El Correo del Orinoco fue un periódico venezolano que circuló desde el 27 de junio de 1818 hasta el 23 de marzo de 1822, durante la Guerra de Independencia de Venezuela. Fue creado por el Libertador Simón Bolívar como órgano propagandístico de la Tercera República de Venezuela y para contrarrestar la influencia de la Gaceta de Caracas, periódico al servicio de la Corona Española.
Entre las razones que movieron la creación de este órgano periodístico hay que considerar la necesidad de disponer de un vehículo que permitiera comunicar a los países del exterior los sucesos más relevantes de la guerra emancipadora y, al mismo tiempo, divulgar entre los criollos algunas de las noticias más significativas del acontecer de otras naciones, especialmente las que integraban la comunidad hispanoamericana también lo atinente a la situación interna con España. Para esto, nada mejor que un medio impreso bien dirigido, abierto a toda materia importante y capaz de ser un centinela contra todo exceso, un catecismo moral y de virtudes cívicas, que mejore la condición del pueblo, e instruya y forme la generación que nos ha de suceder. (Correo del Orinoco, N° 67, página 2).
En el Correo del Orinoco se fusionan las ideas, los sueños de libertad y de patriotismo de nuestro Libertador Simón Bolívar; entre muchos otros intelectuales y políticos de la época. Indudablemente, este periódico se nos presenta como una de las fortalezas informativas, creadas y sostenidas por los hombres de la independencia.
Su editor, el capitán Andrés Roderick, proyectó un formato de 31 centímetros de alto por 32 de ancho por dos columnas hasta el número 11 del 5 de septiembre. A partir del número 12 se ensanchó el semanario a 36 por 24 y a tres columnas hasta su fin, el número 128, que aparece el 23 de marzo de 1822.
La dirección de los primeros 12 números del Semanario estuvo a cargo de Francisco Antonio Zea quien fue su primer redactor. Este fue reemplazado por colaboradores de la talla de Juan Germán Roscio, Carlos Soublette, José Rafael Revenga, José Ignacio Abreu y Lima, Manuel Palacio Fajardo, entre otros.
En total se editaron 133 números: 128 numerados y 5 extraordinarios, correspondiendo los últimos a importantes acciones militares como las de Boyacá y Carabobo.
El semanario, que aparecía los sábados, traía artículos en francés e inglés e informaba a las naciones de los logros militares y políticos de la República de Colombia. El Correo oponía a la Gaceta de Caracas las informaciones sobre los logros realistas, sirvió de instrumento en las relaciones internacionales, publicó la vida y obra de los héroes de la Revolución, decretos del ejecutivo, leyes, boletines del ejército, las proclamas de Bolívar, notas de colaboradores extranjeros que servían a la cohesión del ejército, y toda clase de informaciones sobre la construcción del Estado y la organización de la guerra. También incluyó extractos de periódicos extranjeros y diversos avisos sobre entrada y salida de buques. Además se insertaron en el Correo del Orinoco anécdotas, algunas curiosidades, poemas, cuentos y novelas por entregas.
Características del Correo del Orinoco
El Correo del Orinoco estaba dirigido especialmente hacia soldados y líderes del movimiento patriota, pues la mayor parte del contenido intenta dar cuenta del éxito, real o ficticio, de la campaña libertadora. No obstante, la circulación internacional del periódico y el hecho que se escribieran algunos números con traducción al inglés y al francés, hace pensar que entre el público posible del Correo también estaban cónsules, gobernantes y funcionarios de países como Estados Unidos o Gran Bretaña, dada la importancia comercial de las naciones independientes y el apoyo que recibieron para su emancipación por estos Estados, reconociendo tempranamente su autonomía o aportando recursos y tropas al ejército.
Adicionalmente, es importante resaltar que el Correo del Orinoco intenta ganar adeptos a la causa independentista, por lo cual no podemos descartar entre sus lectores a personajes del común que supieran leer, quienes eran persuadidos mediante canciones, poemas y otros escritos para creer en la justicia de la causa libertadora, la maldad de los españoles y la necesidad de identificación con el ejército y los gestores de la emancipación, colaborando con ellos mediante recursos económicos o humanos.
Finalmente, entre los lectores del Correo también se encontraban los integrantes del ejército realista, pues el periódico constituía una fuente de información sobre los movimientos enemigos, y tenía apartes dirigidos especialmente a desmoralizar a los contrincantes.
En 1964, Guillermo García Ponce, entonces parlamentario por el Partido Comunista, propuso, desde el cuartel San Carlos en Caracas (donde permanecía preso acusado de rebelión militar), que el Día del Periodista se celebrara el mismo día en que salió por primera vez El Correo del Orinoco. Es por ello y en conmemoración de la importancia que tuvo el Correo del Orinoco, que el 27 de junio se celebra en Venezuela el Día Nacional del Periodista.
La voz del pueblo se vuelve papel
El Correo del Orinoco es, un instrumento de libertad. Una herramienta pionera en su género y estilo. Un periódico que rompió con los esquemas de su época y que fue capaz de hacer converger dentro de sus páginas no solo a una galaxia de autores ilustres, sino el firme propósito patriota de consagrar la Independencia como sello de presentación de una nueva Venezuela. Se trata de una muestra de rebeldía primigenia, al mejor estilo de lo que representa George Méliès para la historia del cine. La única diferencia es que en vez de una conferencia de astrónomos, una propuesta de viaje a la luna, una cápsula espacial y el ojo perforado del satélite color plata, el Correo traslada a su lector a una atmósfera ilusionista hecha por Bolívar y sus oficiales, por la idea de una nación y un continente libre de la metrópolis española, por el constante galopar de una guerra entre trincheras de bandos difusos, donde un día se es monarca y al siguiente republicano. Con dicha afirmación no se quiere señalar que el Correo del Orinoco fuese un órgano difusor de falsedades, como en su momento lo calificó José Domingo Díaz. Pero en un país devastado por la guerra, tomando a su vez en cuenta la inmensa cantidad de reveses que había sufrido la causa patriota en su batalla por la libertad, era cuando menos un gran reto sembrar la esperanza de que la victoria era posible, de que el movimiento no estaba perdido, de que detrás de Boves y sus danzas, de las migraciones apresuradas, de los escapes a atentados, de los cruces montañosos por los Andes, de que más allá de ese telón de infortunios todavía existía un motivo por el cual luchar.
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