sábado, 29 de agosto de 2020

2 septiembre 1969 la Fallecimiento de Hồ Chí Minh. 2 sep 1945 Proclamación de la República Democrática del Vietnam


Ho Chi Minh y la proclamación de la República Democrática Del Vietnam 


Nadie podía imaginarse el 2 de septiembre de 1945 que aquel hombre menudo de cuerpo y barba entrecana, llamado por varios nombres, entre otros Ho Chi Minh —aquel que quedaría tejido indisolublemente en la historia del mundo— sería uno de los personajes más extraordinarios del Asia en el siglo XX.

Plaza Ba Dinh

Aquel día de septiembre, desde la Plaza Ba Dinh, en el centro de la ciudad de Hanoi, al Norte de Vietnam y capital del país, Ho Chi Minh proclamaba al mundo la creación de la República Democrática de Vietnam. El tiempo, bastante breve, a partir de ese día, permitiría conocer las dotes extraordinarias del revolucionario como táctico y estratega. Era un renovador de su tiempo, ya se sabía; al menos en París, Moscú, China, y en su propio país, aunque no el alcance de su visión, tenacidad y poder de aunar a todo un pueblo para una lucha muy grande contra los fuertes reductos del colonialismo francés, y más tarde contra el poderoso imperialismo. Pero su visión y capacidad de estratega asombrarían al mundo.

Hay vistas cinematográficas de la época que dan fe de aquella imagen de la Plaza Ba Dinh, atestada de gente, escuchando a Ho Chi Minh proclamar a la República, desde un micrófono, de armazón circular. Terminaba la Segunda Guerra Mundial. Los aliados habían derrotado a los nazis, la Francia, metrópoli de muchos países de ultramar, de cierto modo también era liberada, el General De Gaulle era el Gran Héroe de la Resistencia.

Ese fue el momento táctico para que el revolucionario Ai Quog, u Ho Chi Minh, asumiera todo el poder de su liderazgo entre su pueblo y proclamara la independencia del país, de Norte a Sur. Dicho sea de paso, que Vietnam acababa de sufrir una cruenta contienda frente a los japoneses, envalentonado como parte central del eje Roma-Berlín-Tokio, dispuesto a apoderarse del universo.

También Vietnam sufría una espantosa hambruna. Perecían millones de vietnamitas. Ocupada Francia por Alemania, ni siquiera un ápice de contribución, como metrópoli interesada en la colonia estratégicamente ubicada en el Sudeste de Asia, al Sur de China, podía ofrecerle para aminorar la hambruna.


Así era, a grandes rasgos, la situación de Vietnam cuando Ho Chi Minh, y sus compañeros del Partido Comunista de Indochina y luego de Vietnam, fundado por él, proclamó una república soberana e independiente, dispuesta a ayudar a liberar a sus hermanos de las colonias de Laos y Cambodia, en su momento más inmediato posible.

No se puede hablar con responsabilidad de la fundación de la República Democrática de Vietnam —hoy República Socialista de Vietnam— sin hacer énfasis en la sabiduría política y el conocimiento de la vida de las colonias que tenía Ho Chi Minh.

En los años más jóvenes, en París, fue uno de los fundadores del Partido Comunista Francés y en el seno de la organización abogó por la liberación de las colonias francesas en ultramar, para el asombro de sus camaradas, aunque muchos lo comprendieron finalmente.

El conocía a ojos vista la situación de las colonias, incluso en África, por sus viajes como pinche de cocina y marinero simple a bordo de un barco carguero que tocaba esos puertos, entonces tendría veintidós años. Viviría vejámenes también a bordo de un barco de guerra francés que fondeaba en la rada de Shameen, en la concesión francesa de Cantón.



Como se ha dicho vivió en París, como periodista y retratista. Fue un lector insaciable. Entonces era el joven Nguyen Ai Quoc, quien, en 1923,
 viajó de París a Moscú para asistir el 5º Congreso Internacional Comunista como delegado del Partido Comunista Francés, que ya se preocupaba por el movimiento revolucionario en las colonias. De allí salió a una nueva misión, tomar partido en la revolución China, y atizar el movimiento revolucionario en su país, Vietnam. Su primer paso fue fundar la Asociación de Jóvenes Revolucionarios de Vietnam. Más tarde sufriría prisión y sería dado por muerto en China, pero no lo estaba y regresó a Vietnam.

Esta somera idea de su quehacer revolucionario está destinada a sustentar la gran verdad: Ho Chi Minh era un hombre de ideas muy avanzadas, avaladas por experiencia de lucha y conocimiento de su mundo en la época que le tocó vivir, desde su más temprana juventud. Era un hombre de letras, hijo de un maestro y maestro él mismo, que dominaba la lengua vietnamita, la lengua y escritura china, el francés de la metrópoli y podía entenderse perfectamente en ruso.

Dicho sea de paso, cuando unos meses antes de su muerte lo entrevistamos en Hanoi, nos dio la bienvenida y el saludo de despedida en perfecto español que, según dijo, en las estancias en tantos puertos, aprendió algunas palabras en español.

Aún se vivía la alegría de la victoria de los aliados y la metrópoli —Francia—, como tal, y estimulada por los Estados Unidos se propuso retomar las colonias. Vietnam la primera. Ya con esto se iniciaba una guerra impresionante, de aquel pueblo hambreado y apenas armado contra el ejército colonial apoyado por el victorioso ejército norteamericano.

Ho Chi Minh y sus cercanos colaboradores,  Nguyen Giap, Phan Van Dong y Le Duan


Ho Chi Minh y
Nguyen Giap

Esto no sorprendió a Ho Chi Minh y sus cercanos colaboradores, el luego legendario general Giap, Phan Van Dong, Le Duan y otros.
 Un ejército popular de campesinos, en su inmensa mayoría, debía hacerle frente al poderío de las fuerzas de reconquista. Y así fue. La lucha se expandió por el Norte y Sur de Vietnam, pero sería en Dien Bien Phu donde las fuerzas coloniales mejor preparadas para la época sufrieron, en 1954, el descalabro total. Los vietnamitas llegaron a entrar al despacho del general francés que los dirigía y tomarlo preso.

Parecería que a partir de esa colosal victoria Vietnam podría desarrollarse y vivir en paz como una sola familia, según había sido siempre, de Norte a Sur. Mas, las alianzas no terminadas, en este sentido y época, entre Estados Unidos y Francia, apoyadas por un grupo enriquecido de traidores vietnamitas forzaron a cambiar las cosas.

Ho Chi Minh Y Pham Van Dong

Ho Chi Minh Y 
Le Duan

En virtud de los acuerdos del fin de la guerra y con ella el fin del colonialismo francés en Vietnam, las tropas de la metrópoli debían reunirse al Sur del Paralelo 17 para salir hacia su país. Había un tiempo estipulado para el movimiento de dichas tropas, y nada perezosos los norteamericanos apoyaron al gobierno «provisional» sudvietnamita, con armas y dinero a chorros para que se hicieran fuertes y quedara dividido Vietnam.

Al Norte, la República Democrática de Vietnam, con su capital en Hanoi. Al Sur la República de Vietnam del Sur, con su capital en Saigón. La maniobra no resultó fácil, pero el poder era inmenso frente al Norte que luchaba aún contra el hambre y tenazmente a favor de la preparación de un ejército que pudiera hacer frente a cualquier amenazaba. Y sumado a esto los ideales de Ho Chi Minh y la vanguardia del Partido Comunista de Vietnam: educación para el pueblo, mejoras de todo tipo —las posibles— unidad del pueblo, no importaban las asociaciones religiosas ni las etnias montañesas; fortalecimiento de las instituciones administrativas y desarrollo de la incipiente industria, comenzando por la energía —el carbón— y los puertos, entre otras premisas básicas.

Paralelamente Ho Chi Minh y el Partido Comunista en la RDV tomaron en sus manos esas ideas por las cuales habían luchado. No tardarían en saber que gente revolucionaria del Sur se organizaba en guerrillas. Estos revolucionarios fueron apoyados, Ho Chi Minh en persona recibió a una mujer, Nguyen Thi Dinh, de la zona de Bentré, y se estableció un puente que se desarrollaría vertiginosamente y por caminos impensados por el enemigo, un real camino, el famoso y nunca conocido por el enemigo «Camino Ho Chi Minh», que atravesaba ríos, montañas, selvas al parecer impenetrables.

La guerra de liberación del Sur ya era un hecho. La divisa de Ho Chi Minh: la misma desde el inicio: Un solo Vietnam. Artificialmente dividido, Vietnam debía reunificarse.

Fue la guerra más genocida, conocida en el siglo XX, de una potencia contra un pequeño país. De un ejército sofisticado, compuesto por fuerzas aéreas, marítimas, terrestres, armas químicas, bombas de fragmentación, agente naranja, fósforo vivo, napalm y hasta una cortina electrónica que fue burlada rápida e ingeniosamente por los vietnamitas, se emplearon por más de diez años contra Vietnam del Sur, y contra la República Democrática de Vietnam, el ensañamiento fue aéreo. Un resumen mesurado de las víctimas vietnamitas sería de dos millones.


En cuanto a las fuerzas norteamericanas, tantos miles que estremecieron al imperio. «El síndrome de Vietnam», «inspiró» los filmes de la cinematografía. La guerra en Vietnam produjo las imágenes más brutales que hasta entonces pudieran verse en una guerra tan desigual. Contra bombardeos indiscriminados, los vietnamitas usaron elementos que incluían trampas de bambú en la selva, que aterrorizaban a los bien pertrechados soldados estadounidenses, o domesticaban avispas —no es un chiste— es real. A esto Ho Chi Minh lo llamó táctica y estratégicamente hablando: La guerra de todo el pueblo por la salvación nacional, la libertad, la soberanía y la reunificación. De ahí salió una doctrina militar.

La República Democrática de Vietnam, fundada el 2 de septiembre de 1945, se haría no sólo una realidad teórica sino firme e indestructible. Un buen día, el 30 de abril de 1975,  los televisores del mundo vieron un espectáculo sin precedentes: las tropas elites de Estados Unidos corrían despavoridas por las azoteas y cuanto sitio pudiera posarse un helicóptero para agarrarse de sus patines, o de cualquier parte, y huir de Vietnam.


Fue una estampida, no hubo orden posible en la retirada, aunque los vietnamitas, desde años antes, habían abierto una oficina en París y se establecieron conversaciones diplomáticas formales entre el Gobierno de Estados Unidos y el Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur, reconocido como entidad política con todas las prerrogativas de un Gobierno.

Las conversaciones eran presididas por la conocida «Madame Thi Binh», de los cables de prensa, su nombre Nguyen Thi Binh, nombre parecido a la campesina que se alzó en Bentré, Nguyen Thi Dinh y que llegó a ser vicecomandante en Jefe del FNL.

Hay que dejar constancia que este procedimiento revolucionario, cuyo artífice había sido Ho Chi Minh, fue capaz de levantar un movimiento solidario en todo el mundo. Cuba fue el primer país del mundo en reconocer al FNL de Vietnam del Sur, y fundar el primer Comité de Solidaridad con Vietnam del Sur, que luego se extendería a Laos y Cambodia.

Las fuerzas más progresistas de intelectuales, artistas, científicos y profesores del mundo, se nuclearon en un Tribunal Internacional impulsado por el Premio Nobel Bertrand Russell que sesionó en Estocolmo, Dinamarca, París y otras ciudades. Hombres y mujeres de buena voluntad de Estados Unidos, incluidos —ya se ha mencionado— soldados que lucharon en Vietnam, se convirtieron en un factor importante de la solidaridad en favor de ese pequeño pueblo brutalmente agredido por la potencia más grande del mundo.

Aquel hombre que el 2 de septiembre de 1945 proclamó la República de Vietnam, ya había muerto (3 de septiembre de 1969) y no vio la victoria colosal de su pueblo, pero el Testamento Político que dejó, escrito poco antes de su fallecimiento, fue un mandato: Vietnam será libre, independiente y soberano, el enemigo será derrotado, y el pueblo vietnamita construirá un Vietnam diez veces más hermoso. Deberá estar unido.

Tan seguro estaba del triunfo que escribió en su testamento: «Nuestro país tendrá el señalado honor de ser una pequeña nación que, a través de la lucha heroica, ha derrotado a dos grandes imperialismos —el francés y el norteamericano— y ha hecho una digna contribución al movimiento de liberación nacional».

Y como última voluntad proclamó: «Mi último deseo es que todo nuestro Partido y pueblo, unidos estrechamente en la lucha, construyan un Vietnam pacífico, unificado, independiente, democrático y próspero, y hagan una valiosa contribución a la Revolución mundial» (Hanoi, 10 de mayo de 1969).

Tomado de cinereverso.org

 ALI PRIMERA_ Inolvidable Ho Chi Minh


Ho Chi Minh: “El que ilumina”

Por: María Victoria Valdés Rodda



Solía sentarse a meditar a la orilla del estanque de agua dulce colmado de peces a los que alimentaba con migajas de pan. Desde ese lugar Ho Chi Minh ideó inteligentes procedimientos de dirección, muchas veces trasmitidos a sus colaboradores partidistas allí mismo, al aire libre. Puede que, en medio de sus obligaciones como presidente, sus reflexiones también estuvieran salpicadas por memorias de su itinerante y fascinante vida.

Y puede que guardara con afecto el recuerdo de Georges Auguste Escoffier, el Emperador de los Cocineros, quien lo empleó en Londres, en 1913, en el Hotel Carlton, primero como ayudante de cocina para luego ascenderlo a patissier (pastelero, puesto esencial en la repostería francesa). La leyenda refiere que el Tío Ho habría tenido un futuro prometedor en el gremio de la culinaria; su empleador le auguraba condición de hombre rico, pero los planes de Nguyen Sinh Cung (su verdadero nombre), dotado de una enorme sensibilidad humana, eran muy diferentes.

Como ilustración el siguiente episodio:

Una tarde ambos tuvieron un altercado muy fuerte, porque el joven vietnamita reciclaba la comida dejada por los comensales. A la reprimenda del maestro cocinero manifestó pesar por el hambre de los pobres; no era un sentimiento abstracto, sino uno real, ya que algunos mendigos en los alrededores de la instalación le pedían sustento. También lo aguijoneaban las lejanas estampas de las aldeas vietnamitas, plagadas de masas hambrientas.

Cuatro años después, en 1917, se despidió de Escoffier, convencido de su empeño contra el colonialismo, al cual le conocía las ínfulas por haber vivido ya en París, a donde retornó para profundizar sus conocimientos sobre las entrañas del monstruo y poder derrotarlo. Premonitoria coincidencia desde sus similares fechas patrias: un 19 de mayo uno halló la muerte en 1895, el otro nació en 1890.

Honrarlo mediante el trabajo

Ho Chi Minh, presidente de la República Democrática de Vietnam, en Hanoi en 1955. Foto: vovworld.vn

“Sólo cuando la raíz es firme, el árbol puede vivir mucho tiempo y la victoria tiene como raíz al pueblo”. “¿Que crimen he cometido? Me sigo preguntando. El crimen de seguir devoto a mi pueblo”. En estos versos se repite un sustantivo fundamental sumamente ligado a la suprema convicción de un hombre-poeta, de un hombre-combatiente, entregado de lleno a la liberación.

Ho Chi Minh aprovechó los años de encierro para escribir 120 poemas y su Diario de la cárcel. Pero estas piezas no son meras obras de literatura; en ellas esbozó los diferentes caminos de la ardua lucha, la cual nunca eludió precisamente porque su pueblo lo necesitaba.

Ganó la Batalla de Dien Bien Phu contra Francia, en 1954, y aunque no consiguió presenciar la estrepitosa salida yanqui de Saigón, en 1975, hoy esa ciudad lleva su nombre. A pesar de haber muerto el 2 de septiembre de 1969,  el Tío Ho es el guía, el símbolo y la bandera de la resistencia nacional en Vietnam. Incluso, en estos tiempos, convoca a los fabulosos progresos de la nación, cuando este 2019 el producto interno bruto (PIB) asciende a 6.8 por ciento.

Grandes saltos hacia adelante ha dado el país de sus desvelos. Su visión sobre lo inevitable se ha cumplido: “Un Vietnam cien veces más hermoso”. Según importantes empresas calificadoras internacionales la economía vietnamita es una de las 10 de mayor expansión del planeta y lo seguirá siendo en los próximos años.

Laboriosidad, paciencia y empeño le caracteriza, unido a que las adecuadas estrategias de perfeccionamiento del proceso de reestructuración económica, de la estabilidad social y política, así como crecientes inversiones extranjeras directas, más la activación de nuevos tratados de libre comercio, han coadyuvado a ese vislumbrado bienestar.

El símbolo

Ho Chi Minh murió el 2 de septiembre de 1969 y Fidel Castro solo pudo visitar Vietnam cuatro años después. El Comandante en Jefe ante la mesa alrededor de la cual se reunían Ho Chi Minh y sus compañeros. Foto: PL.

Los mosquitos, la intermitente lluvia, el calor húmedo y las serpientes fueron obstáculos naturales encubiertos en las informaciones dadas a las tropas yanquis antes de partir. Sus generalotes estaban convencidos de que, por tener armas más sofisticadas, podían ganarles a los vietnamitas. ¿Qué cálculos fallaron?

John F. Kennedy promovió en 1963 un golpe militar de los grupos reaccionarios en el sur de Vietnam, mientras que la CIA se encargó de asesinar al presidente Ngo Dinh Diem para poner en su lugar una Junta Militar, lo suficientemente despiadada, que impidiera la libre determinación de los sudvietnamitas, quienes, en referendo, debían decidir si querían unirse o no a la República Democrática de Vietnam, en el norte, dirigida por Ho Chi Minh.

Un año después, en 1964, el mandatario Lyndon Johnson aprobó los bombardeos contra Vietnam del Norte y el envío de tropas al sur. El resultado inicial fue desastroso, porque, si bien continuaron en el terreno por espacio de 10 años, la invasión cohesionó los sentimientos patrios de los revolucionarios de ambos lados, decididos a expulsar al invasor, al que le infligieron la muerte de más de 58 mil soldados.

Muchos jóvenes estadounidenses se alistaban en las filas invasoras porque de verdad creían estar del lado correcto de la historia; que la democracia estaba en el Sur y no en otra parte, y quizá por eso algunos de ellos estimulaban la moral escribiendo en los cascos y en los tanques la frase “Ho Chi Minh ain’t gonna win”: “Ho Chi Minh no ganará”.

Se equivocaron: el Tío Ho y sus ideas fueron bandera y meta. Organizó el Ejército Popular de Vietnam y el Frente de Liberación Nacional (Vietcong). Nada pudo frenar la influencia que ese dirigente sencillo le infundía al pueblo. Ni los superbombarderos B52 con su millón 600 mil toneladas de bombas, ni los 540 mil efectivos enemigos, ni el millón de soldados títeres armados por Estados Unidos.

El pueblo vietnamita pagó un alto precio, con la pérdida de cinco millones de sus hijos, más 300 mil heridos. Sufrió, además, grandes daños ambientales, por la tóxica sustancia conocida como el agente naranja, que todavía provoca malformaciones y enfermedades.

La forja de un líder

Ho Chi Minh.

En mayo de 2018, a propósito del 128 aniversario de su natalicio -el 19 de mayo de 1890-, cientos de medios de comunicación del mundo consideraron que Ho Chi Minh se ganó un lugar entre las 100 personalidades más influyentes en la historia universal del siglo XX, debido a su carisma como dirigente y estadista.

Asimismo, con motivo de su centenario, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), lo reconoció como Héroe de Liberación Nacional y célebre hombre de cultura. Por tales motivos merece reverencia eterna.

Era un hombre ilustrado en todos los sentidos. Sus primeras lecciones sobre qué es ser un patriota se las dio su padre, un oficial que renunció a su rango en protesta contra la dominación francesa. Y aunque modesta, la familia le proporcionó los medios para sus estudios. Fue maestro. Sus tempranas inquietudes políticas lo llevaron a Saigón, donde ingresó en la escuela de obreros marítimos.

Estos pasos le permitieron viajar a bordo de un buque francés como cocinero. Estuvo en Marsella, Londres, París. Y en la Ciudad Luz se unió al Partido Comunista Francés, del que bebió las doctrinas de Marx y Engels. Espoleado su espíritu con esos saberes regresó a la patria, de la que al poco tiempo debió exiliarse, por su pensamiento radical. Partió hacia Hong Kong, donde fundó, en 1930, el Partido Comunista Indochino.

Se le conoce proverbial paciencia, la misma desplegada para tejer, paso a paso, la estrategia de liberación nacional: en 1935 asistió al VII Congreso de la Komintern, en Moscú; en 1938 conoció a Mao Zedong, y lo acompañó en su mítica campaña de Yenan, en China. Por esas tierras lo sorprende la Segunda Guerra Mundial, seguida atentamente por los evidentes dotes de analista.

Su enfoque dialéctico, histórico, le permitió comprender que la conflagración, vista desde las condiciones particulares de Asia, y emanadas de un escenario más grande, podía ser la partera de la emancipación nacional. Contrario al fascismo y amigo de los soviéticos, Ho Chi Minh, no obstante, percibió que la derrota francesa ante Alemania, en 1940, significaba un debilitamiento para el colonialismo galo, ante lo cual decide regresar clandestinamente.

Una vez allí, en 1941 funda la Liga por la Independencia de Vietnam o VietMinh. A los integrantes de esta fuerza popular los exhortaba al combate con la siguiente arenga: “Quien tenga un fusil, que use el fusil. Quien tenga una espada, que use la espada. Y si no tiene espada, que use azadones o palos”.

Los pueblos de la región opusieron una fuerte resistencia contra el fascismo japonés, no así la alta burguesía y los círculos de poder, y cuando Tokio fue vencido, a partir del heroísmo del Ejército popular chino, ya las condiciones subjetivas en Vietnam estaban creadas para la independencia. En mucho contribuyó el ingenio aglutinador del Tío Ho. Por eso el 19 de agosto de 1945, en Hanoi, fue factible declarar la soberanía y la construcción del socialismo.

Como era de esperar, y grosso modo, Francia se negó a aceptar el nuevo escenario creado, pero como la fuerza del líder era tan grande solo pudo retener Vietnam del Sur, dando lugar a la conocida guerra de Indochina (1946-1954). Se pensaron inexpugnables, e incluso creyeron que desde esa posición podían minar la revolución vietnamita. Vinieron años de estoica firmeza, hasta que la batalla de Dien Bien Phu los obligó a firmar los Acuerdos de Ginebra.

Con este tratado Ho Chi Minh (seudónimo que significa “El que ilumina”) buscaba ganar tiempo, seguro de que una vez preguntado al pueblo del sur si deseaba unirse a sus hermanos del norte, la respuesta sería afirmativa, aspiración frustrada por las apetencias estadounidenses. Y ya sabemos cómo acaba esa historia. La luz del Tío Ho les consagró la victoria definitiva.

POEMAS DE HO CHI MINH

POEMAS… 



Diario de la prisión de Ho Chi Minh
Escrito entre el 28 de agosto 1942 y el 16 de septiembre de 1943.
Poemas traducidos del inglés por Fernando A. Torres.

Primera página del diario


Recitar versos no ha sido uno de mis hábitos,
Pero ahora en prisión ¿Que mas puedo hacer?
Pasaré estos días escribiendo poemas, en cautiverio.
Cantándolos el día de la libertad se acerca.

Difícil es el camino de la vida

I


Habiendo escalado los picachos mas altos y las mas escarpadas montañas
¿Como iba yo esperar que en las planicies me encontraría con el mayor peligro?
En las montañas me encontré con el tigre y salí indemne:
En las planicies me encontré con el hombre y me enviaron a la prisión.


II

Era un representante de Vietnam en ruta a China,
ha encontrarme con un importante personaje.
En el calmado camino una repentina tormenta se dejo caer,
y fui empujado a la cárcel como un honorado huésped.


III

Soy un hombre limpio sin ningún crimen en mi conciencia,
pero fui acusado de ser un espía de la China.
Como puede ver, la vida nunca es un asunto parejo,
y ahora, en el presente abundan las dificultades. 


Mediodía

¡Es una delicia tomarse una siesta en la celda!
Un profundo sueño nos lleva lejos por horas.
Sueño montando un dragón hacia los cielos…
Despierto, regresando precipitadamente a la prisión.


Atardecer

Cuando la cena se acaba, el sol se hunde en el Oeste.
Repentinamente, desde todas las esquinas,
Comienza la música y las canciones folclóricas:
La melancólica prisión de Tsingsi es transformada en una academia de las artes.


Claro de luna

No hay alcohol ni flores para los prisioneros,
Pero la noche es tan encantadora, ¿como podemos celebrarla?
Voy al agujero de ventilación y contemplo la luna,
Y a través del agujero la luna le sonríe al poeta. 


Transferido a Tiempo en el “doble décimo” día

Cada casa fue adornada con flores y luces.
En el día nacional, todo el país se transformó de alegría
Pero en ese mismo día, me encadenaron y trasladaron:
El viento continua soplando en dirección opuesta al vuelo del águila. 


Juego de palabras

II


Aquellos que salen de la prisión pueden reconstruir el país.
La desgracia es la prueba a la fidelidad del pueblo.
Aquellos que protestan las injusticias son los de verdaderos méritos.
Cuando las puertas de la prisión se abran
El verdadero dragón volará libre.


En el Buró Político de la Cuarta Zona de Resistencia

He viajado los trece distritos de la Provincia de Kwangsi,
Y probado los placeres de dieciocho distintas prisiones.
¿Que crimen he cometido? me sigo preguntando.
El crimen de seguir devoto a mi pueblo. 


Noche de Otoño

Frente al portón el guardia apostado con su rifle.
Arriba, las nubes desordenadas se llevan a la luna.
Los chinches pululan alrededor como tanques de guerra en maniobras,
Mientras que los mosquitos formas escuadrones,
Atacando como aviones de guerra.
Mi corazón viaja mil kilómetros hacia mi tierra natal.
Mí sueño se entrelaza con las penas como una madeja de miles de hilos.
Inocente, he aguantado un año completo en prisión.
Usando mis lágrimas como tinta, transformo mis pensamientos en versos.


Sobre la lectura de “Antología de Mil Poetas”

A los antiguos les gustaba cantarle a la belleza natural:
Nieve y flores, luna y viento, niebla, montañas y ríos.
Hoy deberemos hacer poemas que incluyan hierro y acero,
Y el poeta también debería saber conducir un ataque.



OTROS POEMAS...


Poema de propaganda

En estos doce puntos
¿Acaso hay algo de extraordinario?
Todo aquel que sea un poco patriota
No los olvidará.
Hagamos de ellos un hábito
Para todos y cada uno.
Un pueblo y un ejército valerosos
No conocen nada imposible.
La raíz hace sólido al árbol,
El palacio de toda victoria
Se construye sobre el pueblo entero.


Una frazada de papel

Libros nuevos, libros viejos,
las hojas apiladas tan juntas.
Una frazada de papel
es mejor que ninguna.
Vosotros que dormís como príncipes,
resguardados del frío,
¿sabéis cuántos hombres presos
no pueden dormir en toda la noche?


Noche fría

Noche de otoño.
No hay colchón. No hay mantas.
No hay sueño. Cuerpos y piernas
encimados y entumecidos.
La luna brilla
en las hojas heladas de los bananos.
Detrás de los barrotes
la Osa Mayor se balancea sobre el Polo.


Los buenos  días que vienen 

Todo cambia, la rueda
de la gran ley gira sin pausa.
Después de la lluvia, buen tiempo.
En el pestañeo de un ojo
el universo se despoja
de sus ropas sucias.
A través de diez mil millas
el paisaje se extiende como
un precioso brocado.
Delicada luz del sol.
Brisas ligeras. Flores sonrientes,
cuelgan en los árboles, entre las
hojas chispeantes,
todos los pájaros cantan.
Hombres y animales vueltos a nacer.
¿Qué puede ser más natural?
Después de la pena llega la alegría. 


Libre, camino en  la montaña y  disfruto la vista 

Montañas. Nubes.
Más montañas. Más nubes.
Allá abajo un arroyo centellea,
brillante e inmaculado.
Solo, con el corazón agitado,
camino por el Macizo Oeste.
Y miro a lo lejos, hacia el Sur
y pienso en mis camaradas.


Poema estimulante

Todo pueden lograr
las doce recomendaciones.
Quien ama a su país
no las olvidará nunca.
Cuando el pueblo tiene un hábito
se comporta como un solo hombre.
Con buen ejército y buen pueblo
todo será coronado por el éxito.
Sólo cuando la raíz es firme,
el arbol puede vivir mucho tiempo
y la victoria tiene como raíz al pueblo.


http://www.cubadebate.cu/especiales/2019/09/02/ho-chi-minh-el-que-escogio-ser-humilde/#.X0nc18AzY2w


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