miércoles, 16 de septiembre de 2020

15 Septiembre 1824 Fallece Francisco Morazán. Costa Rica

 
nota: Articulo en edición y construcción, aceptamos sugerencias y aportes.

José Francisco Morazán Quezada

Nació el 3 de octubre de 1792 en la localidad de Tegucigalpa, que en ese entonces era parte de la Intendencia de Comayagua, Capitanía General de Guatemala, actual honduras. Pero igual pudiera decirse que nació en Costa Rica, o en El Salvador o en Nicaragua, o Guatemala, cuyas banderas llevan las franjas azul y blanca que recuerdan que en 1824, y hasta 1839, esos colores simbolizaron la unidad de aquellos pueblos, luego de independizarse de España y del imperio mexicano. Todo mal en Centroamérica se debe a la colonia, decía Morazán.

La República Federal Centroamérica, representaba la grandeza territorial para los pequeños estados centroamericanos; sumaba más de 330 mil kilómetros cuadrados para aquel momento, sin incluir a Panamá. Su potencial como región radica en su agricultura y en la riqueza que le da el hecho de ser una zona bañada por los océanos Atlántico y Pacífico.

Sus padres fueron José Eusebio Morazán Alemán y Guadalupe Quesada Borjas, ambos miembros de una familia criolla de clase alta dedicada a la agricultura y el comercio. Se traslada junto a su familia a Morocelí en 1808, donde trabajó en los terrenos heredados por Don Eusebio Morazán, también laboro como empleado de la alcaldía. En 1813 regreso a Tegucigalpa. Una vez allí, su padre lo puso bajo la tutoría de León Vásquez, quien le enseñó derecho civil, proceso penal y notariado. 

Contrae matrimonio con María Josefa Lastiri en la Catedral de Comayagua el 30 de diciembre de 1825, De esta relación nació en San Salvador Adela Morazán Lastiri en el de 1838, siendo la única hija de Morazán.  Su esposa María Josefa pertenecía a una de las familias más ricas de la provincia de Honduras. Su padre fue el comerciante español Juan Miguel Lastiri, quien jugó un papel importante en el desarrollo comercial de Tegucigalpa. Su madre fue Margarita Lozano, miembro de una poderosa familia criolla en la ciudad, María Josefa era una viuda quien se había casado primeramente con el terrateniente Esteban Travieso, con quien procreó 4 hijos. A su muerte, Lastiri heredó una fortuna. 

La Capitanía General de Guatemala (que estaba conformada por las actuales repúblicas de Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, además del estado mexicano de Chiapas y las actuales provincias panameñas de Chiriquí y Bocas del Toro), se independizó de España en 1821. desde ese momento Morzan comienza a participar en la política de la república naciente, Provincias Unidas del Centro de América, que se transformó en 1824 en la República Federal de Centroamérica.

En 1821 el Imperio de Mexico tiene  la intención de anexar todos estos territorios centroamericanos en un solo imperio, situación que genera divisiones  en cada una de las provincias centroamericanas, estando algunos a favor y otros en contra. Generando conflictos internos y armados en las distintas provincias entre ambos bandos.

El 1°. de julio de 1823, Centroamérica proclamó su independencia definitiva, y se convirtió en las Provincias Unidas del Centro de América, quedó conformada por los estados de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. ​Posteriormente, el 25 de septiembre de 1824, Francisco Morazán fue nombrado Secretario General del gobierno de su tío político y primer Jefe de Estado de Honduras, Dionisio Herrera, y firmó la primera constitución de ese país. Luego, el 6 de abril de 1826, se convirtió en Presidente del Consejo Representativo.

El 22 de noviembre de 1824, bajo el lema «Dios, Unión y Libertad», la Constitución fue aprobada y la nación pasó a llamarse República Federal de Centroamérica. Bajo la nueva Constitución, resultó electo presidente Manuel José Arce del Partido Liberal, quien luego se pasa al bando del Partido Conservador. Manuel José Arce disolvió en octubre de 1826 el Congreso y el Senado intentando establecer un sistema centralista o unitario aliándose con los conservadores, por lo que se quedó sin el apoyo de su partido, el liberal. Como resultado, se produjo un conflicto entre el Gobierno Federal y los Estados, pronunciándose en contra Dionisio de Herrera jefe del estado de Honduras y Mariano Prado, jefe del Estado del Salvador.

El General Justo Milla fue enviado por orden de Arce a ejecutar el golpe de Estado en contra de Dionisio Herrera y el 9 de abril de 1827, al mando de 200 hombres, se apoderó de Comayagua —la capital del Estado—, le dio captura a Herrera y lo envió a una prisión de Guatemala. Morazán es detenido y enviado a Tegucigalpa bajo un pago de fianza.

En septiembre de 1827 Morazán prepara desde Nicaragua un pequeño ejercito para avanzar hacia honduras y expulsar a las fuerzas del general Justo Milla, a quien derrota en la batalla de“Valle de la Trinidad” el 11 de noviembre de 1827. Tras esta victoria, Morazán marchó a Tegucigalpa a tomarla el 12 de noviembre y el 26 de ese mismo mes llega a la capital Comayagua donde hizo su entrada triunfal y ocupó la jefatura del Estado de Honduras. Así Francisco Morazán se convirtió en presidente de Honduras en 1827 y se perfilo en líder de los liberales centroamericanos.

DIEGO VIGIL
En 1827 estalla la guerra civil entre conservadores y liberales, comenzando en  El Salvador, que fue ocupada por tropas enviadas por el presidente Arce. Francisco Morazán le entregó el mando a Diego Vigil como nuevo jefe de Estado de Honduras y se fue a Texiguat,  para organizar el ejercito para hacer frente a las agresiones de los conservadores.  En junio de 1828, Morazán se dirigió a El Salvador con una fuerza de 1.400 hombres. Este grupo de militantes se componía de pequeños grupos de hondureños, nicaragüenses y salvadoreños que aportaron sus propias herramientas de guerra. Tenían además el apoyo de los indios que servían como infantería. Algunos voluntarios seguían sus convicciones liberales, otros trabajaban para un líder político, otros simplemente esperaban obtener algo en retorno por sus esfuerzos después de terminada la guerra.

El 6 de julio, Morazán derrotó a las tropas el coronel Vicente Domínguez en la hacienda El Gualcho. En sus memorias, Morazán describe la batalla de la siguiente manera:

A las 12 de la noche emprendí mi marcha con este objeto, pero la lluvia no me permitió doblar la jornada, y me vi obligado a aguardar, en la Hacienda de Gualcho, que mejorase el tiempo… A las tres de la mañana, que el agua cesó, hice colocar dos compañías de cazadores en la altura que domina la hacienda, hacia la izquierda… A las cinco supe la posición que este (el enemigo) ocupaba.. No podía yo retroceder en estas circunstancias… No era ya posible continuar la marcha, sin grave peligro, por una inmensa llanura y a presencia misma de los contrarios. Menos podía defenderme en la hacienda, colocado bajo una altura de más de 200 pies que en forma de semicírculo domina a tiro de pistola el principal edificio, cortado por el extremo opuesto con un río inaccesible que le sirve de foso. Fue, pues, necesario aceptar la batalla con todas las ventajas que había alcanzado el enemigo… hice avanzar a los cazadores sobre el enemigo para detener su movimiento, porque, conociendo lo critico de mi posición, marchaba sobre estos a paso de ataque. Entretanto subía la fuerza por una senda pendiente y estrecha, se rompió el fuego a medio tiro de fusil, que luego se hizo general. Pero 175 soldados bisoños hicieron impotentes por un cuarto de hora los repetidos ataques de todo el grueso del enemigo… El entusiasmo que produjo en todos los soldados el heroísmo de estos valientes hondureños, excedió al número de los contrarios. Cuando la acción se hizo general por ambas partes, fue obligada a retroceder nuestra ala derecha. Y ocupada la artillería ligera que la apoyaba; pero la reserva, obrando entonces por aquel lado, restableció nuestra línea, recobró la artillería y decidió la acción, arrollando parte del centro y todo el flanco izquierdo, que arrastraron, en su fuga, al resto del enemigo, dispersándose después en la llanura… Los salvadoreños auxiliares, que abreviaron su marcha al ruido de la acción, con el deseo de tomar en ella, llegaron a tiempo de perseguir a los dispersos…

Luego salió rumbo a Honduras a reclutar más tropas uniéndosele la Milicia de Écija. El 20 de septiembre, el general Arzú estaba cerca del río Lempa con 500 hombres en búsqueda de Morazán, cuando se enteró de que sus fuerzas habían capitulado en Mejicanos y San Salvador.

Morazán partió rumbo a El Salvador con un ejército de 600 hombres, el general Arzú fingiendo enfermedad regresó a Guatemala, dejando sus tropas bajo el mando del Teniente Coronel Antonio de Aycinena. El coronel y sus tropas marchaban con rumbo a territorio hondureño, cuando fueron interceptados por los hombres de Morazán en San Antonio. El 9 de octubre Aycinena se vio obligado a rendirse. Así El Salvador quedó finalmente libre de tropas de Arce. El 23 de octubre, el general Morazán hizo su entrada triunfal en la plaza de San Salvador. 

El 1 de enero de 1829 Morazán constituye el Ejército Aliado Protector de la Ley,  con el propósito de avanzar hacia Guatemala y derrotar al gobierno de Arce, enviando a una división bajo el mando del coronel Juan Prem,  pero fueron derrotados el 15 de enero de 1829. Luego de esos hechos Morazán le ordenó a Prem que continuara su marcha con los 1400 hombres bajo su mando y ocupase el puesto de San José, cerca de la capital. Despues de esta derrota Morazán llega con sus tropas a Guatemala. Las operaciones militares en la capital comenzaron con pequeñas escaramuzas en frente de las fortificaciones del gobierno. El 15 de febrero una de las mayores divisiones de Morazán, bajo el mando de Cayetano de la Cerda, fue derrotado en Mixco por las tropas leales al gobierno de Arce. 

En San Miguelito el 6 de marzo, el general Morazán logra una victoria en batalla, el ejército de Morazán compuesto por los milicianos de écija aumentan con la unión de voluntarios guatemaltecos en sus filas. El 15 de marzo, Morazán y su ejército estaban en camino de ocupar sus posiciones anteriores, fue interceptado por las tropas  del coronel Prado en el rancho de Las Charcas. Morazán, con una posición superior, aplastó al ejército de Prado. El campo de batalla quedó lleno de cadáveres, presos y armas. Posteriormente, Morazán con la milicia de écija se movilizó a recuperar sus antiguas posiciones en Pínula y Aceytuno, y ponerle nuevamente sitio a la ciudad de Guatemala.

El 12 de abril de 1829 el jefe de Estado de Guatemala, Mariano de Aycinena y Piñol, líder del poderoso Clan Aycinena, capituló y al día siguiente a la Plaza Central fue ocupada por las tropas de Morazán. Inmediatamente después el presidente Arce, Mariano Aycinena, Mariano Beltranena, y todos los funcionarios que habían tenido algún papel en la guerra, fueron enviados a prisión. Después de estos acontecimientos, el general Morazán expulsó a los eclesiásticos más importantes y a todos los miembros del Clan Aycinena ―es decir, a los miembros del partido conservador― el senador Juan Barrundia asumió el cargo de jefe del estado de Guatemala, el 25 de junio de 1829.

El 5 de marzo de 1829, Morazán y Diego Vigil fueron nombrados Jefe y Sub-jefe de Estado por la Asamblea Legislativa de Honduras. En junio de 1830 ganó las elecciones para Presidente de la República Federal de Centro América; mismo mes en que envió a Dionisio de Herrera a pacificar Nicaragua. Morazán renunció a la jefatura de Honduras el 28 de julio, la cual asumió al día siguiente el Sub-Jefe de Estado, Diego Vigil. Tomó posesión el 16 de septiembre del mismo año. En su discurso inaugural, declaró:

«El Pueblo soberano me manda colocarme en el más peligroso de sus destinos. Debo obedecer y cumplir el solemne juramento que acabo de prestar. Ofrezco sostener la Constitución Federal que he defendido como soldado y como ciudadano.» 

Con Francisco Morazán como presidente y con su apoyo hacia los gobernadores, los liberales habían consolidado el poder. Morazán traía un grupo de reformas para desmantelar en Centroamérica las instituciones arcaicas heredadas de la época colonial ya que solo habían contribuido al atraso en la región. El general Morazán deseaba para su pueblo una sociedad basada en la educación universal, libertad religiosa e igualdad social y política.

En 1831, Morazán y el gobernador Mariano Gálvez de Guatemala iniciaron unas importantes medidas de cambio para esa región, la construcción de escuelas y carreteras,​ se promulgaron políticas de libre comercio; fue invitado el capital extranjero y los inmigrantes; se permitió el matrimonio, el divorcio secular y la libertad de expresión; se pusieron a disposición las tierras públicas para la expansión de la cochinilla; fue separada la Iglesia del Estado; los diezmos fueron abolidos; se proclamó la libertad de religión; los bienes eclesiásticos fueron confiscados, se suprimieron las órdenes religiosas, y se le retiró a la Iglesia católica el control que tenía sobre la educación,​ entre otras políticas.

En aquel entonces, Morazán ordenó la aprehensión y expulsión del Arzobispo español Ramón Casaus y Torres, siendo efectiva la noche del 10 de julio de 1829, así como de 289 frailes, miembros de las órdenes Dominica, Franciscana y Recoleta, ya que estaban bajo sospecha de oponerse a la independencia. Casaus y Torres viajó desde Guatemala hasta Omoa custodiado por el General Nicolás Raoul y a lomo de mula, donde lo esperaban en dos veleros para su traslado a La Habana, los miembros de las órdenes Betlemita y Mercedaria quienes no fueron capturados ni reprendidos por no participar en política. Por su parte Casaus y Torres le rindió cuentas al Rey de España sobre su conducta política en Centroamérica, como si el arzobispo de Guatemala hubiese sido un cargo de la Corona Española y no de la Santa Sede. En consecuencia, el Rey Fernando VII le concedió una pensión de 3000 pesos, y poco después fue nombrado arzobispo de La Habana hasta el año 1845.

En 1834 el general Morazán trasladó la capital de la República Federal a Sonsonate y posteriormente a San Salvador.​ El mismo año, habían terminado los primeros cuatro años de la presidencia de Francisco Morazán. De acuerdo a la constitución de 1824, nuevas elecciones debían celebrarse con el fin de elegir al próximo presidente.

José Cecilio del Valle se presentó como el candidato opositor y derroto presidente en ejercicio Francisco Morazán, pero este fallece antes de tomar posesión, el Congreso Federal convocó a una nueva elección la cual fue ganada por Francisco Morazán. El 14 de febrero de 1835 fue juramentado como presidente para un segundo mandato en Ciudad Guatemala.

En 1837  una epidemia de cólera​ azotó el estado de Guatemala dejando aproximadamente mil muertos y tres mil infectados con la bacteria. La epidemia golpeó especialmente a los pobres y a los indígenas en las tierras altas del estado y se propagó de forma rápida.   La iglesia vio todo esto como una oportunidad de asestarle un golpe al gobierno liberal de Guatemala de Mariano Gálvez, aliado de Morazan pues los sacerdotes locales difundieron el rumor de que el gobierno había envenenado los ríos y arroyos con el propósito de aniquilar a la población indígena.​ 

Los indígenas repudiaron a sus supuestos asesinos. Con el cólera extendiéndose, tomaron las armas, iniciando una rebelión para enfrentar el gobierno de Gálvez . En junio, Santa Rosa de Mita se levantó en armas y desde el pueblo de Mataquescuintla surgió un nuevo caudillo de nombre Rafael Carrera y Turcios. 

MARIANO GALVEZ
Los sacerdotes anunciaron a los nativos que Carrera era su ángel protector, que había descendido de los cielos para tomar venganza sobre los herejes, los liberales y los extranjeros y para restaurar su dominio antiguo. Idearon varios trucos para hacerles creer a los indios esta ilusión, los cuales fueron anunciados como milagros. Entre ellos, una carta fue lanzada desde el techo de una de las iglesias, en medio de una vasta congregación de indígenas. Esta carta supuestamente venía de la Virgen María, la cual comisionaba a Carrera a liderar una revuelta en contra el gobierno.50​

Bajo gritos de «¡Viva la religión!» y «¡Muerte a los extranjeros!», Carrera y sus fuerzas iniciaron una guerra contra el gobierno.51​Alentados por estos acontecimientos los conservadores se unieron a la revuelta. Mientras tanto, el gobierno de Mariano Gálvez solicitaba ayuda militar al general Morazán. Para cuando Morazán arribó a la Ciudad de Guatemala, Gálvez ya había abandonado la jefatura del estado.

El grupo en el poder le otorgó plenos poderes para enfrentar a Rafael Carrera, asimismo le ofrecieron la presidencia vitalicia, pero Morazán rechazó esta oferta, porque ello estaba en contra de sus principios liberales. Luego Morazán hizo un llamado a Carrera a deponer las armas, pero el líder rebelde se opuso. Carrera fue derrotado y perseguido por Morazán en varias ocasiones, logrando así pacificar el estado. Pero el general nunca pudo apresar al líder indígena, ya que este simplemente se retiraba a las montañas y regresaba para ocupar las posiciones clave tan pronto como las tropas de Morazán salían del estado de Guatemala.

En 1838  Honduras, Nicaragua y Costa Rica deciden abandonar la Unión. La Federación había muerto. El 1 de febrero de 1839, Morazán había terminado su segundo mandato como presidente constitucional, el Congreso se había disuelto y no había ninguna base jurídica para nombrar a su sucesor. ​Al final, la ignorancia, el poderío de la Iglesia, las amargas luchas internas entre conservadores y liberales, y la búsqueda de gloria personal,​ fueron las principales razones de la disolución de la Federación.

El 13 de julio de 1839, sin embargo, el general fue elegido jefe de Estado de El Salvador. ​Cuando Rafael Carrera, que había tomado el poder del estado de Guatemala en abril del mismo año, y los conservadores de Guatemala se dieron cuenta del nuevo papel que desempeñaba, decidieron declararle la guerra a El Salvador. El general se había convertido en la personificación misma de la Federación, él era el cuerpo y alma de la Constitución de 1824, y eliminarlo significaba terminar con cualquier idea o esperanza que había quedado de la Federación.

Por esa razón, sus enemigos no deseaban que estuviera al mando de esa nación, ni de ningún otro Estado centroamericano y se comprometieron a derrotarlo. El 24 de julio de 1839, Nicaragua y Guatemala celebraron un tratado de alianza en contra del gobierno de Morazán en El Salvador. ​Posteriormente, el 24 de agosto del mismo año, el líder guatemalteco Rafael Carrera y Turcios llamaría a los salvadoreños a la insurrección popular en contra de su presidente. Estos llamados provocaron algunos levantamientos, los cuales fueron aplastados sin mucho esfuerzo por el gobierno.

Al no tener éxito de forma interna, los enemigos del general formaron un ejército compuesto por tropas hondureñas y nicaragüenses. El 18 de septiembre de 1839, Morazán se encontraba en El Salvador para impedir el avance de las huestes de Francisco Ferrera, pero en San Salvador ocurrió un amotinamiento y la plaza era controlada por Pedro León Velásquez; los alzados mandaron un mensaje al general en el que amenazaban con ultimar a su esposa, su hijo Francisco y a la recién nacida Adela si no capitulaba, pero Morazán respondió con estas memorables palabras:

Los rehenes que mis enemigos tienen son para mí sagrados y hablan muy alto a mi corazón, pero soy Jefe del Estado y debo atacar pasando sobre los cadáveres de mis hijos; más no sobreviviré a tan terrible desgracia

Himno a Francisco Morazán

 Sin embargo, Morazán logró retomar San Salvador, mientras que León Velásquez se entregó sin condiciones y desistió de las amenazas que pesaban sobre la familia del general quien además le perdonó la vida. El 25 de septiembre, Morazán triunfó en la Batalla de San Pedro Perulapán, en la que solo necesitó de 600 salvadoreños para vencer a los más de 2000 hombres comandados por los generales Francisco Ferrera, Nicolás de Espinosa y Manuel Quijano y García. Después de la derrota, los humillados generales y sus tropas huyeron con rumbo a los estados vecinos, dejando atrás más de trescientos muertos.

El 18 de marzo 1840 Morazán hizo un último intento por restaurar la Unión. Reunió unos 1300 hombres y con ellos marchó a Guatemala. Una vez posicionado, Morazán marchó desde el sur, atacando a los hombres de Carrera ubicados en la capital. Pero Carrera le había tendido una trampa, pues había sacado la mayor parte de su propia fuerza fuera de la capital, dejando solo una pequeña guarnición, muy visible en el interior. De esta manera Morazán y sus hombres acabaron con la carnada, pero luego se vieron asaltados desde todas las direcciones por las fuerzas de Carrera compuestas por unos 5000 hombres. Fue una batalla notoria por su salvajismo y reveló el lado despiadado de Carrera, cuyos hombres cantaban «Salve Regina», y gritaban «¡Viva Carrera!» y «¡Muerte a Morazán!»

A la mañana siguiente, Morazán se estaba quedando sin municiones. Luego ordenó un aumento en el fuego desde tres esquinas de la plaza, con el fin de llamar la atención, mientras él y algunos de sus oficiales apenas lograban escapar con vida rumbo a El Salvador. La victoria de Carrera fue decisiva.​ El 4 de abril de 1840, ante una junta de notables, Morazán manifestó su renuncia y su resolución a salir del país, pues no deseaba causarle más problemas al pueblo salvadoreño.


El 8 de abril de 1840, el general Francisco Morazán tomó el camino del exilio. Partió desde el puerto de La Libertad (El Salvador), a bordo de la goleta Izalco acompañado por 30 de sus más cercanos amigos y veteranos de guerra. ​Al arribar a Puerto Caldera (Costa Rica) solicitó asilo para 23 de sus oficiales, el cual le fue concedido. Siete de ellos continuaron con el viaje a América del Sur en su compañía. Morazán arribó a David en Panamá, donde su familia le esperaba. Mientras se encontraba en esta localidad, Morazán fue informado por sus amigos acerca de las terribles persecuciones sufridas por sus partidarios a manos de Rafael Carrera y otros líderes liberales de América Central.

Indignado por estos hechos y por la cadena de insultos y calumnias contra él por algunos miembros de la prensa, Morazán escribió y publicó su famoso Manifiesto de David con fecha 16 de julio de 1841. ​En este manifiesto Morazán ataca a los serviles a quienes acusa de ser «hombres mezquinos» y abusadores de los derechos más sagrados del pueblo. Asimismo les recuerda que se opusieron a la independencia de Centroamérica, y sacrificaron la libertad al unirse al imperio de Iturbide. Por lo tanto les hace saber que Centroamérica no es su patria, sino la patria de aquellos que hicieron «resonar el grito de la independencia en todo el Reino de Guatemala... y se sintieron electrizados con el sagrado fuego de la libertad».

Luego continuó su viaje rumbo a Perú. Una vez en Lima, recibió la invitación del Mariscal Agustín Gamarra para comandar una división peruana, en momentos en que su país estaba en guerra con Chile. Sin embargo Morazán se negó, porque se encontró con que esta guerra era muy confusa.

​Alrededor de 1841, los británicos comenzaron a intervenir en el territorio de la Mosquitia, ubicado entre Honduras y Nicaragua. Este acontecimiento impulsó a Morazán para poner fin a su auto impuesto exilio en el Perú, y decidió que era hora de regresar a Centroamérica porque lo consideraba un «deber» y un «sentimiento nacional irresistible» no solo para él, sino que para todos «aquellos que tienen un corazón para su patria». Con el respaldo financiero del general Pedro Bermúdez, partió desde El Callao a finales de diciembre de 1841 a bordo del buque El Cruzador. En ese viaje fue acompañado por el general José Trinidad Cabañas, José Miguel Saravia, y otros cinco oficiales. 

El 7 de abril y sin ningún contratiempo, la flota de Morazán que era compuesta por cinco buques desembarcó en el puerto de Caldera, Costa Rica, pero su marcha no la emprendió hasta el 9 del mismo mes. «Carrillo dictó un decreto en el que mandaba a reunir todo el ejército para la defensa del Estado contra el enemigo extranjero», su plan defensa contemplaba un grupo de hombres a cargo del salvadoreño Vicente Villaseñor, pero el general Morazán tenía ya concertada una entrevista y no precisamente con el mandatario costarricense, sino con Villaseñor, quien le entregaría las fuerzas que habían sido puestas a sus órdene, así él y Vicente Villaseñor firmaron el Pacto de El Jocote. El acuerdo preveía la integración de un solo cuerpo militar, la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, la expulsión de Braulio Carrillo y otros miembros de su administración, y la instalación de un gobierno provisional bajo el mando de Francisco Morazán. ​El 13 de abril de 1842, las fuerzas de Morazán entraron triunfante en la ciudad de San José.

El primer acto de Morazán fue abrir las puertas del Estado a refugiados políticos costarricenses y centroamericanos. Además, el nuevo gobernante se dedicó a derogar algunas de las leyes emitidas en la época de Carrillo y se dedicó a otras reformas. Asimismo convocó a una Asamblea Constituyente la cual lo nombró jefe supremo del Estado de Costa Rica.

A su arribo a Puerto Caldera, Morazán traía consigo un documento que se conoce como Proclama de la Caldera; en este ofrecía a los costarricenses devolverle la libertad a Costa Rica y proclamaba la guerra contra Carrillo, a quien llamaba tirano, déspota, ignorante y sanguinario. ​Para el mes de septiembre de 1842, su presencia en Costa Rica había despertado un gran temor en el resto de los mandatarios de los estados centroamericanos: Guatemala declaró a Costa Rica país enemigo; El Salvador rompió relaciones, y Honduras y Nicaragua desconocieron el gobierno de Morazán. Los cuatro estados se organizaron en la llamada Confederación de Guatemala, una unión militar contra Costa Rica en la que acordaron, auxiliarse mutuamente y hacer causa común para enfrentar las pretensiones del general Morazán de reconstruir la unión centroamerivcana. ​

El 11 de septiembre de 1842 cuatrocientos hombres encabezados por el portugués Antonio Pinto Soares, se levanta contra Morazán, quien logra repeler los ataques y se replegaron en el cuartel general. Desde allí le hicieron frente a los insurrectos que luego  ascendían a mil hombres.

La lucha continuó encarnizada y tenaz. A medida que el conflicto era desfavorable a los sitiados el Capellán José Castro propuso una capitulación a Morazán garantizándole la vida, pero él se negó. Después de 88 horas de lucha, Morazán y sus colaboradores más cercanos decidieron romper el sitio. El general José Trinidad Cabañas con 30 hombres hizo posible la retirada de Morazán y sus oficiales cercanos hacia Cartago.

No obstante, la insurrección se había extendido hasta ese lugar y Morazán tuvo que solicitar ayuda de su supuesto amigo Pedro Mayorga,​ sin embargo, este le traicionó y le brindó facilidades a los enemigos de Morazán para capturarlo junto a los generales Vicente Villaseñor, Saravia y otros oficiales.​ El general Villaseñor quiso suicidarse con un puñal y resultó herido gravemente. Cayó al suelo bañado en sangre pero sobrevivió. El general Saravia murió luego de sufrir una terrible convulsión.

Posteriormente una burla de juicio se llevó a cabo,​ en la cual Morazán y Villaseñor fueron condenados a muerte por las autoconstituidas nuevas autoridades. De acuerdo al historiador William Wells: «La junta que emitió esta bárbarica resolución estaba compuesta por Antonio Pinto (hecho comandante general en ese momento), el padre Blanco, el infame doctor Castillo, y dos españoles de apellidos Benavidez y Farrufo».

Después de estos hechos, los condenados fueron trasladados al paredón de fusilamiento​ localizado en la plaza central de la ciudad. Antes de llevarse a cabo el acto de ejecución, Morazán le dictó su testamento a su hijo Francisco. En este, el general estipuló que su muerte era un «asesinato» y además declaró: «No tengo enemigos, ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que los perdono y deseo el mayor bien posible». Posteriormente le ofrecieron una silla y la rechazó. Al general Villaseñor, que se encontraba sentado e inconsciente y bajo el efecto de un sedante, Morazán le dijo: «Querido amigo, la posteridad nos hará justicia» y se persignó.

Según relata el historiador Miguel Ortega,​ Morazán pidió el mando de la escolta, se abrió la negra levita, se descubrió el pecho con ambas manos y con voz inalterada ―como quien da órdenes en una parada militar―, mandó: «¡Preparen armas! ¡Apunten!». Entonces corrigió la puntería de uno de los tiradores y finalmente gritó: «¡Apunten! ¡Fue...!». La última sílaba fue apagada por una descarga cerrada. Villaseñor recibió el impacto de los plomos en la espalda y se fue de bruces. Entre el humo de la pólvora, se vio que Morazán alzó levemente la cabeza y musitó: «Aún estoy vivo...».​ Una segunda descarga acabó con la vida del hombre al cual José Martí describió como «un genio poderoso, un estratega, un orador, un verdadero estadista, quizás el único que haya producido la América Central».​ En octubre de 1842, los gobiernos de Centroamérica, satisfechos de que Morazán hubiese desaparecido, reanudaron sus relaciones con Costa Rica.

En 1848, el gobierno de José María Castro, envió los restos de Morazán a El Salvador, cumpliendo uno de sus últimos deseos.

Testamento de Francisco Morazán.

Eran las 5:30 de la tarde del 15 de septiembre de 1842, en Costa Rica, veintiún aniversario de la Independencia de la República Federal de Centro América, el sueño de Morazán, como lo fue Colombia para nuestro “Libertador” Simón Bolívar. En ese momento el general Francisco Morazán, último presidente de aquella aniquilada federación centroamericana, ha pedido a sus verdugos dirigir él mismo el pelotón de fusilamiento que acabará con su vida. Minutos antes, firme, con su mejor temple, pudo aún consolar a su aliado Vicente Villaseñor, también condenado a muerte por los oligarcas traidores de la Unión. Como un buen padre, le dijo pausadamente al descorazonado compatriota, mientras le arreglaba los desordenados cabellos: “Querido amigo, la posteridad nos hará justicia”.

Los soldados, inquietos, conmocionados ante aquel gigante, temerosos de disparar, tal vez agradecieron en el fondo que el propio general pidiera dar él mismo la orden final, porque sólo a él podían obedecer ante aquella hora triste de Centroamérica.

“Mi amor a Centroamérica muere conmigo”

Poco después de las 17:30 horas de aquel 15 de septiembre, se aproximaba el ocaso, cuando Morazán acaba de acomodar en una silla al consternado general Villaseñor. Se hace la señal de la cruz, descubre su pecho al viento, y da la orden de fuego a los temblorosos soldados, que disparan asustados ante la infinita valentía del unificador de pueblos. Por su mente cruza la frase testamentaria que ha escrito hace tres horas “Declaro que mi amor a Centroamérica muere conmigo”.

Su inmenso cuerpo cae sobre la tierra amada. Una nube de humo olorosa a pólvora cubre el campo. Cuando la tropa sin conciencia y la oficialidad mentirosa y ruin creen que acabaron con el hombre de la unión, su cabeza regia, de genio eterno, se erige para que su voz retumbe para siempre, inapagable, a pesar de la segunda ráfaga de desesperados tiros.


San José: 15 de septiembre de 1842 – Día del aniversario de la independencia cuya integridad he procurado mantener.

En el nombre del autor del universo en cuya religión muero.

Declaro: Que todos los intereses que poseía, míos y de mi esposa, los he gastado en dar un Gobierno de Leyes a Costa Rica, lo mismo que dieciocho mil pesos y sus réditos, que adeudo al señor General Pedro Bermúdez.

Declaro: Que no he merecido la muerte, porque no he cometido más falta que dar libertad a Costa Rica y procurar la paz a la República. De consiguiente, mi muerte es un asesinato, tanto más agravante, cuanto que no se me ha juzgado ni oído. Yo no he hecho más que cumplir las órdenes de la Asamblea, en consonancia con mis deseos de reorganizar la República.

Protesto que la reunión de soldados que hoy ocasiona mi muerte, la he hecho únicamente para defender el departamento de El Guanacaste, perteneciente al Estado, amenazado, según las comunicaciones del Comandante de dicho departamento, por fuerzas del Estado de Nicaragua. Que si ha cabido en mis deseos el usar después de algunas de estas fuerzas para pacificar la República, solo era tomando de aquellos que voluntariamente quisieran marchar, porque jamás se emprende una obra semejante con hombres forzados.

Declaro: Que al asesinato se ha unido la falta de palabra que me dio el comisionado Espinach, de Cartago, de salvarme la vida.

Declaro: Que mi amor a Centroamérica muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra.

Declaro: Que no tengo enemigos, ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que los perdono y deseo el mayor bien posible.

Muero con el sentimiento de haber causado algunos males a mi país, aunque con el justo deseo de procurarle su bien; y este sentimiento se aumenta, porque cuando había rectificado mis opiniones en política en la carrera de la revolución, y creí hacerle el bien que me había prometido para subsanar de este modo aquellas faltas, se me quita la vida injustamente.

El desorden con que escribo, por no habérseme dado más que tres horas de tiempo, me había hecho olvidar que tengo cuentas con la casa de Mr. M. Bennet, de resultas del corte de maderas en la Costa Norte, en las que considero alcanzar una cantidad de diez a doce mil pesos, que pertenecen a mi mujer en retribución de las pérdidas que ha tenido en sus bienes pertenecientes a la hacienda de Jupuara, y tengo además otras deudas que no ignora el señor Cruz Lozano.

Quiero que este testamento se imprima en la parte que tiene relación con mi muerte y los negocios públicos. Francisco Morazán. Fin del testamento.

https://www.espaciohonduras.net/jose-francisco-morazan-quezada

https://www.blogger.com/blog/post/edit/2990702096235977457/3695686938169877753

http://alternativoubv.blogspot.com/2009/07/francisco-morazan-libertador-de.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Moraz%C3%A1n


No hay comentarios.:

Publicar un comentario