Entrevista de Guayaquil
26-27.7.1822
Desde la independencia de EE.UU y a Revolución Francesa, las colonias españolas de América comenzaron hervir de ideas libertarías.
El 26 de julio de 1822, Bolívar y San Martín realizaron una reunión para decidir el futuro de Sudamérica, ¿qué se dijeron en esa entrevista? Conózcalo en Misterios de la historia
Descubrimiento histórico sobre la entrevista de Bolívar y San Martín en Guayaquil
La Universidad Andina Simón Bolívar, mediante rueda de prensa del lunes 22 de julio, hizo público el documento original que recoge una entrevista histórica entre José de San Martín, Protector del Perú, y el Libertador Simón Bolívar, Presidente de Colombia, que sostuvieron el 26 de julio de 1822, en Guayaquil.
Después del 9 de octubre de 1820, Guayaquil, bajo la dirección política de José Joaquín de Olmedo y de otros, alcanzó parcialmente su independencia de España, pero aun quedaban por derrotar a los realistas de Quito, quienes oponían una fuerte resistencia a las ideas de independencia, Olmedo pide ayuda a los libertadores Simón Bolívar y José De San Martín. Bolívar envió al mejor de sus generales, Antonio José de Sucre, con un ejercito patriota a su mando y San Martín contribuye con 1500 soldados al ejercito libertador . El 24 de mayo de 1822, Sucre derrotó a los realistas en Pichincha y ocupó Quito el día siguiente. Luego de la derrota definitiva de los realistas, los patriotas de Guayaquil y Quito se debaten entre unirse al Perú, unirse a la Gran Colombia o formar un estado independiente, esta ultima opción defendida por José Joaquin Olmedo y la oligarquía criolla. Ante el peligro que representaba esta diatriba el Libertador Simón Bolívar decide ocupar Guayaquil, lo que Olmedo y la oligarquía tomaron como un golpe de estado y deciden auto exiliarse, ahí es donde Bolívar decide invitar a San Martín para una reunión que puedan definir el futuro de la región.
San Martín llegó a las aguas de Guayaquil, a bordo del Macedonia, el 25 de julio de 1822. Enterado de su llegada, el Libertador le mandó el mismo día 2 cartas amistosas felicitándole e invitándole a entrar en la ciudad, lo que se verificó el 26 a las 9 a.m., cuando los 2 grandes héroes de América se dieron el primer y fraternal abrazo. Las conversaciones o conferencias entre ambos se realizaron el mismo día 26 y el siguiente, 27 de julio. Se celebraron a puertas cerradas sin la presencia de secretario ni otra clase de testigos. Luego de un banquete el día 27 San Martín se retiró hacia el muelle, y se embarcó hacia el Perú, dejando en manos de Bolívar parte de su ejército. Esa circunstancia fue lo que dio lugar a muchas interpretaciones, suposiciones, tergiversaciones, que hasta hace poco, hicieron de esa entrevista uno de los temas más controversiales y polémicos de la historia de Latinoamérica.
Historiador Armando Martinez |
Al contrario de todo lo dicho, la carta de Pérez muestra que el encuentro entre San Martín y Bolívar fue cordial. De igual manera la reunión no giró en torno a si Guayaquil debía ser independiente o anexarse a Colombia, sino al futuro de Perú. De hecho, el viejo general austral sabía que Bolívar y sus tropas habían ya resuelto esta discusión a su favor.
Bolívar se opuso y dijo que ni a América ni a Colombia le convenía introducir príncipes europeos, que eran ajenos a las masas y que se opondría a ello, salvo que el pueblo decidiera algo así. Frente a esta oposición y a la defensa que Bolívar hizo de la democracia y del Congreso de Angostura, San Martín dijo que el principado podría venir después.
San Martín elogió la idea de crear la Federación de los Estados Americanos, que Chile no tendría problema en entrar pero sí Buenos Aires, y se ofreció a tramitar un arreglo de límites entre Colombia y Perú. Al final, tras ofrecer toda su ayuda en espera que Colombia hiciera lo mismo con Perú, el Protector dejó en claro que la reunión fue una visita sin carácter oficial y sin ningún objeto político y militar.
Tras su encuentro, a Bolívar le quedó claro que San Martín no tenía ni las fuerzas ni el apoyo militar para asumir la victoria final sobre los españoles, que tenían una fuerza importante en el virreinato más rico y contaban con una aristocracia poco afecta a las ideas republicanas. Como había que neutralizar esta amenaza, Bolívar decidió reclutar 4000 nuevos hombres que se unieron al Ejército de 5000 veteranos que había llevado, para ir al alto Perú. Dos años después, y tras varias batallas, las de Ayacucho y Tumulsa pusieron fin a la guerra contra los españoles.
La entrevista logró lo que de ella esperaban los 2 contertulios. Ni intransigencia ni obstrucción. Fue satisfecha la expectativa. Horizontes abiertos hacia la misma meta. «...Ruego a Vuestra Excelencia se persuada de que la gloria de Colombia y la del Perú son un solo objeto para mí...», le había escrito San Martín a Bolívar. Los testimonios públicos y directos emanados de ambos son suficientes, si se les analiza con recto criterio, para destruir toda la urdimbre de caprichosas fábulas y tendenciosas especulaciones tejidas al respecto. Ellos documentan la incontrovertible veracidad del rápido acuerdo alcanzado, conducente a la salida factible que fue la que podía ser en aquellas circunstancias. A su regreso del memorable evento, San Martín informa a los peruanos, en proclama para los pueblos y para la historia:«...Tuve la satisfacción de abrazar al héroe del Sur de América. Fue uno de los días más felices de mi vida. El Libertador de Colombia auxilia al Perú con tres de sus bravos batallones. Tributemos todos un reconocimiento eterno al inmortal Bolívar...» Ese es el parte. Consigo trae San Martín, además, el recuerdo de Bolívar en aquel día dichoso: la efigie del compañero, hermano solidario, en un medallón que conservará durante los 28 años por los cuales se prolonga en Europa su existencia. Por su lado, Bolívar destaca en comunicación al Gobierno de Colombia, los puntos resaltantes del entendimiento con el Protector: eterna amistad entre sus naciones, arreglo de límites, federación completa, mancomunidad diplomática frente a España y, por si fuera poco, la coincidencia en el gran tema de América: primordialmente San Martín «...desea que todo marche bajo el aspecto de la unión, porque conoce que no puede haber paz y tranquilidad sin ella...» Esto mismo se confirma en otras notas oficiales: «...El Protector aplaudió altamente la federación de los estados americanos como la base esencial de nuestra existencia política...» Treinta y seis a cuarenta horas había durado la visita del Protector al Libertador. En la madrugada del 28 de julio, el General San Martín se reembarcó en el Macedonia. De regreso a Lima, renunció al poder, tal como lo había dicho en Guayaquil al Libertador, se fue a Chile y a Mendoza antes de emprender su viaje a Europa. Su obra estaba cumplida.
Monumento a Bolívar y San Martín (Guayaquil) EL HEMICICLO DE LA ROTONDA
Para conmemorar el histórico encuentro que en 1821 sostuvieron en Guayaquil los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín, se levantó en el malecón de Guayaquil, a orillas del río Guayas, este impresionante monumento de bronce que muestra a los dos héroes estrechándose las manos.
La historia de este monumento se remonta al 16 de agosto de 1913, fecha en que el Congreso Nacional resolvió la erección –en Guayaquil- de un monumento que perpetúe el encuentro de los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín; lamentablemente el decreto respectivo fue archivado en la Cámara de Diputados. Ante esta situación, el 29 de noviembre de ese mismo año el Concejo Cantonal de Guayaquil decidió levantar el monumento, y delegó a la Sociedad Bolivariana la coordinación de los trabajos respectivos.
En 1927, la Sociedad Constructora Nacional Fénix inició los trabajos de construcción de la Rotonda, que fue terminada a fines de 1929; pero se debió esperar hasta 1935 para que el Cabildo Porteño encargara al escultor español José Antonio Orus la realización de las estatuas, que llegaron a Guayaquil, junto al escultor, a finales de julio de 1937.
Las columnetas, con sus decorados y relieves fue encargada al artista español Juan Rovira, y los jarrones del entorno fueron realizados por el artista italiano Emilio Soro.
Inmediatamente el escultor inició los trabajos de colocación de la estatua, que estuvieron concluidos en mayo del año siguiente.
Este impresionante conjunto -artístico arquitectónico- constituye uno de los lugares más representativos de Guayaquil.
Armando Martinez el colombiano que encontró en el Archivo Nacional del Ecuador la carta que esclarece la reunión de Guayaquil y pone fin a dos siglos de mitos y polémicas.
Armando Martinez |
Mucho se especuló acerca de por qué Guayaquil se sumó a Colombia y no se constituyó en una nueva Nación, como quería la mayoría de sus habitantes; por qué San Martín renunció a seguir adelante a liberar el Alto Perú, hoy Bolivia y consagrarse así como el gran Libertador y prócer de América, ni las razones que movieron a Bolívar a asumir esta tarea y a llevar a sus ejércitos hasta los confines del mundo hispanoamericano, algo que no estaba dentro de sus planes.
Pues bien, el profesor Martínez acaba de develar ese enigma, pues la carta que encontró era la pieza que faltaba. El docente, doctor en Historia de la UIS, tiene un historial brillante: ha replanteado buena parte de la historia de los Santanderes y de la revolución neogranadina de 1810, y descubrió una nueva copia del poema Delirio en el Chimborazo, que ratifica que Bolívar lo escribió.
Martínez estaba en Ecuador recopilando información para su tesis de postdoctorado sobre el fracaso de la primera República de Colombia (1819-1830). Al pedir la caja 595 del fondo Presidencia de Quito, que solo parecía contener las órdenes y documentos de Manuel José Restrepo, se encontró que en medio de los extensos volúmenes había dos tomos de documentos del general José Gabriel Pérez, secretario general de Simón Bolívar en la campaña del sur.
Al examinarlos se encontró con una copia de la carta confidencial fechada el 29 de julio de 1822 en la que este le hace al general Antonio Sucre, entonces intendente de Quito, un resumen del encuentro por petición de Bolívar.
Como es claro que en esa época no había papel carbón ni imprentas manuales, la única forma de llevar un control de la correspondencia que se enviaba era transcribirla literalmente en el libro copiador del secretario, el mismo que se encontraba desde mediados de 1970 guardado pero mal clasificado en el Archivo del Ecuador.
El hallazgo ha causado tanta sorpresa entre los historiadores que la propia revista ecuatoriana de historia Procesos decidió detener la impresión de su número semestral, que ya estaba prácticamente listo, para publicar esta chiva histórica, algo insólito en este tipo de publicaciones.
Diego Barros Arana |
Pero como lo manifestó Martínez a SEMANA, la importancia de su logro no radica en haber descubierto una fuente inédita y nunca antes vista sino en haber hecho un “redescubrimiento de la fuente original”, que reabre un debate olvidado para la inmensa mayoría, un misterio que les sirvió a grandes escritores como Jorge Luis Borges o Ernesto Sábato para escribir sobre este tema nunca cerrado para la Historia.
“La carta confirma la sospecha que existió siempre acerca de la posición monarquista de San Martín, algo que no era extraño si se tiene en cuenta el fracaso de los primeros años de la experiencia democrática en Argentina. Incluso Brasil y México decidieron experimentar el camino monárquico constitucional”, dice Martínez.
En medio de todo lo que se ha escrito y especulado sobre lo sucedido en la entrevista de Guayaquil, la carta deja en claro, para decepción de los argentinos, y posiblemente para alegría de bolivaristas, que la expulsión de los españoles de Perú era para Bolívar, más que una cuestión de orgullo y de ansias de poder, un asunto de urgente estrategia militar. Porque la independencia que había logrado para Caracas, Nueva Granada y Quito estaba menos que asegurada.
Gral de Brigada Jose Gabriel Perez, Procer
Oficial (general de brigada) del Ejército de Venezuela en la Guerra de Independencia. Gobernante y diplomático. Hijo de Ramón Pérez y de Soledad Quero. Se casó en 1812 con la caraqueña Mercedes Cabarrocas. Se desempeñó en su carrera militar, además de combatiente activo, como secretario del Libertador. En 1814, se unió a Simón Bolívar en el éxodo al oriente del país y desde ese año le acompañó no solo en las campañas de Venezuela, sino en todas las demás por la independencia de América del Sur. Al producirse la toma de Cartagena por el ejército realista en 1815, emigró a las Antillas y regresó a Venezuela junto con Bolívar en la Expedición de Los Cayos, en 1816. Actuó en las campañas de Barcelona y Guayana en 1817, al lado del general Manuel Piar y en la campaña del Centro en 1818. En 1817, fue secretario de Estado en Angostura. En 1819, fue auditor del ejército de Santiago Mariño y secretario del vicepresidente Juan Bautista Arismendi. En Trujillo (Venezuela) el 25 de noviembre de 1820 el teniente coronel José Gabriel Pérez cumplió una misión diplomática junto con el general Antonio José de Sucre y el coronel Pedro Briceño Méndez, al firmar los Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra, por los cuales el general realista Pablo Morillo reconoció de hecho, en nombre de España, la beligerancia de los republicanos. Como ayudante general del Libertador participó en la batalla de Carabobo en 1821; igualmente tomó parte en la batalla de Bomboná en 1822. En enero de ese año fue nombrado oficialmente secretario general del Libertador, en cuya secretaría venía tomando parte en años anteriores, culminando este trabajo en 1826, fecha en que por quebrantos de salud debió dejarla. Desempeñó cargos diplomáticos simultáneamente con el ejercicio de la secretaría. Junto con el coronel Vicente González firmó como comisionado del Libertador, la capitulación en Pasto del coronel realista Basilio García en 1822. A raíz de la conferencia de Bolívar y San Martín en Guayaquil, dio cuenta de lo tratado en ella mediante un oficio dirigido en nombre de Bolívar al gobierno de Bogotá el 29 de julio de 1822. Acompañó al Libertador al Perú en 1823, y en 1824 se desempeñó como prefecto de Trujillo (Perú), en donde destacó en su misión de inspector de los talleres y provisiones del ejército Libertador. Por quebrantos de salud, se separó momentáneamente de la secretaría y quedó en Lima de cónsul general de Colombia (1824). En 1825, ascendió a coronel y nuevamente secretario general del Libertador; desempeñó el Ministerio de Estado en Lima. Ascendido a general de brigada en 1826, quedó como jefe superior interino de los departamentos de Ecuador, Guayaquil y Azuay, que comprendían el territorio que luego fue la República del Ecuador, revestido de facultades extraordinarias. Murió súbitamente, en unos baños termales, donde se encontraba por razones de salud, en las proximidades de la ciudad de Quito.
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