Síntesis biográfica
LEAMOS A MARIATEGUI
Dice Mariátegui:
“La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administración o policía, con métodos de enseñanza o con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo, mientras subsista la feudalidad de los “gamonales”” (El Problema del indio. Su nuevo planteamiento).
en sus 7 Ensayos comienza por precisar que “todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden a éste como problema económico-social, son otros tantos estériles ejercicios teoréticos – y a veces sólo verbales –, condenados a un absoluto descrédito.” Para el Amauta, el problema del indio es un problema económico-social.
Y refuerza aún más su tesis diciendo que “la crítica socialista lo descubre y esclarece, porque busca sus causas en la economía del país y no en su mecanismo administrativo, jurídico o eclesiástico, ni en su dualidad o pluralidad de razas, ni en sus condiciones culturales y morales.”
En el Prólogo de Tempestad en los Andes del historiador y antropólogo peruano Luis Eduardo Valcárcel Vizcarra, J. C. Mariátegui agrega lo siguiente: “El socialismo nos ha enseñado a plantear el problema indígena en nuevos términos. Hemos dejado de considerarlo abstractamente como problema étnico o moral para reconocerlo concretamente como problema social, económico y político. Y entonces lo hemos sentido, por primera vez, esclarecido y demarcado.”
El problema del indio, entonces, no es solamente económico-social sino también político. Y el Amauta se encarga de precisar la secuencia de importancia cuando nos dice que “los que no han roto todavía el cerco de su educación liberal burguesa […], olvidan que la política y, por tanto la economía, lo dominan fundamentalmente.”
Es decir, para Mariátegui “la cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra.” Y algo más, el Amauta precisa que “el factor central del fenómeno es la hegemonía de la gran propiedad semifeudal en la política y el mecanismo del Estado. Por consiguiente, es sobre este factor sobre el que se debe actuar"
Mariátegui percibe que “el problema del indio” se encuentra en la gran propiedad y sobre la cual es necesario actuar. Es decir, percibe que el problema del indio radica en las características del segundo elemento de la actividad socio-económica. Y lo precisa, una vez más, cuando anota que “El problema agrario se presenta, ante todo, como el problema de la liquidación de la feudalidad en el Perú.”
Si bien la “feudalidad” se manifiesta, se concretiza, a través de una forma de trabajar que tiene como elemento fundamental a la tierra cultivable, no necesariamente la gestión de la tierra cultivable nos conduce a la “feudalidad”. Es el caso precisamente de la civilización tawantinsuyana, en donde la producción agrícola condujo al “comunismo inkaico”.
Mientras que la feudalidad se asienta en la propiedad individual, el comunismo inkaico se asienta en la propiedad colectiva. Mientras que la feudalidad se define como la apropiación de la totalidad del resultado de la actividad económica por el señor feudal, el comunismo inkaico implica la repartición de la totalidad del resultado de la actividad económica, entre todos los habitantes de la comunidad y en partes más o menos iguales.
Es decir que la feudalidad es producto de la decisión socio-económica en su forma de Repartición Individualista, el comunismo inkaico es producto de la decisión socio-económica en su forma de Repartición Igualitaria. De donde se puede concluir que, la feudalidad no es fruto de la actividad económica en tanto que forma de trabajar que utiliza a la tierra cultivable como su elemento fundamental. La feudalidad es fruto de la Repartición Individualista del resultado de la actividad económica.
Y para no dejar dudas, el Amauta cita a César Antonio Ugarte, Bosquejo de la historia económica del Perú, p. 9: “Los caracteres fundamentales de la economía inkaica […] eran los siguientes: Propiedad colectiva de la tierra cultivable por el ayllu o conjunto de familias emparentadas, aunque dividida en lotes individuales intransferibles; propiedad colectiva de las aguas, tierras de pasto y bosques por la marca o tribu, o sea la federación de ayllus establecidos alrededor de una misma aldea; cooperación común en el trabajo; apropiación individual de las cosechas y frutos”
Dicho de otra manera, la misma tierra cultivable perteneciente a una forma de trabajar bien precisa, puede soportar dos tipos diferentes de propiedad y de repartición del resultado de la actividad económica; es decir, dos tipos diferentes de decisión socio-económica. Uno que nos conduce al “comunismo inkaico” y otro, al feudalismo. Y es así que podemos afirmar con mayor claridad que “el problema del indio” no es un “problema de la tierra”. Porque la tierra cultivable no es más que un elemento de la forma de trabajar. El “problema del indio” proviene la repartición individualista del resultado de la actividad económica, en la que se funda el feudalismo, y que se convalida a través de la propiedad individual.
El compromiso político de Mariátegui
En Italia, Mariátegui había sido un testigo entusiasta de las luchas obreras de la posguerra, interesándose especialmente en las ideas que Antonio Gramsci y Piero Gobetti desplegaban en el periódico L’Ordine Nuovo. Si bien Mariátegui y Gramsci no llegaron a conocer sus escritos respectivos, ambos se nutrieron y privilegiaron fuentes teóricas de una misma tradición crítica, y tuvieron una posición militante sobre la cultura como aspecto clave para un proceso de transformación social. “Por temperamento y pasión –dice Héctor Alimonda- , Mariátegui llegó al socialismo a partir de la crítica cultural, y la importancia de esa dimensión lo acompañó toda su vida. Cuarenta por ciento de su obra escrita está compuesta por comentarios sobre escritores y obras literarias de su época. [Para Mariátegui] El socialismo, la forma social del futuro, tiene raíces en la tradición americana, y es viable justamente a partir de la identidad indígena, asentada en la experiencia vital real de formas comunitarias de relaciones sociales, inclusive en territorios urbanos.” (Ver “Estudio crítico introductorio”, en José Carlos Mariátegui, La tarea americana. Buenos Aires, Prometeo Libros – CLACSO, 2010; hay edición digital).
En la época de su vinculación con la Federación de Estudiantes, sin abandonar su adhesión al socialismo, Mariátegui se había integrado a la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) que lideraba Haya de la Torre: un proyecto de liberación nacional de vocación latinoamericanista (con referentes en la Reforma Universitaria argentina de 1918) motorizado por la intelectualidad de vanguardia en alianza con los sectores populares. Tiempo después, Haya propone la transformación del movimiento en Partido, y Mariátegui se aleja del APRA: en septiembre de 1928, al fundarse el Partido Socialista del Perú, ocupa el cargo de Secretario General y al año siguiente, participa activamente en la constitución de la Central General de los Trabajadores Peruanos (CGTP). El gobierno reprime la iniciativa de la Central de Trabajadores, Amauta es clausurada y periodistas de la revista, incluido Mariátegui, son apresados junto a los dirigentes obreros.
Es común el ataque a las corrientes indigenistas y también a la obra de Mariátegui, como teorías “reaccionarias” que pretenden una vuelta al pasado, planteamientos en definitiva contra la modernidad. Es conocida aquella frase aparecida en el artículo “El hombre y el mito” donde señalaba que “sin un mito la existencia del hombre no tiene ningún sentido histórico.” Es igualmente conocida de este artículo la expresión “la fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual.” Influido por el pensamiento de George Sorel y realizando un análisis que podíamos denominar gramsciano, se evidencia la importancia que Mariátegui otorga a los elementos simbólicos y voluntaristas, alejado del carácter más cientificista del marxismo clásico. Mariátegui como su coetáneo italiano, piensa que también que hay margen para actuar sobre la superestructura, para ello son imprescindibles, elementos simbólicos, “mitológicos”, agregadores. A estos elementos simbólicos podríamos denominarlo como él mismo lo hacía, como la “fuerza del mito”. Precisamente para Mariátegui, un elemento que pone de relieve la decadencia de la burguesía es su ausencia de mitos, por tanto la clase obrera con voluntad, con fe y con la “fuerza del mito”, será capaz de llevar a cabo la revolución. Entendemos así que para Mariátegui el marxismo es una vocación, una actitud, mucho más que conceptos científicos.
A su muerte los comunistas peruanos se movieron hacia las posiciones más oficialistas por lo tanto la obra de Mariátegui pasó a ser denominada como “pequeñoburguesa”. Como señala Fernanda Beigel en los años 50 se producen dos acontecimientos que hacen cambiar esta concepción; por un lado, la publicación de sus obras completas y por otro lado, la revolución cubana que conllevó una importante reconversión de la temática marxista y de su praxis en América Latina. Hoy la obra de Mariátegui está plenamente extendida y es conocida en América Latina, así como ha sido situada en el lugar que le corresponde. Sin embargo en Europa y España el peruano, alejado de círculos concretos, es un autor aún poco conocido.
José Carlos Mariátegui sería uno de los próceres para la formación de un marxismo latinoamericano, y sin duda pionero en toda una tradición que fusionaría indigenismo y la tradición de izquierda, con una larga lista de pensadores que se prolongan a lo largo de las décadas, como Fausto Reinaga, René Zavaleta Mercado o actualmente Álvaro García Linera. Se pueden extraer de la obra del “Amauta” elementos singulares y en algunos casos de actualidad. El maestro no rehusó el debate, y a pesar de su compromiso militante con las filas comunistas, tuvo el ingenio y la capacidad de acercarse y entender otras posturas, con una composición propia de una gran calidad y originalidad, que hace de su obra lectura indispensable para el campo de las Ciencias Sociales.
Es imposible condensar una obra tan original y compleja en estas líneas con multitud de matices y por qué no decirlo de contradicciones. A pesar de ello es importante recuperar algunos elementos de este “maestro” desconocido para muchos, como su convicción en la voluntad, en la fuerza de los que nunca fueron nada, en la ilusión. Los postulados de la izquierda si no están acompañados de emociones y si no penetran en la gente que realmente decimos representar sirven para poco. Ello no conlleva que se deba rebajar el discurso, todo lo contrario, Mariátegui siempre fue un rupturista y un revolucionario, pero es fundamental conquistar al pueblo antes que los aparatos instituciones.
Ese concepto fetiche para la izquierda actual como es hegemonía, fue comprendido en su perfección por parte de José Carlos Mariategui. No hay cambio posible sin una revolución en todos los ámbitos, en la cultura, en la literatura, de hecho Mariategui fundará diferentes periódicos y editoriales para dar voz a este movimiento, incluso en el teatro, teniendo en cuenta que todo ello debe cristalizar en un cambio en la economía y en los resortes de poder. A largo plazo, pero con paso firme, hay que caminar hacia un cambio revolucionario en todos los sentidos con el optimismo de que los que nunca fueron nada pueden lograrlo.
Para Mariátegui, emprender “La tarea americana” significaba pensar la región a partir de las categorías que había adquirido de su formación marxista en Europa, pero poniendo el acento en las peculiaridades y características de nuestra América. De esa estadía en Europa el Amauta escribirá posteriormente en diciembre de 1929:
Sólo me sentí americano en Europa. Por los caminos de Europa, encontré el país de la América que dejara y en el cual viví casi como un extraño y ausente. Europa me reveló hasta qué punto yo pertenecía a un mundo primitivo y caótico; y al mismo tiempo me impuso, me esclareció el deber de una tarea americana. Pero de esto, algún tiempo después de mi regreso, yo tenía una conciencia clara, una noción nítida. Sabía que Europa me había restituido, cuando parecía haberme conquistado plenamente, al Perú y a América.
Así, el marxismo de Mariátegui no implica un trasvasije automático de la batería conceptual del marxismo, ni de la condición del proletariado como sujeto revolucionario por excelencia. Sin desconocer el papel fundamental a ser desempeñado por la clase operaria, para el Amauta el campesinado indígena andino poseía un significativo repertorio cultural que lo situaba como un actor central para avanzar hacia la revolución social de la mano de las tradiciones comunitarias de los incas (comunismo incaico), pero no para regresar a un pasado bucólico, sino para articular dialécticamente los aspectos de una modernidad incompleta como la peruana a aquellos de un modelo diferente de modernidad que instalase un tipo de racionalidad alternativa anclada en los valores y prácticas de las comunidades andinas, tales como la cooperación, la reciprocidad, la solidaridad, la fraternidad, el bien común y el respeto por la naturaleza y por nuestros semejantes.
El socialismo de Mariátegui extiende sus raíces hacia aquello que nos es propio y único, hacia nuestro sustrato indígena que se encuentra arraigado en la cosmovisión y en las formas de habitar el mundo de cientos de poblaciones y aldeas de nuestra América. En ese sentido, la figura del Amauta se proyecta como la de un autor original, creador de una poderosa e innovadora obra que es profunda y autentica, porque rescata elementos de la identidad indígena de su tierra y de la región altiplánica, incluyendo a los pueblos nativos dentro de una estrategia de construcción de un socialismo con un sello particular, un sello indoamericano.
Por ello y por muchos otros motivos, debemos celebrar y conmemorar la vida, las ideas y las luchas que emprendió este importante pensador revolucionario peruano –y americano- que continua extraordinariamente vigente para seguir deliberando los caminos hacia la transformación social y para fortalecer la idea de que otro mundo es posible.
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