EPIFANIA SANCHEZ. LA NEGRA AURORA
El 12 de septiembre de 2017 partió físicamente la luchadora social "La Negra Aurora" Epifania Sánchez. Era como la punta de un iceberg que bajo la superficie de la mole aguardó la oportunidad para emerger cuando las aguas se calentaron. Epifania Sánchez fue una trabajadora doméstica, obrera, una mujer de barrio. Vivió en el barrio caraqueño Los Sin Techos en El Cementerio en los años sesenta.
Fue militante de la Juventud Comunista y le salió al paso al llamado de los tiempos para combatir la furia represiva del betancourismo. Se fue a las montañas de Falcón, tomó su fusil y se hizo guerrillera. Quería el poder para el pueblo. La negra Aurora era la parte más visible de un torbellino: el epicentro de un huracán en movimiento. Nada la detenía. Avanzaba en multitud. A su paso íconos y murallas fueron derribados. Su voz sigue siendo un eco que retumba y se multiplica.
Las huellas de sus botas están indelebles en cada espacio de la Sierra falconiana. De ella dice Nancy Zambrano: “la conocí en la cárcel, en el cuartel San Carlos, el primer recuerdo que me viene es que pasó a ser una de las más asiduas lectoras de los libros que allí nos llegaban, disciplinada, asistía a todos los cursos, tenía una sed de aprender permanente”.
Cuando mujeres revolucionarias de la talla de la negra Aurora caen otros combatientes ocupan de inmediato su puesto y enarbolan su bandera. Al morir, nunca se van del todo: quedan flotando en el aire y su espíritu alienta el alma de los pueblos que luchan. Dejan de ser “yo” y se convierten en “nosotros”. Toman el cielo por asalto y siembran de horizontes los poblados. Construyen nuevos senderos de esperanza. La muerte de Epifania Sánchez, en palabras de Martí, “nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida: ¡así, de esos enlaces continuos invisibles, se va tejiendo el alma de la patria!”. Nunca fue tan hermosamente negra la aurora como cuando Epifania Sánchez amó profundamente la patria de Bolívar.
A continuación transcribo los párrafos donde la Negra Aurora habla sobre su vida, el inicio de su militancia política, sus años en la guerrilla y el balance de esa época. en el libro de María del Mar Älvarez, Historia de Lucha de la Mujer Venezolana (haz clic para descargarlo)
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Epifania Sánchez, la Negra Aurora
"En el año 60 no sabía absolutamente nada de lo que era el Partido Comunista, ni nada de política, pero un día se me ocurrió decir: ‘quiero ser comunista’. Me fui a la casa del Partido en Santa Ana, en el Cementerio. Allí hablé con un muchacho llamado Negrín y le dije: ‘¿Qué puedo hacer yo para ser comunista?’. ‘Usted dice que es comunista y es comunista’. Allí empecé. Tuve la dicha de conocer muchas muchachas, yo era bastante joven, no había llegado a los veinte años. Yo me fui unos días antes de cumplir los veinte años a la lucha.
Epifania Sánchez “La Negra Aurora” relata: “Después empezamos a fabricar esas casas, empiezan ya los adecos en el poder con las bandas armadas, a frenar el avance de las luchas populares, como una huelga de transporte que hubo, los muchachos que caen presos que los detienen en la DIGEPOL, en la Disip, en la bicha esa como se llama DIGEPOL si, este... los maltrataban, viene la detención de José Gregorio Rodríguez, después de eso ya empiezan las infiltraciones dentro del partido, nos toman la casa de Santa Ana, ahí hubo una explosión con una bomba que metieron y habían ciertos elementos que creo que estaban unidos a este gente ¿no? que eran los que llamaban sapos, la gente que estando dentro del Partido hacían dos tipos de trabajo, se decían revolucionarios y eran espías de este movimiento. Entonces se nombra un comité aparte clandestino.”
Cuando estaba en las guerrillas se me llamaba Epifania. No sabía ni escribir ni leer. Para saber lo que estaba pasando en el país, allá en las montañas, tenía que ir uniendo las letras para saber qué era lo que estaba pasando.
La lucha se fue haciendo más violenta. Estaba también Guillermina Torrealba, Trina Urbina y una muchacha llamada Petra que fue la primera a la que agarraron en las guerrillas. En Santa Cruz de Mora, en el estado Falcón, estábamos bien cubiertos; allí estuvimos mucho tiempo. En relación con la comida, Guillermina y yo cocinábamos: nos llevaban la leche y nosotras preparábamos el queso dentro del mismo campamento. Los compañeros nos enseñaron que se le echa una cosita que cortaba la leche, entonces lo metíamos en unos sacos y sacábamos la panela de queso. Hacíamos dos comidas: una en la mañana y una en la tarde. Cargábamos el agua, cuando nos tocaba a nosotras y nos llevábamos unas botellitas llenas para nuestro aseo; el comandante nos regañaba por eso.
Nosotras teníamos muchos contactos y mucha gente buena campesina que nos apoyaban. Yo estuve aproximadamente cuatro años en la guerrilla. Tenía un arma de esas que mataban búfalos, con un proyectil; la disparaban y se volvía otra vez a cargar. Si algo he hecho en la vida de lo que me sienta orgullosa es de ese paso por la guerrilla. Aprendí a conocer a la gente del campo. Nosotros vivimos allá arriba la experiencia de los bombardeos, la persecución esa que nos mandó Betancourt, los cazadores (nos bombardeaban una zona y después otra), y los fusilamientos de los campesinos. El muchacho con quien me había casado en las guerrillas lo fusilaron en el pueblo donde estábamos, lo amarraron y se lo llevaron.
Cuando me bajan de las guerrillas no quería saber más nada del Partido. Yo me quedé con la gente que estaba todavía con la lucha armada, porque esa consigna de rectificar... ¿rectificar qué? Si nosotros estábamos viviendo en lo mismo que cuando subimos, la misma miseria, la represión, muertos por donde quiera, entonces, ¿éramos nosotros los que íbamos a rectificar? Yo creo que hasta me expulsaron del Partido porque no acogí la línea.
Al final del 64 estuve aquí en Caracas con varios dirigentes que estaban en la montaña con Douglas Bravo. Me detuvieron cuando estaba en La Vega en la casa de la Señora Negrete. Me siguieron juicio y estuve tres años presa en el cuartel San Carlos. Cuando salí conseguí trabajo en la Universidad Central de Venezuela hasta que me jubilaron".
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