Antonio Nicolás, libertad y justicia
Para, el escritor trujillano Mario Briceño Iragorry la pérdida de la primera república a causa de la traición de Monteverde produce en Antonio Nicolás Briceño, un odio a muerte hacia el español.
El 15 de junio de 1813, siendo las 8 de la mañana, tres horas después de haberse firmado en la ciudad de Trujillo, el Decreto de Guerra a Muerte es fusilado Antonio Nicolás Briceño, en las cercanías del camposanto de Barinas, el cadáver es descuartizado completamente y su cabeza es colocada en la entrada de Barinas, para que sirviera de escarmiento a los demás patriotas venezolanos.
Venezuela amanecía de pie, dos hechos que se producían ese 15 de Junio de 1813 la sacudieron, uno el fusilamiento del doctor y coronel Antonio Nicolás Briceño y el otro la firma de la «Proclama de Guerra a Muerte por parte de Simón Bolívar. Un día de proclama y muerte para una Venezuela heroica.
Aquella Proclama de Guerra a Muerte sale como una respuesta lógica a la represión implacable. Antonio Nicolás Briceño, el hijo de Mendoza que hoy seguramente será recordado, fue su inspirador. Bolívar la firmó y Briceño se convirtió en el hombre que infundió en el ánimo en Bolívar para llegar a aquella determinación.
Dicha proclama de «Guerra a Muerte», no surgió como simple accidente, sino como una respuesta lógica a la represión implacable realizada por la dictadura canaria de Domingo de Monteverde. Briceño fue un apasionado por la libertad y la justicia, Venezuela aún le sigue debiendo el más alto de los reconocimientos al soldado de la patria de Mario Briceño Iragorry.
La influencia del
“Diablo” en Bolívar
… En el trayecto Mérida-Valera y a medida que se acerca a la tierra de «El Diablo” Antonio Nicolás Briceño, Bolívar quizá asocia el recuerdo de tan valiente general, con la presencia de la tierra que lo vio nacer y es aquí cuando comprendió la necesidad de aplicar las recomendaciones que en cierta oportunidad aquel prócer trujillano, le hiciera y lanza el por todos conocido y célebre «Decreto de Guerra a Muerte». Lástima que para tales momentos, el general Antonio Nicolás Briceño ya no existiera. Pues, ¡cuál grande habría sido su satisfacción y hasta su alegría, al conocer el influjo de su pensamiento en la actitud del Libertador y ver convertidas en realidades sus aspiraciones!
Guerra a Muerte
no había alternativa
La guerra a muerte en Venezuela, en verdad había dado su primer puntada al inicial el día de la conquista cuando los visitantes desembarcaron en tierra firme y comenzaron el exterminio del indio y su cultura que nada sabían de caballos, arcabuces, catecismo y cruz.
Después, muchos años después, Cervériz, Zuazola, Antoñanzas, Rósete, Monteverde y Boves ahorcan, descuartizan y fusilan a patriotas que se rebelan contra el poder colonial.
Los patriotas, ante esa perspectiva de diálogo homicida sin apelación de la reyecía, tuvieron que montar un poder de respuesta, inventar una regla de Talión parecida, para cobrar con la misma moneda del diente por diente y ojo por ojo: Bolívar pasó a mejor vida a más de setecientos españoles detenidos en los pontones de La Guaira; el trujillano Antonio Nicolás Briceño ordenó la muerte de un centenar en San Cristóbal; Urdaneta, Páez y otros hicieron lo mismo en su debida oportunidad para que el miedo también fuera flor en la piel del contrario. Cuando menos, para que meditaran sobre el valor de la vida.
No había alternativa: guerra total, destrucción absoluta.
En la casona de los Roth en Trujillo nadie había logrado conciliar el sueño esa noche. Bolívar se levantó muy temprano, insomne porque su mente estaba bloqueada por la infernal decisión que había de tomar. Junto a varios oficiales, a la luz del candil, releyó varias veces el diabólico documento que constituía un mecanismo de los venezolanos «por recobrar sus derechos soberanos y por mantenerlos ilesos, como la divina providencia se los ha concedido, está resuelto el pueblo de Venezuela a sepultarse todo entero en medio de sus ruinas, si la España, la Europa y el mundo se empeñan en encorvarla bajo el yugo español».
La firma comenzó a desplazarse bajo unos ojos de hoguera.
Luis González, Cronista de Valera
Simón Bolívar, Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejército del Norte, Libertador de Venezuela.
A sus conciudadanos Venezolanos:
Un ejército de hermanos, enviado por el Soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las Provincias de Mérida y Trujillo.
Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y establecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los Estados que cubren nuestras armas están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque nuestra misión sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizar
Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América.
A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna, aún, a abrirles por última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir entre nosotros pacíficamente, si detestando sus crímenes y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de la España y al restablecimiento de la República de Venezuela.
Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra y magistrados civiles que proclamen el Gobierno de Venezuela y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado serán reputados y tratados como americanos.
Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de Americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de vuestros hermanos.
Esta amnistía se extiende hasta los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis para excitar nuestra animadversión.
Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.
Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813. Simón Bolívar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario