular, formado por el proletariado) sino como unas «fuerzas especiales», agentes dobles, «partisanos tras las líneas enemigas». Implícitamente esta táctica presupone la pérdida de esperanza en una revolución socialista dentro de un centro imperialista: toda esperanza revolucionaria sólo puede hallarse en las periferias imperialistas (conclusión tremendamente desoladora pero que no parece tan desorbitada si se recurre al análisis de la experiencia histórica). Parece que la tarea de las RAF no es organizar al proletariado alemán para llevar a cabo una revolución que, unida a la revolución en la periferia, logre tumbar el sistema imperialista. Parece que la tarea de la RAF es convertir al proletariado alemán a la «neutralidad benévola» en términos leninistas, es decir, hacerle comprender a este que el sistema imperialista debe caer aunque no les corresponda a ellos derribarlo. En los próximos años, esta ambigüedad (recordemos que aquí todavía se habla de la lucha armada como de «precondición necesaria» de la lucha de clases en los centros imperialistas) se hará más clara. Las dos líneas en la RAF a la hora de entender la función del proletariado imperialista (aliado neutral o participante activo) se irán dibujando.
La RAF tiene claro que el enemigo es único para proletarios del centro y proletarios de la periferia: dentro y fuera el enemigo es el sistema imperialista, y es esta estructura la que debe ser derribada. El objetivo principal del imperialismo es levantar este velo del que hablábamos, lograr explotar para su propio beneficio las contradicciones (por cierto, existentes) entre el proletariado del centro, beneficiario de la plusvalía imperialista, y el proletariado de la periferia. El proletariado del centro imperialista comenzará a ver sus privilegios como fruto de su propio trabajo (en este sentido muchos teóricos como Bettelheim han errado con consecuencias políticas gravísimas al hablar de la alta productividad y especialización de los obreros occidentales frente a la baja productividad de los de la periferia), en vez de reconocerse como capa beneficiaria del sistema imperialista mundial; de esta forma, desvinculará su lucha de la lucha antiimperialista y jamás logrará sus objetivos políticos más inmediatos (puesto que los objetivos políticos del proletariado del centro están vinculados con los del proletariado periférico). Es en la unidad de lucha entre proletarios de afuera y proletarios de dentro (con el consiguiente autoreconocimiento de privilegio de estos últimos) donde puede darse la única posibilidad de la revolución comunista, y todo proyecto que obvie esto jamás puede ser internacionalista. El enemigo sigue siendo el enemigo, sea su opresión descarnada o pintada de colores cálidos y amables, los imperialistas siguen siendo «los mismos tigres de papel», como afirma la RAF en términos maoístas.
También en términos netamente maoístas las RAF defenderán «la primacía de la práctica», entendiendo por práctica la acción política revolucionaria, la actuación sobre la realidad material para transformarla en unidad con una teoría también revolucionaria. «Sin práctica política, leer El capital no es más que un estudio burgués»: de esta forma se echan cuentas con la institucionalización del marxismo que supuso toda la corriente de Frankfurt, con aquellos que separaron a Marx de la tradición revolucionaria comunista para encerrarle en facultades, lugares donde los sesudos debates no tienen ninguna repercusión política real. La primacía de la práctica es la primacía de la práctica revolucionaria, y no la primacía de cualquier práctica: en ese sentido, las RAF afirman oponerse también a un economicismo «que malgasta fuerzas», y que busca en todo momento adaptarse a las variaciones del capital en vez de transformar el statu quo. Este reformismo se conforma con mejoras puntuales de aspectos aislados y abandona la lucha por la revolución comunista: utilizando esta definición de reformismo, podemos encuadrar aquí las acciones de la RAF durante los años previos a los asesinatos de Stammheim, cuando las exigencias que se ponían como condición para el cese de estas mismas acciones no pasaban de ser puntuales (liberación de las presas, aplicación de la convención de Ginebra). En estos años la RAF se pone como meta la liberación de Ensslin, Baader, Meinhof, Raspe y el resto de presas, abandonando objetivos más amplios y con mayor vinculación con la clase obrera. Para estos objetivos parciales las organizaciones revolucionarias que operaban en la RFA durante la segunda mitad de los 70 consumieron la mayor parte de sus fuerzas. En este mismo texto podemos encontrar una cita, totalmente acertada, que cruelmente se volvió contra las organizaciones revolucionarias como Septiembre Negro, M2J o la misma RAF: «si es incorrecto desmoralizar las fuerzas revolucionarias subestimándolas, es igualmente incorrecto empujarlas a una confrontación dirigida a la derrota». Tanto desmoralizar como sacrificar inútilmente las fuerzas revolucionarias (con el componente de desesperación que estas acciones suelen conllevar) son dos errores que cuestan muy caro en la lucha de clases.
Ya entrando en las últimas partes del escrito, las RAF justifican la elección del método de guerrilla urbana como táctica para la consecución de sus objetivos políticos. La influencia que el método de la guerra de guerrillas y el foquismo guevarista tiene en la RAF es difícilmente exagerable. Recordemos que sólo dos años antes Carlos Marighella había escrito su Mini-manual de la guerrilla urbana (1969), en el que traza un plan de actuación revolucionaria en espacios con un núcleo de población muy definido y en una correlación muy negativa de fuerzas. Precisamente las RAF definen la guerrilla urbana como «método de intervención revolucionaria con fuerzas débiles». Se trata de lograr el mayor grado de incidencia sobre la realidad con un número muy reducido de fuerzas, de plantear batalla en condiciones muy adversas para lograr quebrar el aura de invencibilidad de un enemigo mucho más fuerte. Las críticas a este comunicado de las RAF (del nivel de “Brasil no es Alemania Federal”, “el grado de represión no puede equipararse”, etc.) no se hicieron esperar y serían contestadas en Servir al pueblo. Se trata, para las RAF, de destruir el mito de la omnipotencia e invulnerabilidad del Estado burgués, de traer el verdadero estado de excepción, en la terminología de Walter Benjamin, contra la soberanía en términos de Carl Schmitt, de dar respuesta a la violencia del Estado utilizando sus propias armas. Para ello, los oprimidos, a la hora de «promover ese verdadero estado de excepción» contra la norma burguesa, sólo pueden confiar en su propia tradición de lucha, esta tradición de lucha que ha sido sepultada por la historia oficial, y sólo queda un «hilo rojo» que seguir: este es el sentido de la consigna del Black Panther «trust your own experience!», del apellido ‘X’ como muestra de una herencia perdida o, mejor dicho, robada.
El último punto central en el análisis de El concepto de guerrilla urbana puede parecer, a simple vista, demasiado obvio: la dialéctica entre legalidad e ilegalidad. Siguiendo las enseñanzas de la tradición del materialismo dialéctico, el marco de la legalidad es una coyuntura histórica que a su vez depende de la correlación de fuerzas en la lucha de clases, es decir, es una cuestión de poder. Las organizaciones socialdemócratas (por supuesto, tomando el KPD como exponente más claro de estas) se mueven en un «fetichismo de la legalidad», tienen un miedo absoluto a traspasar el marco de la legalidad burguesa porque temen la represión y las consecuencias. Estas organizaciones legales, en el contexto social y político del anticomunismo, la persecución política y el imperialismo, lo único que hacen, en palabras de las RAF, es «esperar pacientemente a ser prohibidos». En vez de esperar a que el Estado burgués tome la iniciativa a la hora de perseguir a los militantes, lo más lógico y consecuente con el marxismo es afirmar que las condiciones de la legalidad se transforman y varían con el incremento de la resistencia activa y la lucha de clases, y no temer a la clandestinidad ni temer superar el plano de la legalidad burguesa en un contexto político tan represivo. El fetichismo de la legalidad es kamikaze cuando el propio marco de la legalidad está sometido al desarrollo de la lucha de clases, estancarse en la legalidad de un momento histórico en vez de forzar los límites de esa legalidad no es una forma de actuación comunista. Esto no quita, como se ve en el mismo caso de las RAF, que se asuma la responsabilidad de haber traspasado los límites de la legalidad burguesa con las consecuencias que esto tiene (represión, cárcel, muerte).
II.B: «Servir al pueblo» (1972)
Como el anterior, este texto comienza con una cita de Mao Zedong: aquella donde distingue entre la muerte sirviendo a los explotadores, ligera como un pluma, y la muerte sirviendo al pueblo, pesada como el monte Tai. La RAF trae esta idea al contexto actual: las muertes al servicio de los explotadores son normalizadas e invisibilizadas por el propio Estado y convertidas en estadística. Aquí no se habla de las muertes al servicio de los explotadores en un sentido restringido como puede ser la de los policías en un atentado, sino que se habla en un sentido más amplio, accidentes de tráfico, laborales, pobreza, y un largo etc.; son estas muertes las que son convertidas en estadísticas y definidas como muertes «que ocurren», es decir, ocurren al igual que puede ocurrir una tormenta o cualquier otro fenómeno meteorológico. Estas muertes son naturalizadas y concebidas como inevitables, en todo caso el reformismo intentará limitarlas.
Precisamente las muertes que el Estado no puede asumir como normales y presenta como excepcionales son las que ocurren como respuesta a la violencia normalizada, a la violencia convertida en estructura, en cotidianeidad, en sistema. La violencia de respuesta que se opone a la violencia estructural es criminalizada y condenada desde sus primeros compases. La muerte de explotadores, que para las revolucionarias es ligera como una pluma, comienza a llenar noticiarios y a «clamar al cielo», a decretar la excepción. En cambio la muerte de quienes luchan contra la opresión (en el texto se cita a Petra Schelm, Georg von Rauch y a Thomas Weissbecker) se oculta, se normaliza e incluso se celebra con grave pesar por los medios.
Servir al pueblo continúa con el desarrollo de la problemática que se planteaba en El concepto de guerrilla urbana, la problemática de una lucha revolucionaria dentro de un centro imperialista, la problemática central de las RAF. El sujeto revolucionario es aquí una clase obrera que sólo piensa en un contexto nacional (a causa por supuesto de la ideología socialdemócrata inculcada) cuando el capital actúa en un marco mundial y globalizado. Un sujeto que sólo es capaz de ver el alcance nacional de sus acciones, sin analizar su propio papel en el sistema mundial de intercambio de plusvalía. Sin trascender el marco nacional el proletariado será incapaz de presentar batalla contra el mismo sistema capitalista (de ahí la necesidad de la unidad internacionalista entre proletarias del centro y proletarias de la periferia que antes fue explicada), como mucho las huelgas estarán orientadas a la consecución de un objetivo concreto en un contexto muy limitado sectorialmente. Una vez logrado el movimiento se detiene hasta la próxima necesidad concreta, este ciclo de movimiento y reflujo es el que se intenta quebrar a través del internacionalismo proletario revolucionario.
Tras la equiparación de la necesidad de lucha armada en América Latina, periferia imperialista, y de la necesidad de esta en Alemania Federal, centro imperialista, a la RAF le llovieron fuertes críticas que fueron respondidas aquí, mediante un análisis de la coyuntura de clases (bastante limitado) en la RFA. Lo primero que se debe concluir al interpretar los datos es un aumento muy notable de la pobreza entre la clase obrera alemana: el número de sintecho se dispara en la década de los 60, algo que contrasta fuertemente con la reducción de la pobreza en la RDA. Los procesos de gentrificación expulsan y aglutinan al proletariado en barrios periféricos y pobres, donde se estima que el 80% de los niños no asisten habitualmente a clase. Los problemas psiquiátricos y de drogadicción se agravan entre la clase obrera, y la tasa de suicidios se eleva hasta niveles nunca vistos. Estos datos ofrecen una conclusión clara: la clase obrera dirige su agresión y su odio contra ella misma en vez de dirigirla contra sus opresores. La violencia ejercida es autodestructiva, por sí misma la pobreza no se transforma espontáneamente en lucha revolucionaria sino que es necesario un salto cualitativo, el salto de la conciencia.
Lo espontáneo es que la clase obrera se culpe a sí misma de su propia opresión. En el plano individual, esto se traduce en que las víctimas de la opresión culpen a otras víctimas de esta, en vez de culpar a las estructuras del Estado que se encargan de mantenerla, en vez de culpar a la clase dominante y sus instituciones (bancos, compañías de seguros, grandes empresas). Esta autoagresión, autoculpabilización, es para la RAF «el material del fascismo». Si a esto sumamos el indispensable papel del reformismo en la desarticulación de la organización proletaria mediante promesas de un futuro mejor (unas promesas que suelen ir asociadas a un historicismo autónomo de las leyes de la historia) el cóctel está listo. Como denuncia Korsch, este historicismo autónomo presenta el socialismo como una «realidad inevitable que debe llegar sola», lo que se traduce en la total indiferencia ante la organización y lucha proletaria (es decir ¿para qué organizar y reconstruir el Partido si tenemos la historia de nuestro lado?; que se ocupe ella). El problema es que todos los brutales esfuerzos utilizados para sacar adelante una reforma terminan en nada, están mal dirigidos. Si estos esfuerzos se dirigieran hacia la organización consciente del proletariado en vez de aplazarla mediante infinitos subterfugios (el opio de la promesa del futuro mejor), quizás la revolución estaría más cerca. El proletariado debe tomar consciencia para perder toda esperanza en la reforma como vía de transformación de la realidad, y sobre esta toma de conciencia debe actuar toda organización que se llame a sí misma revolucionaria.
En cuanto a este objetivo no cabe ninguna duda de que la RAF es una organización revolucionaria que se opone a la vía reformista democrático-burguesa. El problema es si la táctica que lleva a cabo la RAF es sostenible en el tiempo, si puede llegar a estancarse o si necesita reconfigurarse a través de nuevas formas para vencer. La RAF esperaba la aparición de nuevas organizaciones que unificaran al proletariado bajo una dirección consciente, pero nunca llegó a propiciar esta aparición. Se contentaron con seguir desarrollando su trabajo, sin dar un salto cualitativo. Una de las acusaciones que se le hacía a la RAF es que, en la lucha, eran «seis contra 60 millones». Y esta acusación tiene parte de verdad: en toda revolución comunista se comienza siendo seis contra sesenta millones, y no hay ningún problema en asumirlo. El problema, que no terminó de ver la RAF, es que seis no pueden vencer en una guerra. Plantear ya desde el principio una guerra contra el Estado, sin formar un ejército popular que, al menos, respalde las acciones de la vanguardia militar, es totalmente kamikaze. Está claro que el capital comienza teniéndolo todo y las revolucionarias no tienen nada, que la balanza está totalmente desequilibrada (de ahí la definición de guerrilla de las RAF como vía de lucha en unas condiciones de extrema debilidad), pero si se quiere llegar a triunfar se necesita construir un ejército popular, en el que las masas conscientes sean quienes están al mando. La RAF se estanca en la dinámica cíclica de atentados y secuestros, de reivindicaciones por las presas, y su método deja de ser efectivo (sobre todo tras el secuestro del Boeing de Lufthansa en octubre de 1977 que lleva a cabo el FPLP, en el que por vez primera se introducen civiles aleatorios en el cálculo de medios-fines).
Además de una contestación a aquellos comentarios que negaban una posible equiparación de los métodos armados dentro y fuera de los centros imperialistas (en la periferia es legítima la acción revolucionaria, pero en los “civilizados” centros no lo es, ya que aquí está abierta la vía reformista del diálogo y la comprensión), Servir al pueblo es una respuesta a dos extremos que deben ser evitados en todo momento. El primer extremo es un pesimismo nihilista: la idea de omnipotencia e invulnerabilidad del Estado. La violencia sistémica naturalizada puede llevar a las revolucionarias a desmoralizarse y creer que no hay alternativa, que el Estado es demasiado fuerte y que jamás será derribado. El segundo extremo es el optimismo infantil: creer que las masas están simplemente esperando la oportunidad de unirse a la guerrilla, creer que la situación cambiará por sí misma. Contra esto, las RAF afirman:
Nosotras no creemos que la guerrilla brotará espontáneamente de la lucha de las masas. Estas ilusiones son irreales. Una guerrilla desarrollada espontáneamente de la lucha de las masas sería un baño de sangre, no un grupo de guerrilla.
Caer en el espontaneísmo consiste aquí en creer que las herramientas para la transformación comunista de la sociedad brotan inmediatamente, sin necesidad de unas mediaciones previas. Tanto paralizarse por el miedo ante las dificultades a las que se enfrentan las revolucionarias como obviar estas dificultades (sobreestimarlas y subestimarlas) conduce a un error de análisis/transformación del orden social. Precisamente la RAF acaba cayendo en esta segunda desviación, al vincular totalmente su movimiento al movimiento de la izquierda alemana. Para explicarnos mejor: en una época de convulsión post-68, en la que las movilizaciones son constantes y la combatividad está en auge, las RAF logran desarrollar una amplia base social, la más amplia de su historia. Pero en ese momento, en vez de construir poder revolucionario, en vez de generar herramientas orgánicas sólidas que resistan los vaivenes de la calle (como sí hizo por ejemplo Panteras Negras con su trabajo en barrios), continúa con la misma táctica de forzar la dinámica del movimiento por sí mismo, como si este generara espontáneamente los órganos de la revolución (es decir, como si sólo se necesitara tiempo para que las condiciones objetivas devinieran subjetivas). El problema es que en momento de reflujo el movimiento se disuelve como un azucarillo en agua caliente y, con él, toda la táctica adherida a este. Las RAF, al no haber generado órganos de nuevo poder, se condenaron a devenir testimoniales y a ser totalmente incapaces de canalizar los estallidos de rabia tras los asesinatos de Stammheim. Simplemente no pudieron ofrecer una alternativa revolucionaria al proletariado más allá de sus ataques a la estructura del sistema imperialista mundial. La lucha armada, sin una organización detrás que la sostenga, termina por convertirse en humo.
Para terminar con el análisis de este texto, nos gustaría rescatar algo que está casi al final y que puede pasar desapercibido, justo antes de la defensa de la solidaridad como elemento central para lograr cualquier victoria. Se trata de una enumeración de las condiciones necesarias para que una revolución comunista triunfe, por lo que no puede haber mejor cierre para este análisis. Estas condiciones son la unidad, continuidad, consciencia histórica y consciencia de clase.
Las RAF consideran imprescindible la unidad de la clase, y esta unidad debe atravesar las fronteras nacionales. Sin una identificación del proletariado de los centros imperialistas con el proletariado de las periferias (identificación que no va reñida con la asunción de que existen diferencias específicas), esta unidad de lo diverso es imposible. Si toda unidad necesariamente debiera ser de idénticos (es decir, si la clase obrera fuera algo homogéneo), la totalidad que se formaría sería totalmente abstracta. De esta unidad se deriva la condición de la consciencia de clase. Otro elemento es el de la continuidad, es decir, comprender que la lucha desarrollada en el presente no se materializa aquí por generación espontánea y desvinculada de todo pasado, sino que es heredera de otras luchas libradas. Se trata de analizar estas luchas y reclamarlas como propias, ver el ejemplo de aquellos elementos de la clase obrera que lucharon ayer bajo la misma bandera roja que hoy se sostiene. Walter Benjamin afirmaba que la voluntad de sacrificio del proletariado no se sostiene pensando en la promesa de unas nietas liberadas, de un futuro mejor, sino recordando a todas las antepasadas esclavizadas durante generaciones. Sólo esta continuidad intergeneracional desemboca en una consciencia histórica, a través de la cual el proletariado, clase universal heredera de las luchas de todas las clases oprimidas del pasado, logre perder sus cadenas y emancipar a todas las consciencias que habitan el planeta.
III. Concreto
« – Es porque nos han dicho que no debemos usar armas justo ahora que es el momento bueno.
– Ya, sólo que en las guerras no se vence con atentados. Ni en las guerras ni en las revoluciones. El terrorismo sirve para comenzar. Pero, después, todo el pueblo tiene que moverse. Esa es la razón de esta huelga, su necesidad: movilizar a todos los argelinos, contarlos y medir las fuerzas».
La batalla de Argel (1965), Gillo Pontecorvo.
En esta última parte del texto consistirá en una recopilación de las conclusiones obtenidas durante el trabajo de investigación, así como plantear sin subterfugios ni paternalismos los puntos fuertes y débiles de la RAF en la consecución de su objetivo: derribar el sistema capitalista en su fase superior imperialista e instaurar la dictadura del proletariado y el socialismo. Queremos que este análisis no quede en el aire y sirva, al igual que los otros análisis sobre procesos revolucionarios occidentales, como reflexión para plantear las posibilidades de la acción revolucionaria en el Estado español. Para ello debemos ser justas. Como dijimos al principio, ni la dulcificación ni la indignación nos sirven para cumplir estos propósitos.
Lo primero destacable cuando nos acercamos a analizar las RAF es su vastísimo conocimiento del sistema imperialista mundial, cómo y dónde opera, a través de qué mecanismos económicos y cuáles son las principales instituciones responsables de estos. En este trabajo se nos escapaba totalmente de las manos, pero para percibir esto basta con ojear las referencias del texto La acción de Septiembre Negro en Múnich: sobre la estrategia de la lucha antiimperialista (noviembre de 1972). El nivel de conocimiento de geopolítica e imperialismo aquí demostrado es abrumador, las RAF podrían discutir perfectamente con todos los teóricos del intercambio desigual, comercio internacional y crisis imperialistas que despuntan en los 70 (por cierto, no sólo discutir sino destruir teóricamente a bastantes). Cuando la RAF habla del enemigo imperialista no lo hace en absoluto en abstracto. Su análisis no se limita a condenar cuestiones puntuales (guerra de Vietnam, bases estadounidenses en suelo extranjero, etc.), sino que elabora un detallado estudio teórico de la coyuntura internacional imperialista. En este sentido siguen al pie de la letra la exigencia de Mao de investigar un problema antes de hablar y plantear soluciones.
Pese a esta envidiable capacidad de análisis, las fisuras de la RAF comienzan en cuanto empezamos a hablar de táctica y estrategia. En 1971 la función de la lucha armada es, de alguna forma, el despertar de una masa proletaria narcotizada y anestesiada a través de infinitas pantallas. De esta forma, los atentados, cadáveres y la violencia dejan de introducirse a la conciencia de los habitantes de centros imperialistas a través de la mediación de la pantalla del televisor y se convierten en reales: ocurren en el corazón de Alemania como recordatorio de los bombardeos diarios en las periferias. De esta forma se fuerza toda la dinámica del espectáculo y del consumo de mercancías, las bombas de la RAF se convierten en algo que la pantalla no puede mediatizar, algo que rompe la lógica de la representación semiótica (es decir, la representación a través de signos e imágenes). Se trata de hacer aparecer el horror inconceptualizable y de remarcar con ello que ese horror ocurre a diario en las periferias imperializadas, y que ocurre por nuestra culpa: la indiferencia, en palabras de Fanon en Los condenados de la tierra (1961), se iguala, bien a ser un cobarde, bien a ser un traidor.
El problema es el carácter parcial de este “quitarse la venda”, de este “despertar del narcótico sueño” cuando no viene acompañado de la organización del proletariado. Los atentados también pueden inscribirse en una dinámica de repetición, en una acumulación de shocks que no logren el objetivo de transformar la realidad: esta dinámica, totalmente inmanente (no trasciende el marco de la mera acumulación y concentración de ataques), puede ser absorbida fácilmente por el propio espectáculo. Si algo ha demostrado la historia de nuestra clase es que lo único que puede resistir los vaivenes de la opresión es la organización y solidaridad del proletariado. En 1971 es momento de construir una organización orientada hacia la cohesión y unidad del proletariado internacional, es momento de construir el Partido. Y las RAF rechazan esta tarea (precisamente porque no la asumen como propia, recordemos que únicamente se ven como fuerzas de choque que anticipan la lucha de masas). Las RAF tenían potencial para contribuir a la construcción del órgano de nuevo poder junto otros grupos revolucionarios, pues sus acciones le habían otorgado un enorme potencial de vanguardia no sólo inscrito en el ámbito nacional. En 1972 las RAF han conseguido todo lo que una organización de lucha armada puede lograr dentro de un centro imperialista. Es el momento de cambiar de táctica y trabajar por la reconstrucción del PC. Pero no lo hacen.
Con esta renuncia a construir el Partido llega la pérdida en la esperanza de articular un proceso revolucionario exitoso dentro de un centro imperialista. Las RAF veían en la línea centro imperialista/periferia imperializada el frente de batalla: la única esperanza de la revolución proletaria mundial estaba en el proletariado de la periferia, que, mediante una revolución comunista, lograría tumbar el sistema imperialista. Esto convertía a las revolucionarias occidentales en meras fuerzas partisanas que actúan «tras las líneas del enemigo». De hecho, la única acción consecuente con esta idea de es la que llevan a cabo varios comandos de las Células Revolucionarias (RZ): marchar a combatir a países de la periferia imperialista. Contra esto cabe recordar a Fidel Castro cuando afirmaba que la mejor forma de apoyar una revolución en un país extranjero era hacer la revolución en tu propio país.
Otra profunda deficiencia, vinculada sin duda a esta última, es la visión de las RAF de los ejércitos populares. En ningún momento hay una voluntad seria de construir un ejército proletarias armadas que, llegado el momento, fueran capaces de tomar el poder. Todo movimiento revolucionario comienza, como bien sabe las RAF y hemos reconocido antes, siendo seis contra sesenta millones. La diferencia entre las RAF y Mao es que Mao dejó de ser seis contra sesenta millones, porque sabía que seis no tienen nada que hacer en una guerra contra sesenta millones. El sistema imperialista lo tiene todo, y sólo la terca organización de la clase oprimida, el proletariado, puede resistir de pie en el tatami de la historia y golpear con fuerza para enviar a los opresores al basurero de la historia. Sin esta organización, todo esfuerzo es inútil. Sin esta organización todo el movimiento popular que estalla furioso tras el asesinato de Meinhof termina en absolutamente nada, al no ser canalizado. El practicismo de las acciones aisladas se desinfla al darse continuamente con la misma pared – pared cuyos ladrillos son la represión del Estado – y comienza a ser apoyado por cada vez menos elementos del proletariado. Esta represión, unida al abandono de las RAF de los objetivos revolucionarios (los objetivos en Stammheim, por muy respetables y dignos que fueran, no pasaban de ser objetivos reformistas y parciales como la aplicación de la Convención de Ginebra a las presas o la liberación de estas), alejó al proletariado alemán de la revolución comunista.
Más allá del debate lucha armada sí / lucha armada no, más allá de la legitimidad o ilegitimidad de la violencia revolucionaria en el contexto de guerra antiimperialista, más allá de un aburrido equilibrismo entre medios y fines que al final no arroja ningún resultado claro, creemos que el balance debe partir de la consecución o no de los objetivos propuestos. El poder de la negación dialéctica hegeliana, sin el momento de Aufheben, es limitado. La revolución comunista no consiste únicamente en el momento destructivo de Abbau, sino que debe ir acompañada de la generación de una nueva forma de vida, de un nuevo poder, de unas nuevas formas de socialización y de unas nuevas relaciones sociales. Para mostrar un ejemplo de esta dialéctica entre la destrucción y la creación podemos recurrir a ese poema de Maiakovski que dice:
Nosotros tenemos
No sólo que construir
Imaginando lo nuevo
Sino además dinamitar lo viejo.
El proletariado sólo tiene la organización y la disciplina para enfrentarse al sistema capitalista/imperialista. Posponer esta organización consciente y disciplinada en el tiempo es peligroso, contraproducente y kamikaze. Porque al final sólo el proletariado salva al proletariado, porque seis no pueden enfrentarse a sesenta millones, porque la clase obrera es el único sujeto revolucionario. No la vanguardia.
https://vientosur.info/spip.php?article13598
https://nopasaran.foroactivo.com/t119-fraccion-del-ejercito-rojo
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