martes, 16 de junio de 2020

Ruta De La Campaña Admirable, 15 junio 1813. Decreto De Guerra A Muerte y Muerte de Antonio Nicolás Briceño. Venezuela



Campaña Admirable: Decreto De Guerra A Muerte. 


Fusilamiento de Antonio Nicolás Briceño 

Archivo:El Libertador Simón Bolívar, Firmando el Decreto de GUERRA A MUERTE contra los Españoles.jpg
Oleo de Iván Belsky

Uno de los momentos más terribles de nuestra guerra de independencia fueron los años que estuvo vigente el Decreto de Guerra a Muerte. Hay la creencia que la guerra a muerte sólo fue ejecutada por las tropas patriotas. Pero los españoles ya la venían aplicando, sin darle nombre, desde la caída de la Primera República. La crueldad de los comandantes españoles fue tan grande, que hubo un sentimiento entre los mismos realistas que esa crueldad debía de alguna manera suavizarse o acabar. Sin embargo los jefes realistas, especialmente Zuazola y Monteverde la aplicaron con toda crueldad, especialmente entre los años 1813 y 1817.

La Guerra A Muerte se trata de la adopción del modelo haitiano de revolución que había decretado la guerra a muerte a los franceses, y que propuso Dessalines a Francisco de Miranda, pero que este rehusó llevar a la práctica. Miranda capitula frente a Domingo de Monteverde. Sin embargo los patriotas adoptan esta decisión en enero de 1813 por consejo de Antonio Nicolás Briceñoquien reflexiona los motivos de que Francia perdiese en la revolución de Haití toda una expedición de veteranos vencedores en Europa, sino la guerra a muerte declarada a todo francés. Briceño llegado a Cartagena de Indias, organiza un cuerpo de voluntarios, el 16 de enero de 1813 cuyo primer objetivo es declarar la guerra a muerte a los españoles. 

Manifiesto de Cartagena

 Allí en Cartagena, Bolívar hace un exhaustivo análisis de las causas que produjeron tal derrota y las recoge en su célebre «Manifiesto de Cartagena», el cual presenta ante el soberano Congreso de la Nueva Granada a la vez que solicita ayuda y autorización para invadir a Venezuela.

Una serie de triunfos a favor de la independencia de la Nueva Granada, hicieron a Bolívar acreedor a la autorización para la invasión y es así que inicia esa gloriosa avanzada que fue la «Campaña Admirable» y de la cual el historiador Helmund Tello, en su obra «Cumbres de Gloria», dice así: «Bolívar estaba efectuando una de las hazañas más grandes de la historia de las naciones, lo cual no era una exageración. Una batalla perdida era la muerte; un error la muerte, una sorpresa la muerte. Era una audacia sublime, como ningún conductor de otra tropa jamás la realizaría».

Con este plan pasaron a Cúcuta donde el entonces coronel Simón Bolívar el 20 de marzo se suma al denominado Convenio de Cartagena, y publicaría el 15 de junio de 1813 el famoso Decreto de Guerra a Muerte en Trujillo, convirtiendo la Campaña Admirable en una guerra sin cuartel. 

La Proclama de guerra a muerte, en fin, fue la respuesta de Bolívar ante los numerosos crímenes perpetrados por Domingo de Monteverde, Francisco Cervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco Rosete y otros jefes realistas luego de la caída de la Primera República. La matanza de los republicanos por parte de los jefes españoles llegó a extremos tales de provocar el rechazo de personajes adictos a la causa monárquica. Uno de ellos fue el abogado fue el abogado Francisco de Heredia, oidor y regente de la Real Audiencia de Caracas, quien pidió en distintas formas que cesaran las ejecuciones, lo cual no sucedió. Según el testimonio del propio Heredia relatado en sus Memorias, un fraile capuchino de las misiones de Apure que actuaba como uno de los partidarios de Monteverde, exhortó en una ocasión «... en alta voz a los soldados, de siete años arriba, no dejasen vivo a nadie...» Bolívar en su Campaña Libertadora de 1813 recibió información de la consumación de hechos como el relatado por Heredia, lo que le llevó a expresar el 8 de junio en Mérida: «Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte».

Al pronunciamiento de Bolívar del 8 de junio siguió la proclama el 15 de junio en Trujillo del Decreto a muerte el cual termina de la manera siguiente: «...Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables». En una primera instancia esta manifestación fue considerada por Bolívar como ley fundamental de la República, que luego ampliaría y ratificaría en el cuartel general de Puerto Cabello, mediante una proclama del 6 de septiembre del mismo año 1813, acto que según algunos historiadores puede ser considerado como un «Segundo Decreto de Guerra a Muerte». Posteriormente, cuando en el segundo semestre de 1813 aparecen en escena José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales, la matanza se hace más intensa por parte de los realistas y la respuesta de los republicanos es radicalizar la aplicación de la «guerra a muerte». Derivado de esto se produjo la ejecución de los presos españoles y canarios de Caracas y La Guaira ordenada por Bolívar en febrero de 1814. En este último año la «guerra a muerte» se recrudece, perdiéndose numerosas vidas de ambos bandos. Asimismo, es en este contexto de destrucción en el que cae la Segunda República.

Llega triunfante a Trujillo
 
Pasando triunfante por pueblos intermedios llega a Mérida y es allí donde por primera vez se le llama «Libertador», título este que al serle confirmado el mismo Bolívar lo considera «más glorioso y satisfactorio que el cetro de todos los imperios de la tierra».

Bolívar pasa de Mérida a Trujillo, el día 13 de junio pernota en la casa Carmania la cual era propiedad de quien fuera uno de los más ilustres trujillanos, nacido en 1731, presbiterio Francisco Rosario.
El día 14 Bolívar y su ejército ya habían tomado posesión de Trujillo. Según describe el Dr. Marcos Rubén Carrillo en su obra, “La Casa de Guerra a Muerte”, la tranquilidad de la ciudad de Trujillo se había agitado de una manera inusual, su pobladores habían despertado más temprano de lo normal, todos querían unirse a las caravanas que llegaban de diversas parte para acompañar a Bolívar. Los caminos y calles lucían sobreramente limpios, y las casas mostraban brillo y resplandor con pintura fresca y con el pabellón nacional en sus puertas. Todos esperaban el día 15, el momento, la hora indicada, cinco de la mañana cuando el Libertador firmaría su proclama.

BANDERA DE BOLIVAR DE GUERRA A MUERTE


Entre los años 1815, 1816 y 1817 la «guerra a muerte» se extiende a la Nueva Granada, en donde el general Pablo Morillo la ejecuta con la mayor crueldad. Entre las numerosas víctimas de Morillo se pueden destacar el científico Francisco José de Caldas, los estadistas neogranadinos Camilo Torres y Manuel Rodríguez Torices y los patriotas venezolanos Andrés Linares y Francisco José García de Hevia. A pesar de haber sido Bolívar el autor del decreto de guerra sin cuartel, en varias ocasiones consideró la posibilidad de la derogación de dicho instrumento. En tal sentido, en su proclama de Ocumare del 6 de julio de 1816, expresó que: «...La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos cesará por nuestra parte: perdonamos a los que se rindan, aunque sean españoles. Ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla»; lo cual obviamente buscaba humanizar la contienda militar. Finalmente, el 26 de noviembre de 1820 se celebró en Trujillo, en el mismo lugar donde se proclamó la «guerra a muerte», el Tratado de Regularización de la Guerra, el cual derogaba el decreto de 1813.

Antonio Nicolás, libertad y justicia

Para, el escritor trujillano Mario Briceño Iragorry la pérdida de la primera república a causa de la traición de Monteverde produce en Antonio Nicolás Briceño, un odio a muerte hacia el español.
El 15 de junio de 1813, siendo las 8 de la mañana, tres horas después de haberse firmado en la ciudad de Trujillo, el Decreto de Guerra a Muerte es fusilado Antonio Nicolás Briceño, en las cercanías del camposanto de Barinas, el cadáver es descuartizado completamente y su cabeza es colocada en la entrada de Barinas, para que sirviera de escarmiento a los demás patriotas venezolanos.

Venezuela amanecía de pie, dos hechos que se producían ese 15 de Junio de 1813 la sacudieron, uno el fusilamiento del doctor y coronel Antonio Nicolás Briceño y el otro la firma de la «Proclama de Guerra a Muerte por parte de Simón Bolívar. Un día de proclama y muerte para una Venezuela heroica.

Aquella Proclama de Guerra a Muerte sale como una respuesta lógica a la represión implacable. Antonio Nicolás Briceño, el hijo de Mendoza que hoy seguramente será recordado, fue su inspirador. Bolívar la firmó y Briceño se convirtió en el hombre que infundió en el ánimo en Bolívar para llegar a aquella determinación.
Dicha proclama de «Guerra a Muerte», no surgió como simple accidente, sino como una respuesta lógica a la represión implacable realizada por la dictadura canaria de Domingo de Monteverde. Briceño fue un apasionado por la libertad y la justicia, Venezuela aún le sigue debiendo el más alto de los reconocimientos al soldado de la patria de Mario Briceño Iragorry.

La influencia del
“Diablo” en Bolívar

… En el trayecto Mérida-Valera y a medida que se acerca a la tierra de «El Diablo” Antonio Nicolás Briceño, Bolívar quizá asocia el recuerdo de tan valiente general, con la presencia de la tierra que lo vio nacer y es aquí cuando comprendió la necesidad de aplicar las recomendaciones que en cierta oportunidad aquel prócer trujillano, le hiciera y lanza el por todos conocido y célebre «Decreto de Guerra a Muerte». Lástima que para tales momentos, el general Antonio Nicolás Briceño ya no existiera. Pues, ¡cuál grande habría sido su satisfacción y hasta su alegría, al conocer el influjo de su pensamiento en la actitud del Libertador y ver convertidas en realidades sus aspiraciones!

Guerra a Muerte
no había alternativa

La guerra a muerte en Venezuela, en verdad había dado su primer puntada al inicial el día de la conquista cuando los visitantes desembarcaron en tierra firme y comenzaron el exterminio del indio y su cultura que nada sabían de caballos, arcabuces, catecismo y cruz.
Después, muchos años después, Cervériz, Zuazola, Antoñanzas, Rósete, Monteverde y Boves ahorcan, descuartizan y fusilan a patriotas que se rebelan contra el poder colonial.

Los patriotas, ante esa perspectiva de diálogo homicida sin apelación de la reyecía, tuvieron que montar un poder de respuesta, inventar una regla de Talión parecida, para cobrar con la misma moneda del diente por diente y ojo por ojo: Bolívar pasó a mejor vida a más de setecientos españoles detenidos en los pontones de La Guaira; el trujillano Antonio Nicolás Briceño ordenó la muerte de un centenar en San Cristóbal; Urdaneta, Páez y otros hicieron lo mismo en su debida oportunidad para que el miedo también fuera flor en la piel del contrario. Cuando menos, para que meditaran sobre el valor de la vida.
No había alternativa: guerra total, destrucción absoluta.

En la casona de los Roth en Trujillo nadie había logrado conciliar el sueño esa noche. Bolívar se levantó muy temprano, insomne porque su mente estaba bloqueada por la infernal decisión que había de tomar. Junto a varios oficiales, a la luz del candil, releyó varias veces el diabólico documento que constituía un mecanismo de los venezolanos «por recobrar sus derechos soberanos y por mantenerlos ilesos, como la divina providencia se los ha concedido, está resuelto el pueblo de Venezuela a sepultarse todo entero en medio de sus ruinas, si la España, la Europa y el mundo se empeñan en encorvarla bajo el yugo español».
La firma comenzó a desplazarse bajo unos ojos de hoguera.

Luis González, Cronista de Valera

Simón Bolívar, Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejército del Norte, Libertador de Venezuela.


A sus conciudadanos Venezolanos:

Un ejército de hermanos, enviado por el Soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las Provincias de Mérida y Trujillo.

Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y establecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los Estados que cubren nuestras armas están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque nuestra misión sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizar

Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América.

A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna, aún, a abrirles por última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir entre nosotros pacíficamente, si detestando sus crímenes y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de la España y al restablecimiento de la República de Venezuela.

Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra y magistrados civiles que proclamen el Gobierno de Venezuela y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado serán reputados y tratados como americanos.

Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de Americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de vuestros hermanos.

Esta amnistía se extiende hasta los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis para excitar nuestra animadversión.

Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.

Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813. Simón Bolívar.



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